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jueves, marzo 26, 2020

Había una vez...Sr. Chinarro. Conversaciones con Antonio Luque

La web Muzikalia, además de llevar 20 años informando sobre la actualidad musical, se convierte ahora también en editorial y nos trae este fantástico compendio de conversaciones con un Antonio Luque que repasa toda su carrera sin ningún pelo en la lengua. 


Manuel Pinazo y Chema Domínguez son responsables de la proeza de haber resistido nada menos que 20 años dando información musical de forma entusiasta, exhaustiva y rigurosa en Muzikalia, web que además a día de hoy cuenta con numerosos colaboradores y un estado de salud envidiable. Tanto, que sus responsables ahora se atreven con algo tan valiente y arrojado como es fletar una editorial y escribir libros, tan sabrosos, además, como el que nos ocupa.

Porque si hay un personaje que realmente puede representar la independencia en este país, ese es Antonio Luque. El piloto de la nave Sr. Chinarro se ha tirado toda su vida peleando a la contra, haciendo las cosas como le ha venido en gana, sin casarse con nadie y haciendo gala, por tanto, de una independencia artística real, de esas que dan significado a la palabra en cuestión. Es por eso, quizá, que los autores de este libro le han elegido para ser el primero en servir de catalizador para efectuar una certera radiografía de lo que ha sido la escena underground, por así decirlo, de este santo país desde inicios de los 90, sus tímidos e inocentes comienzos, hasta nuestros días, que han visto institucionalizar, en festivales y redes sociales, lo que antes era cosa de unos pocos "elegidos".

Además, el formato escogido-y es, verdaderamente, de agradecer- no ha sido el eterno sesudo estudio lleno de fechas, lugares y discos. Es decir, haberlos, haylos, pero es el propio Luque el que los va desplegando, al responder a las preguntas que en diversas entrevistas, presenciales, por Skype u otros medios, Manuel y Chema le han ido planteando durante varios meses a través de los cuales, se nota, su relación se ha ido haciendo cada vez más estrecha. Ellos se han ido envalentonando por la confianza y el sevillano se ha ido soltando.

El resultado tiene toda la miga que cabría esperar. Con un lenguaje siempre ágil y educado, pero con la particularidad, además, de ser especialmente ácido, lo cual le añade interés, el dueño y señor de Chinarro nos cuenta todo lo acontecido desde que escuchó su primer disco de Ilegales hasta que volvió a Musroom Pillow, tras un período de autoedición, para publicar Asunción (2018), su última referencia hasta la fecha. Por medio, su primera guitarra, primeros escarceos con la composición, el momento de juntarse con otros para formar un grupo, ese inesperado golpe de suerte al ser fichados por una indie (Acuarela) que les financió sus primeros pasos discográficos, primeros conciertos y primeros desengaños también, cambios de banda, titubeos con otros géneros artísticos e incluso períodos de tirar la toalla...


Lo mejor de todo, sin duda, es que Luque no se toma nada en serio ni a sí mismo ni, en cierto modo, a un proyecto que al fin y al cabo ha acabado siendo su medio de vida. Tal como dijo de él una vez su idolatrado Jorge Ilegal: "Debería haber cuidado más su carrera". Y quizá sea así, pero mira tú por dónde, la jugada no le ha salido tan mal. "Yo no creo ni en mí mismo, ha quedado claro" -dice el muchacho- pero hablamos de una de las carreras más longevas de la historia del pop español, por algo será.

La figura de Chinarro goza de una credibilidad y de un seguimiento que no puede predicarse de muchos de sus compañeros de generación, los cuales han ido, en el mejor de los casos, y a excepción, claro, de los Planetas (J es un elemento clave de esta historia), han ido dando tumbos para sacarse cuatro perras. Él, haciendo las cosas como las ha hecho, sin dar -según él- demasiado cuartel a una industria que no le ha satisfecho en absoluto, ha logrado un medio de vida digno y una discografía llena de trabajos -de los cuales se habla aquí con interesante profusión- mayúsculos.

Pese a ello, Antonio es bastante crítico con su trabajo. Quizá sea porque tras toda esa apariencia de despreocupación hay en realidad un pequeño fanático del control. Aunque bien es verdad, que gran parte de las dificultades con las que ha tenido que lidiar, como no contar con banda fija y tener, más o menos, que formar una ad hoc para cada disco, han hecho que el sonido no haya podido cuajar antes de entrar a grabar estos trabajos, pese a lo cual, todo sea dicho, los resultados siempre han sido notables. Algo que él sabe: "Un siete es la nota media que le dais los críticos a mis discos, yo creo que está bien ¿no? Me pasaba igual cuando era estudiante, que si me esforzaba mucho mucho, al final sacaba un diez. Pero prefieres tener más tiempo libre, hacer otras cosas, y te conformas con un siete".

Especialmente interesante es cómo, por si fuera poco, nuestro protagonista se encarga de desmitificar su figura. Cuenta desde cuando se libró de la prestación social sustitutoria de la antigua mili haciendo chantaje a su responsable, hasta cuando su banda se rompió tras estampar él un radiocasete contra la pared de pura ira. Todo eso podría hacer ver un personaje insufrible, egoísta y dueño de todos los clichés que suelen predicarse de un divo, pero la verdad es que a medida que van pasando las páginas -y pasan muy, muy rápido- uno se va encariñando con él, con su forma tan a la par estricta e inocente de ver las cosas. Con un niño grande que sigue disfrutando haciendo canciones en su habitación y grabándolas cuando puede, un tipo que, al fin y al cabo, es como todos nosotros. Su historia, en cierto modo, es nuestra historia. Y aquí está fenomenalmente contada.

El libro, al final, funciona como un excelente manual de todo lo que hay que hacer y lo que no para mantenerse a flote en esto de la música. Hay tantos aciertos como errores. Ni se plasma una visión heroica, ni idealista, ni tampoco negra como el tizón. Sí que se contemplan bastantes entresijos interesantes de las discográficas, los codazos entre los músicos, la autoedición, los sempiternos festivales o incluso cuestiones técnicas de sonido. Todo esto lo ha contemplado Antonio Luque siendo partícipe, pero manteniéndose a una suficiente distancia como para ser objetivo y crítico. Eso le otorga un valor añadido que no encontraríamos fácilmente en otros libros aparecidos en territorio nacional. Y hay que aplaudirlo, caramba.

Desde luego, para ser la primera referencia de la editorial, Muzikalia empieza más que bien. Prometen más, lo esperaremos con avidez!

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