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lunes, noviembre 25, 2019

El Buen Hijo: la balada de Nick Cave (parte 2)

Seguimos con la historia de uno de los creadores más brillantes que ha dado la música popular, siempre relevante gracias a obras tan descomunales como el reciente Ghosteen, que vendrá a presentar el año que viene a nuestro país. Si en el anterior artículo relatamos sus años más salvajes, en este veremos brotar sus magistrales obras de madurez y revisaremos sus momentos personales más trágicos. Pasen y lean... 



En 1990, Nick había abandonado Berlín por el lejano Sao Paulo, en Brasil. El motivo: una mujer. La publicista Viviane Carneiro, con la que había iniciado una relación cuando los Bad Seeds estuvieron de gira por allí. Con ella tuvo a su hijo Luke y con ella se casó, para mudarse a vivir a Londres, tras quedar patente que, aunque vivir en Sao Paulo le mantenía alejado de las "tentaciones", no se habituaba al modo de vida allí, al ser incapaz de hablar portugués y carecer totalmente de interés para él la vida cultural de esta gran ciudad brasileña. Su matrimonio duró justo hasta la entrada en juego de otra mujer, que es el punto de arranque de este segundo y último capítulo de nuestra historia. 

Let Love In (1994) había supuesto un importante éxito en la carrera del australiano, gracias sobre todo a la ahora archi-famosa Red Right Hand, canción que se ha convertido en emblemática de su carrera y que aún hoy cosecha éxitos (por ejemplo, como canción de cabecera de la serie de Netflix Peaky Blinders). Había, por tanto, que rematar la faena. Para ello, qué mejor que elaborar un compendio de historias de atroces asesinatos cometidos por psicópatas y seres inmundos. Algo de lo más comercial...

Pese a ello y lejos de lo que pudiera preverse, el disco fue un éxito total. Por supuesto, había truco: Cave invitó a participar en Murder Ballads (1996) a diversos artistas que él pensaba que podían encajar en la piel de los personajes de las historias que querían contar. El dueto con la también australiana (y famosísima) Killie Minogue llamado Where The Wild Roses Grow dio la vuelta al mundo a través de un vídeo que se reprodujo incansablemente en MTV. Además de ella, también fueron invitados Shane McGowan, Anita Lane (ex-novia de Cave) y la joven cantante PJ Harvey.


Polly Jean Harvey era sin duda, en 1995, una de las mujeres del momento. Con una triada de álbumes en solitario a cada cual mejor se había metido en el bolsillo al público europeo. La influencia de la música de Cave en la suya era más que patente, por lo que era cosa de tiempo que se conocieran. Su colaboración en Murder Ballads quedó plasmada en un bello y tórrido vídeo en que ambos escenificaban la canción Henry Lee, con, digamos, algo más que cariño. El vídeo se convirtió en otro éxito, sobre todo cuando la noticia de que ambos artistas mantenían un tormentoso romance añadió todavía más morbo a la cuestión. 

La relación entre ambos duró poco, pero sirvió para dar por finalizado el matrimonio del cantante con Viviane y dejarle una enorme huella, que marcó profundamente su vida y su música. Hace poco, el cantante habló sin tapujos por primera vez de ese momento de su vida en su web The Red Hand Files, ante la pregunta de un fan que le inquiría el porqué de su ruptura con PJ"La realidad es que no abandoné a PJ Harvey. Ella me abandonó a mí. Allí estaba, sentado en el suelo de mi apartamento en Notting Hill (Londres), con los rayos de luz llegándome a través de la ventana (probablemente), sintiéndome bien, contando con una bella y talentosa cantante como novia, cuando el teléfono sonó. Agarré el auricular. Era Polly"

«Hola» – dije.
«Quiero romper contigo»
¿Por qué? – pregunté.
«Es el final» – me comentó.

Me quedé tan sorprendido que casi se me cae la jeringuilla al suelo."

Las drogas que Cave había vuelto a consumir obviamente no ayudaron, pero él dice que lo más determinante fue que ambos eran dos espíritus creativos con toda la megalomanía que eso conlleva, con lo que era imposible que ambos habitaran el mismo espacio. 

No obstante, la experiencia sirvió de catarsis al músico e incitó su creatividad hasta el punto de dar un completo giro a su modo de componer y grabar música. El disco resultante de todo esto cambió completamente las tornas: "The Boatman's Call me curó de Polly Harvey. También cambió la forma en que hacía música. El disco fue una ruptura artística en sí misma, con la que estoy en gran deuda. Era la generosidad compensatoria de un corazón roto, o al menos lo que pensé en ese momento que era un corazón roto: en los últimos años he reevaluado ese término. La ruptura me llenó de una energía lunática que me dio el coraje de escribir canciones sobre experiencias humanas comunes (como corazones rotos) de manera abierta, audaz y con significado, una especie de escritura que, hasta esa fecha, había evitado, sintiendo la necesidad de ocultar mis experiencias personales en historias basadas en personajes". 

Esto cambió no sólo su forma de contar historias, sino también la relación con su banda y su forma de hacer música. Donde antes The Bad Seeds funcionaban como una apisonadora de rock oscuro y en muchas ocasiones, salvaje, en The Boatman's Call su presencia era sutil, ahorrativa en elementos y adaptada al piano y la voz de Cave, que prevalecía completamente sobre todo lo demás. Un disco minimalista, íntimo y precioso que contenía maravillas como Into My Arms que aún hoy sigue siendo uno de los hitos del músico y que de nuevo cosecha éxito, continuando una ascensión ya imparable de la carrera de nuestro protagonista, que se ve capitalizada con la edición de un greatest hits, The Best Of Nick Cave & The Bad Seeds (1998).

Este período no sólo supone cambios a nivel musical para Nick, es además época de profundos cambios vitales. En 1997, tras el traspiés con Harvey, conoce al amor de su vida, la modelo Susie Bick (curiosamente, la mujer que sale en la portada del álbum Phantasmagoria, de los Damned), que logra al fin estabilizarle y es aún hoy, su esposa. Cave se convierte en un hombre asentado familiarmente, temeroso de dios y adicto al trabajo. Todos los días observa un horario de oficina en un pequeño estudio que posee cerca de su casa. En él escribirá su próximo disco. 

No More Shall We Part (2001) ahonda más aún en el tono pastoral que ya tenía The Boatman's Call, pero es un disco más de banda y sobre todo, marcado por una nueva obsesión de su autor por la religión, cuestión de la que títulos como Hallellujah, God Is In The House o Oh My Lord dejan perfecta constancia. Se trata de un disco elegante e intenso, que en términos generales revalidaba las cualidades que tenía su predecesor y cuya gira supuso para este que esto escribe su primer encuentro con The Bad Seeds en directo. Fue en la Riviera de Madrid y es un momento que jamás olvidaré. No creo que hayan demasiados actos de directo como los de esta banda por el mundo, la verdad. Menuda apisonadora. 


Nocturama (2003) llega tras dos años de gira y resulta un tanto autocomplaciente dada la trayectoria siempre ascendente que han descrito las obras de este artista con su banda. Su vuelta a las raíces rock -de la que son grandes ejemplos Bring It On (a dúo con Chris Bailey) o Dead Man In My Bed- no acaba de perfilar un trabajo que, sin ser en absoluto malo, no está realmente a la altura del resto de su discografía. Además, poco después de su aparición se anuncia el abandono de The Bad Seeds por parte de un Blixa Bargeld que se antoja insustituible por haber sido la mano derecha de nuestro héroe desde tiempos inmemoriales. 

Cave se apoya, no obstante, cada vez más en su otro hombre de confianza, el barbudo Warren Ellis, y a Blixa le sustituye James Johnston (Gallon Drunk). Con ellos, con el resto de los Seeds  y con un coro de gospel da un nuevo giro a su carrera: un disco doble, que realmente son dos discos, titulado Abbatoir Blues/The Lyre Of Orpheus (2004) y que vuelve a suponer un cenit en su trayectoria. Una obra absolutamente genial, probablemente uno de los mejores discos aparecidos en lo que llevamos de siglo XXI, que muestra una banda pletórica en sonido e ideas. El disco es un éxito sin precedentes para ellos, número uno en varios países europeos y el primero en asomarse por las listas americanas. La gira de presentación también es un bombazo, del que se deja testimonio en un directo aparecido años después en formato audiovisual. Están, de nuevo, en la cresta de la ola. 

La querencia de Cave por el trabajo a estas alturas es enorme. No contento con su labor al frente de su banda, guioniza la película de John Hillcoat The Proposition y colabora con Warren Ellis en diversas bandas sonoras. Con él, con Jim Sclavunous y Martin P. Casey forma también Grinderman, banda de rock fuerte, sucio y repleto de testosterona en la que se le ve por vez primera empuñando una guitarra y cuyo primer disco representa una grata sorpresa, el rejuvenecimiento de un artista que no para de reinventarse. 

Un poco influenciado por esto, en 2008 llega Dig, Lazarus, Dig!!!, de tonalidades cercanas al rock y al garage, un disco más descarnado de lo habitual y por tanto alejado de las texturas gospel-rock del anterior y que, sin embargo, les mantiene, a él y a su banda, en lo alto de las listas de muchos países. Sus giras comienzan a ser cada vez más multitudinarias y los conciertos que las integran, auténticas liturgias que sus cada vez más numerosos fans reciben como si fueran el maná. Parece que nada puede pararle.

En 2010 ve la luz la continuación del primer disco de la banda que ha formado con sus colegas. Grinderman II es aún mejor recibido que su ópera prima y se embarcan en una gira mundial, tras la que Cave, sorprendentemente, anuncia su separación y la verdad, parece no sólo la separación de Grinderman, puesto que tampoco los Bad Seeds revisten actividad alguna durante varios años.

Cave se refugia en las bandas sonoras que hace con Warren Ellis, en la escritura (ha escrito dos novelas, Y El Asno Vio Al Angel y La Muerte De Bunny Munro, así como varios libros de poemas) y en la familia y nada parece anunciar que vaya a haber nuevo disco con su banda de siempre. Y entonces, de repente, sin anunciarse prácticamente, en 2013 llega Push The Sky Away.

El decimoquinto disco de Nick Cave con su banda de siempre (o lo que queda de ella, dado que su otra mano derecha, Mick Harvey, también ha abandonado el barco en el intervalo) es, de nuevo y al igual que lo fuera The Boatman's Call, una nueva vuelta de tuerca. Un giro inesperado que deja perplejos a sus fans más rockistas con escapes sonoros basados en texturas que flirtean más de lo que cabría esperar con la electrónica y adoptan de nuevo tonos pastorales, reposados, casi cinemátográficos, que alejan al australiano una vez más de ese predicador, esa figura de especie de Elvis oscuro, salvaje y severo, que se desgañita en el escenario cantando por enésima vez From Her To Eternity.

Estamos, de nuevo, ante otro Nick Cave. Un artista diferente, pero a la vez coherente consigo mismo, que hace lo que ha hecho siempre: no quedarse quieto demasiado tiempo en el mismo sitio. Y como en anteriores ocasiones, el cambio le sienta fenomenal. Push The Sky Away es, teniendo en cuenta los nuevos tiempos que corren y su bajo perfil a nivel de concesiones comerciales, un tremendo éxito en su carrera, que copa las listas de numerosos países. Otra titánica gira exhibe la imponente capacidad de The Bad Seeds a la hora de transmitir su música a su público, de la cual da testimonio el directo Live At The KRCW (2013). También acompañó a la edición del álbum un más que interesante falso documental (podría tildarse también de película, según se mire) llamado 20.000 Days On Earth, que en definitiva no es sino una insólita aproximación a la figura de un autor a través de su historia y su obra, que cosechó gran reconocimiento a nivel internacional.

Y tras esto, la tragedia: en junio de 2015 Arthur, el hijo de 15 años de Nick Cave, uno de los gemelos que tuvo junto a Susie Bick, tomó LSD con un amigo y se precipitó por uno de los acantilados de la costa de Brighton, localidad en la que viven los Cave, perdiendo así la vida. Obviamente, nadie que no haya pasado por algo así es capaz de imaginar lo que debe sentirse en esas circunstancias. La mezcla de sentimientos de culpa, de desgarro, de desamparo a la que debió verse sometida la familia es imposible de mesurar.

Cave, el padre, tiempo después, dijo esto en su web: "Dos días después de la muerte de nuestro hijo, Susie y yo fuimos al acantilado desde donde cayó. Cuando Arthur era pequeño, siempre, siempre, tenía algo que decir sobre las mariquitas. Las amaba. Las dibujó. Se identificaba con ellas... Cuando nos sentamos allí, una mariquita aterrizó en la mano de Susie. Ambos lo vimos, pero no dijimos nada, porque a pesar de que reconocimos su triste significado, no queríamos menospreciar la enormidad de la targedia con una muestra sentimental de pensamiento mágico. Desde entonces, Susie y yo las vemos en todas partes. Cuando Warren [Ellis] y yo estábamos trabajando en el último álbum, una plaga de mariquitas llenó el estudio. No sé que hacer con este fenómeno, pero cada vez que veo una mariquita recibo una especie de sacudida, de reconocimiento, de que hay algo en juego más allá de mi comprensión, aunque es muy probable que sea solo sea temporada de mariquitas".


De nuevo, se refugió en el trabajo: The Skeleton Tree (2016) ya estaba en parte grabado antes de la muerte de Arthur, pero se terminó de grabar bastante después, plasmando, evidentemente, gran parte de la carga emotiva del suceso, aunque no se trata de un disco necesariamente acerca de ello. Paralelamente, un nuevo documental fue filmado. One More Time With Feeling describe el final de este proceso de grabación, así como el proceso de gestión de la angustia a cargo del cantante.

The Skeleton Tree es, de nuevo, un disco sobrecogedor a cargo de un artista total, sin miedo a desnudar su alma. Las tonalidades son aún más oscuras y opacas que en el anterior y su digestión no es fácil, pero sin duda merece la pena ante la extrema hermosura de los secretos que alberga una vez se superan esas primeras barreras que impone la experimentación. Como consecuencia, vuelve de nuevo el éxito de disco y gira. Parece que las aguas vuelven a su cauce.

No obstante, faltaba algo por hacer. The Skeleton Tree mostraba de una forma sutil la dimensión de la tragedia sufrida por los Cave, pero no era un disco sobre la muerte de Arthur. De nuevo, en sus Red Hand Files y totalmente de improviso, el australiano anunciaba la publicación, en otoño de 2019, de un disco titulado Ghosteen, algo así como "fantasma adolescente". Poca duda cabe, por tanto, acerca de su contenido argumental, pero nada hacía esperar la magnitud de la obra a la que nos íbamos a enfrentar.

Disco doble y de portada, digamos, peculiar, Ghosteen es una monumental misa funeral de un padre hacia su vástago perdido. Dividido en dos partes, una dedicada a los hijos y otra a los padres, el llanto que aflora a lo largo de sus 68 minutos es algo así como una lenta ceremonia de cremación, una experiencia sobrecogedora que representa todo un Taj Mahal hecho disco, un colosal mausoleo, una obra de arte poliédrica e impresionante que probablemente sea el pico de la carrera de un autor que ya ha hecho tanto, que parecía imposible que se superara a sí mismo.

Y sin duda lo ha hecho. Es pronto para decirlo, pero estamos ante uno de los discos más importantes de este año y probablemente también, de la década. La dimensión de la música que contiene representa una trascendentalidad que  ya no es nada habitual en los resultados discográficos de un ejercicio. Y es que la calidad artística de este insólito creador y su banda está a varias galaxias de la de cualquiera. Pocos, muy pocos, por no decir nadie, se pueden comparar a Cave y sus secuaces hoy día, ni en cuanto a autores firmantes de obras rotundas, ni en lo que a directos se refiere. Lo podremos comprobar en nuestro país una vez más en los dos conciertos que ofrecerán en Barcelona y en Madrid en abril de este año, para los que ya casi no quedan entradas. No se duerman, por tanto, si no quieren perderse uno de esos espectáculos  que les marcarán de por vida. 



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