VIERNES 5 DE JULIO
Riaza amanece con el cielo despejado y las temidas tormentas de verano quedan relegadas por un anticiclón de ilusión que se aproxima de manera inexorable a la villa. Un año más, miles de personas van llegando con la convicción de que regresarán a sus hogares atesorando el recuerdo de otras dos noches inolvidables. El enclave y el cartel del festival son toda una declaración de intenciones: una exquisita selección de la mejor música de raíces americanas para rasgar el silencio de la noche en mitad del campo castellano.
El campo de fútbol de "Las Delicias" empieza a llenarse de forajidos y las primeras cervezas van abriéndose camino. Una, dos, tres..., da igual, al final de la noche serán muchas más, la emoción y el entusiasmo no dejan lugar al cálculo ni a la moderación.
Todavía calienta el sol cuando Ashley Campbell descorcha el festival abanderando el country con grandes clásicos del género, presumiendo de linaje con el tema que dedica a su padre, el legendario Glen Campbell, y haciendo estallar de júbilo al personal interpretando La Chica de Ayer en un depuradísimo castellano, como si el espíritu de Antonio Vega hubiera hecho acto de presencia tocando el banjo y luciendo sombrero de cowboy. No hace falta insistir más. Ya tiene al público en el bolsillo. A esas alturas de la actuación sus cabellos dorados ya nos parecen el sol.
Tan solo unos minutos después, un músico procedente del sur de Nashville salta al escenario con su banda para presentarnos su último trabajo, Middle Of America, esa ubicación a la que nos teletransportará. El concierto va en continuo crescendo. La banda frena y acelera, frena y acelera, en una montaña rusa de emociones. Del intimismo de la guitarra acústica y la armónica a la explosión rock de la guitarra Telecaster, de las dulces atmósferas country a la catarsis roquera propia de la mismísima E Street Band. El concierto resulta ser un auténtico ajuste de cuentas con la tormenta que hace dos años le impidió tocar en este mismo festival. Esta vez, el autor de la descarga eléctrica sobre el escenario es Will Hoge.
Dan las 23:00. Quique González salta al escenario arropado por sus queridos Detectives y confiesa a la multitud que está enfermo, que su instrumento vocal no está en las mejores condiciones. En el ambiente se masca la sospecha de que la afonía que padece va a convertir la velada en un pulso consigo mismo. Desde la primera fila pueden verse los gestos de dolor de Quique y las miradas de preocupación de la banda. No iba a ser su mejor concierto, pero sin duda, resultó ser muy especial. La comunión con el público es total y su banda actúa como ese ejercito del rock del que habla una de sus canciones más icónicas, Dallas Memphis. Ese verso con el que grita "ejércitos del rock rompiendo filas" sonó más ajado que nunca pero repleto de significado. Quique sufre por momentos en "Kamikazes enamorados" y se vacía por completo en "Los Conserjes de Noche". El concierto finaliza tras una hora y media de grandes canciones, con un público entregado que agradece el esfuerzo desgarrador y un músico roto por dar todo lo que tenía, frustrado por no poder dar más.
Horas después del concierto leo la noticia de que el siguiente concierto de su gira de verano se cancela. El corazón en un puño. Aquel concierto que siempre recordaré a punto estuvo de no haberse celebrado nunca.
SÁBADO 6 DE JULIO
Las calles empedradas de Riaza están inundadas por ríos de gente que desembocan en la Plaza Mayor. Un océano de gente baila Country Line Dance, algunos con mayor pericia que otros. El ambiente es espectacular y los bares están provistos de suficiente cerveza como para mantenerlo durante unas cuantas horas. Para acallar los insolentes ruidos del estómago nos dirigimos al rancho de "El Zaranda" a la ya tradicional "hamburguesada" que con tanto cariño nos preparan nuestros buenos amigos "Queco" y "Plos". Deliciosos bocados de la mejor carne que harían quitarse el sombrero hasta al cowboy más gourmet. Esas legendarias hamburguesas compiten seriamente con la música por ser el alimento del alma.
Tras sumergirnos de manera espiritual y corpórea en el auténtico sabor americano, volvemos al recinto del festival con la ilusión de presenciar el retorno de viejos héroes de la música y con la ansiosa curiosidad por descubrir nuevos artistas que añadir a nuestra discografía.
Los encargados del prólogo de esta historia son la HCF All Stars Band, un buen puñado de brillantes músicos procedentes de diferentes formaciones que van saltando al escenario para sumarse a una infatigable Jam Session. Un formato de actuación que invita a la improvisación y evidencia la colaboración y complicidad entre los participantes, haciéndonos disfrutar al máximo de la autenticidad que desprenden estos geniales músicos. Capitaneados por Jeff Espinoza, la orgia musical finaliza con todos los músicos sobre el escenario cantando Slow Turning. Ese gran éxito del gran John Hyatt, la elegancia personificada que presenciamos en la pasada edición.
Chuck Mead & The Grassy Knoll Boys continúan la fiesta con un contundente sonido que late rockabilly impregnado de grasa procedente de Nashville. Con su inseparable Gretsch, principal guitarra que utiliza durante todo el concierto, sacudió el recinto con canciones de su etapa con BR5-49 y de su nuevo disco, "Close to Home", título que explica ese viento mágico que desprende, al que todos quedamos inmediatamente sintonizados y que nos arrastra a Memphis, cerca de su casa.
El regreso de The Long Ryders es uno de los momentos más esperados de la noche. Es un sueño para muchos que tras varias décadas desaparecidos se materialicen en Riaza para presentar su último trabajo en un concierto exclusivo. Su actuación tiene ese sabor de clásico auténtico que nos conecta inmediatamente con los más grandes. De su melodía guitarrera se desprenden sonidos que evocan a Tom Petty y a The Creedence y nos ofrecen una mágica inmersión en la mejor música de los 60´s.
Su reunificación llega tarde pero su concierto supone un buen punto de partida para hacer justicia en un mundo en el que fueron pioneros.
Para cerrar la jornada del sábado y clausurar la edición 2019 del festival, sale a escena el texano Hayes Carll, una de las personalidades más importantes de la nueva escena country que durante semanas ha ocupado el número 1 en la Radio Album Chart. Muy desconocido en España, nos sorprendió con una velada repleta de buenas canciones. Sin duda le seguiremos la pista. Si no le conocíamos, ahora será difícil olvidar.
No había terminado la actuación de Hayes Carll y nuestra mente se empeñaba en jugar a la quiniela de candidatos para el cartel de la edición 2020. Era el momento del duelo, de digerir ese estado emocional en el que se mezcla la felicidad por lo vivido y la melancolía por divisar el final.
Ya en fase de aceptación, solo queda desear que el interés por este género, que es precursor de muchos otros, siga creciendo, que la música prevalezca sobre todo lo demás, y que no surjan excusas que desanimen a seguir celebrando el Huercasa Country Festival. Para muchos de nosotros ya es un clásico imprescindible en nuestras noches de verano.
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