El segundo disco en solitario del cantautor catalán es un sólido compendio de heartland rock que tiene como eje temático el particular momento vital ante la inminencia de cumplir los "temidos" cuarenta años.
Y es que es necesaria cierta solemnidad para hablar de algo tan inevitable y a la vez tan imponente como lo es el hecho de tener tu cuarenta cumpleaños a la vuelta de la esquina. Llegado a este punto, uno no puede evitar hacer balance. Xavier lo hace, pero pese a esa cierta melancolÃa que se respira en algunos de los cortes, su mirada hacia este particular momento vital no es esquiva. La luminosidad que evocan todas y cada una de las historias que pueblan el disco no hace sino aportar un presagio esperanzador de que lo que está por llegar es aún mejor que lo ya vivido.
De eso van estos 11 temas, empezando por un The Runner que no por más deudor de la banda de Adam Granduciel deja de ser uno de esos singles certeros de calado inmediato ideales para abrir un álbum si lo que se quiere es que el oyente se quede con nosotros durante todo el recorrido. Las referencias americanas obvias (Jayhawks, Petty, Wilco, Parsons, Byrds) siguen muy presentes a lo largo de esta colección, que quizá es en sus momentos más pausados, como los aportados por Fading In The Open o The Sunlight Brigade justo en el ecuador del disco, donde encuentra de manera más acertada esa luminosidad tan precisa para afrontar la temida mediana edad. No obstante, son las guitarras las que predominan en cortes rotundos como Lovers For All Time, Hard To Believe It, o momentos más cercanos al jangle pop como Get AJob o Lost Highway.
Cierra Crosswinds una preciosidad evocadora llamada Old Days y de esta manera, cumple a la perfección su cometido de ofrecer un cierre de cÃrculo para volver a empezar mirando al futuro sin mácula y con una sonrisa en la cara, que no por dejar entrever todo lo dejado atrás resulta menos sincera y abierta.
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