Son las 21:30 y la madrileƱa sala BUT ya estĆ” completamente llena, rostros jĆ³venes y otros que coleccionan mĆ”s arrugas se mezclan para evidenciar que lo que vamos a presenciar es intergeneracional, algo que ha sobrevivido a lo largo de los aƱos viendo morir cientos de modas a su paso. Suena a todo volumen 1999, de Prince y la banda salta al escenario de uno en uno. Cada mĆŗsico se sitĆŗa en su posiciĆ³n, como piezas de ajedrez. Cada uno colocado en su escaque aguardando a que la partida tenga lugar para ejecutar sus magistrales movimientos: Greg Boyer al trombĆ³n, Rodney Curtis al bajo, Bruno Speight a la guitarra, Will Boulware a los teclados, Nikki Glaspie a la baterĆa y Darliene Parker como corista conforman el tablero.
Maceo Parker aparece con gafas de sol negras a modo de Corona Real del Rey del Funk y al mĆ”s puro estilo Ray Charles, uno de sus hĆ©roes. Con su eterna sonrisa pĆcara dibujada en el rostro saluda al pĆŗblico y recoge el saxo situado al lado de la baterĆa, lo mira durante unos instantes y entonces sucede la magia. Sopla su instrumento y todos los presentes se mueven compulsivamente, poseĆdos por ritmos concentrados en estado puro. Jazz y Funk. Todo lo demĆ”s no importa. Maceo teledirige los cuerpos presentes a su antojo con ese instrumento cuyo brillo resalta sobre su oscura figura.
Todos los mĆŗsicos tienen su momento de gloria cuando Maceo presenta a la banda y cede todo el protagonismo para que derrochen virtuosismo. James Brown no hubiera sido el rey del funk sin instrumentistas como Parker, y el espectĆ”culo que representa Parker no serĆa posible sin la creaciĆ³n colectiva de los mĆŗsicos que le acompaƱan. Hay uno que brilla especialmente. El carisma de Greg Boyer desborda los lĆmites del escenario e inunda la sala. Los gestos de complicidad con el pĆŗblico son constantes y sus solos de trombĆ³n establecen la conexiĆ³n total. Los momentos mĆ”s intensos del concierto son cuando Parker y Greg se miran, se aproximan y unen sus instrumentos hombro con hombro en un duelo de energĆas perfectamente sincronizadas.
Los grandes clĆ”sicos como "Make It Funky", "Pass the Peas" o "Shake Everything You Want" son especialmente celebrados, bailados y coreados por el pĆŗblico. TambiĆ©n hubo momentos mĆ”s Ćntimos en los que Maceo Parker nos embelesĆ³ con su voz, especialmente cuando dejĆ³ aparcado su instrumento y cantĆ³ a cappella "You Don´t Know Me" de Ray Charles, gafas de sol incluidas.
La interpretaciĆ³n de "Stand By Me" por parte de Darliene Parker tambiĆ©n es uno de los momentos mĆ”s emocionantes. Su arrolladora voz hace que el estribillo de la canciĆ³n todavĆa resuene en nuestras cabezas cuando abandonamos la sala.
Maceo no para de mencionar la palabra "amor" durante todo el concierto, "todo es cuestiĆ³n de amor" repite una y otra vez, y juega en numerosas ocasiones con un letrero de color rosa que reza LOVE, palabra que serĆ” el hilo conductor de toda la velada. PodrĆa parecer un ejercicio de cursilerĆa innecesario si no fuera porque ese amor al que hace referencia es el que transmite a travĆ©s de su saxofĆ³n. Todo lo que construye su cabeza y todo lo que bombea su corazĆ³n es canalizado a travĆ©s del instrumento en una perpetua bĆŗsqueda de la belleza. Ese amor del que nos habla es el motor que lo mueve todo, el que hace hablar a su saxofĆ³n y el que hace que nuestro cuerpo se mueva sin que podamos poner resistencia. El que hace que cientos de personas compren una entrada y abarroten una sala para bailar todos juntos a ritmo de funk, como si de una liturgia se tratara.
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