Joan As Police Woman. Espai Rambleta, Ram Club (València). 15-06-2019

Joan Wasser ofreció en València el primero de sus dos conciertos en España, que le servirán para presentar Joanthology, una extensa revisión de su carrera, en un formato íntimo, pero no por ello menos espectacular. 


Seré yo, pero me da la impresión de que la ciudad de València se está convirtiendo en un lugar especializado en conciertos delicatessen. Quizá sea porque más que nunca proliferan espacios de mediano aforo con unas condiciones acústicas excepcionales y una comodidad que hace sentirse a público y artista como en casa. Es por eso que promotores y salas logran que vengan, cuando antes no era tan frecuente, artistas de una calidad y apreciación indudable, que buscan formatos íntimos para presentar sus discos.

Un buen ejemplo de esto lo tuvimos anoche en el recinto del Ram Club del Espai Rambleta, inmueble pluridisciplinar -odiosa palabra, lo sé- dedicado a prácticamente todo lo relacionado con el arte que pueda alojarse entre cuatro paredes. La artista conocida como Joan As Police Woman, de auténtico nombre Joan Wasser y dueña de una vida y carrera de todo menos corriente (ver artículo previo) presentó la que viene a ser la recapitulación definitiva de todos los discos editados bajo ese seudónimo desde 2006. Un disco triple denominado Joanthology que ella iba a defender sin más compañía que un piano de cola y una guitarra eléctrica.

Mi impresión previa, conociendo algunos hechos pretéritos, es que esta mujer debía ser masoquista. Pretender dar un concierto de estas características teniendo en cuenta que en una anterior visita a nuestra ciudad (Greenspace, si no me equivoco) paró el concierto porque la gente hablaba, siendo esta una urbe que sigue sin caracterizarse por el respeto del público, sino más bien al contrario, en mi opinión es de ser masoquista. No obstante, ahí estaba: cuando uno descendía las escaleras para acceder a la sala, encontraba sillas dispuestas frente al escenario. Un aforo limitado y bien arrimado al artista. Se escucharía hasta a una mosca zumbar.

Para mi sorpresa, la irrupción en el escenario de esta mujer que haciendo honor a su famosa frase "la belleza es el nuevo punk rock" lucía glammour desde el peinado hasta las brillantes botazas de plataforma que calzaba, fue acompañada de un silencio sepulcral, que salvo alguna tos ocasional o depósito de vaso de plástico vacío en el suelo, no se vería perturbado en todo el concierto. Menos mal, porque el ritmo especialmente pausado de todo lo que interpretaría hubiera hecho saltar todo por los aires de haber sido esta "una de esas ocasiones" en que València es València. Para nuestra suerte, esta vez parecíamos estar en Helsinki.

Sentida, con una voz tenue y satinada, pero no por ello menos poderosa, elegante y muy, muy, pausada, Joan abrió el repaso a su repertorio, empezando por un adecuado To Be Lonely, de su segundo disco, que sonó tan desolador como su nombre indica. Y es que la intensidad emocional, tanto a nivel vocal como instrumental, sería la tónica de todo el set, que siguió con dos temas de su último disco de material nuevo, Damned Devotion (2018): Wonderful y un Warning Bell, que algo dejó vislumbrar sus raíces soul y rhythm and blues, tan patentes en discos como el magnífico The Classic, que en esta ocasión no tendría presencia.

Tiempo para la guitarra eléctrica con We Don't Own It, canción dedicada a su querido y desaparecido amigo Elliott Smith (si repasan su biografía, verán que ella es experta en pérdidas de seres queridos) y perteneciente a su primer disco. Tras ella, una envolvente Flash, con la que presentó a su "pequeño amigo nacido en 1973", un secuenciador vintage que le aportaba una rotunda base rítmica. Sobrecogedora interpretación que precedió a más repasos a sus dos primeros discos como Start Of My Heart y Real Life, así como una sorpresiva interpretación del Out Of Time, de Blur. Sabida de todos es la pasmosa capacidad de esta mujer para hacer suyas las canciones de otros y esta no sería una excepción, ni sería la única.


Joanthology tiene algunas sorpresas escondidas. Una de ellas es What A World, una canción que como dijo la autora llevaba mucho tiempo en un cajón, pero los fans, siempre tan pesados, que la habían escuchado alguna vez en directo, le habían exigido su plasmación en disco. Sonó fresca y delicada, al igual que sus rendiciones de Human Condition y Tell Me, con los que aprovechó para agradecer merecidamente a la gente del local y la promotora su trabajo (se preocupó de leer todos y cada uno de sus nombres), tras lo cual llegó otro de los puntos álgidos y la otra novedad del recopilatorio: una versión del Kiss de Prince ensuciada de blues y con una colaboración del público a los coros que, contrariamente a lo manido que suele resultar este efecto, resultó especialmente estremecedora y sexy.


Con la esperada Magic dio por concluido el set previo al consabido paripé de los bises, que en esta ocasión fueron exigidos a fuerza de sonoros aplausos. La cantante, cuya exhibición vocal ya había sido soberbia a lo largo de toda su actuación, nos regaló dos momentos de inverosímil superación, teniendo en cuenta el nivel ya alcanzado: The Ride, otra de su debut y Your Song, que aprovechó para dedicar a su público. Un público que la había acompañado en todo momento con un silencio que traspasaba el concepto del respeto, convirtiendo esto incluso en un elemento más entre todo lo superlativo que tuvo el concierto. Ella no se lo reconoció, e incluso aprovechó, más o menos en la segunda canción, para decir a todos los fotógrafos -acreditados o no-que ese era todo el tiempo que habían tenido para hacer sus fotos. La verdad es que tenía razón, más allá del necesario testimonio para los medios, no era preciso el souvenir, ni la charla. Este tipo de conciertos delicatessen de los que hablaba antes son para descifrarlos así, en absoluta intimidad, sin compartir nada con nadie que no sea el espectador y el artista que tiene enfrente. Son como el helado aquél, placer privado. Pero definitivamente, no culpable.

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