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domingo, diciembre 29, 2019

Tortel y Alberto Montero: "Un inolvidable alzo al vuelo en el Centro Excursionista"


Que dos músicos valencianos de la alta alcurnia se encuentren y proyecten en el futuro la idea de crear un trabajo conjunto no es algo que pase de forma habitual por estos lares. De hecho, no sé si ha llegado a pasar en algún momento; lo que si sabemos que los talentos bien entrelazados suelen dar muy buenos resultados. “Alucinados” se empezó a imaginar en un concierto de Alberto Montero en Electropura dónde Jorge Pérez estaba trabajando, de aquel momento hasta que se pudo publicar, pasaron dos años en los que las canciones se fueron desembrollando en idas y venidas de notas de audio de whatsapp (dado la distancia entre València y Barcelona). 

Un Ep completamente a medias en el que con cuatro cortes (seis en total en la versión digital) sus mundos artísticos coinciden y se ponen a jugar, experimentar y adentrarse cada una en las corrientes del otro, todo dentro de un recorrido de fructíferas recompensas. Salvo que nos hayamos columpiado (que lo solemos hacer…), no habíamos tenido muchas oportunidades de comprobar como esta experiencia sonora la hacían vibrar y cobrar forma en directo. Lo que está claro es que desde estas líneas la tarde de ayer en el Centro Excursionista era nuestro momento de vivir ese “Alucinados”, con todos nuestros sentidos y con una más que necesaria bajada de revoluciones, en unas fechas en las que un momento de reposo, tranquilidad y contemplación se hacía más que apetecible. 

Cuidar (precioso alegato el que lanzó Tortel en este sentido) los espacios como el CEX debería ser un deber de todo ciudadano musical de bien. De ese que ama la música en directo, del que paga por ella (más respetables que los del todo gratis), del que va a escuchar y a vivir una experiencia bonita la cual conservará en su memoria y la hará ya parte de su vida por mucho tiempo. Y sí, a parte de todo esto, también disfrutará de unas cervezas y charlas con los amigos, pero todo eso cobrará importancia cuándo la música haya dejado de sonar. Menos mal que este bonito lugar en la calle donde crecí y viví gran parte de mí vida ha encontrado en poco tiempo a ese público. Quizá no lo creáis, pero llenan prácticamente todos los conciertos que organizan. Bien, sí, solo son cincuenta personas los que entran, pero eso en València es todo un éxito. Súmale una programación de lujo, de esa que no ves prácticamente una vez al mes en tu ciudad, o grupos que nadie te va a traer, o propuestas diferentes y originales, hace que lo tengan todo para que nuestro enamoramiento se convierta en algo eterno, en amor del de verdad. 

Después de esta meada fuera de tiesto (me voy por las ramas...) me centro en lo que pudimos volatilizar ayer gracias a la música de Tórtel y Alberto Montero; porque eso es lo que consiguieron, que saliéramos a volar sin límites, con moderada velocidad, con tiempos para ligeros planeos (de esos de tomar diferentes perspectivas), y mucho espacio para imaginar, evocar, sentir, y desbordarte del cálido amor y ternura que provocan sus canciones. Un concierto dónde las bromas y el sentido del humor está presente solo hace que confirmar la complicidad que consiguen las vivencias y relaciones que se generan entre algunos músicos; lo de la extensión del setlist al estar presentando un Ep de cuatro temas fue uno de los temas recurrentes en sete sentido. Aún así, el trazo del listado de canciones fue más que acertado, repleto de coherencia y respeto por la obra de cada cara de la moneda.  Al fin y al cabo, creemos que esto trataba este concierto. Una muestra de dos universos, de como se ven y se interpretan entre ellos, de todos los puntos en común en los que se encuentran, de cómo esto les hace crear esos cuatro cortes que seguramente fueron el inicio de una conexión muy fuerte que esperemos tenga continuidad en el tiempo (ahora que los dos viven en la misma ciudad). 

“El indeciso” fue el primer alzo susurrante de Alberto Montero con guitarra acústica y voz como únicos resortes. Seguida de “Nosotros, los animales”, una de las canciones que más se inunda de pop luminoso con filtro del mediterráneo, y la cual entrelazó de forma excelente y emocionante con “La gran prueba” de Tortel, una suerte de simbiosis que muestra ese afecto y admiración mutua entre Jórge y Alberto. Fue realmente emocionante pensar que tras la puerta un Jorge ilusionado, que ni siquiera había salido aún al escenario, escuchaba este guiño tan leal de Alberto. Se fueron sucediendo “La puerta dibujada” o “Flor de naranjo” en ese ambiente tan medieval y psicodélico de Alberto o “La casa de hojas” y “El baile extraño” (con esos aires tropicales) en esa corriente tan molona para fluir y bailar que tiene Tortel; en algunos momentos era totalmente fulgurante ver como en una canción se contraponían dos voces tan particulares como las suyas, un equilibrio cósmico causante de unos efectos hipnóticos que bien te sumergían en el mar, te traían el olor a azahar, te acunaban en una casa en la montaña o te ambientaban con esos sonidos de naturaleza tan sutiles como imprescindibles. 

Un corte como “Madera muerta” era el perfecto para ir cerrando el intenso sobrecogimiento que experimentamos ayer con el último directo del año. Parecía que la vida era otra cosa, que no podía corromperse el aire que se respiraba en el ambiente, que todo era fresco, honesto y perfectamente armonioso. No se fueron en ese momento. Bueno, sí, se fueron pero volvieron (esos bises que no falten), y cuando subieron de nuevo, empezó a sonar “Entonces sí”, de ese impresionante “Entusiasmo”. Escribiendo esta especie de crónica, o lo que sea, me he dado cuenta que esta canción me acompaña ya la escalofriante cifra de siete años. Para mí escucharla es volver al universo Tortel y a los inicios, esos primeros directos y esas primeras escuchas a sus canciones. Ayer, cobró mucha más fuerza, más bien se convirtió en uno de los momentos más hermosos vividos con esta canción, cuándo Jorge la cantaba mirando a los ojos y sonriendo a su mujer y su hijo (Alberto también tuvo su momento “in love”, esperando a su mujer…). Es lo que tiene tocar en tu ciudad y en el local de tus amigos, que todo se convierte mucho más íntimo y familiar. 

Acabamos añadiendo que todo esto que os he contado fue perfectamente (aunque eso es una constante) acompañado por Enric Alepuz, Cayo Bellveser y Jesús Macias, cuyo maestría y altura la podemos definir con las palabras que nos ha dejado Toni O. Fides esta mañana “Enorme concentración de talento por m2 esta tarde noche en el Centro Excursionista”.

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