Kurt Baker, Canciones de Pop Eléctrico Para Salvar la Guerra - Loco Club. València, 22/7/2020

Kurt salio al escenario con la certeza de que tarde o temprano echaría de menos a su banda. Pisó las tablas de la sala valenciana y su cuerpo se tensó por la energía estática de la emoción. Camisa blanca, corbata estrecha, pantalones ceñidos, zapatos negros y un repertorio repleto de píldoras de pop poderoso llenas de nervio y melodías atemporales. 

Su plan para superar el distanciamiento social era disparar canciones en línea recta, sin meandros y sin arrogancia. Era urgente recuperar algo de lo que esta pandemia de mierda nos había arrebatado y allí estaba el de Portland dispuesto a pulverizar los inconvenientes de la nueva normalidad.

Al abrir la puerta del club estremecía reconocer ese olor, mezcla de productos de limpieza y lugar cerrado, tan característico del local ¡Cuánto lo habíamos echado de menos! Nuestra última visita había sido en la presentación de los granadinos Colectivo Da Silva. Eso fue el 13 de Febrero; hace mil años. 

El Loco Club se había esmerado en dar calidez a un espacio que por imperativo legal asume como inevitable la reducción de aforo, las señalizaciones en el suelo, las mesas distribuidas a distancia prudencial, los taburetes y sillones estratégicamente colocados, el gel hidroalcohólico a la entrada y en los baños y las mascarillas cada vez más diversas. Los responsables de la sala habían creado un ambiente acogedor jugando con la luces y el mobiliario. A pesar de las caras medio tapadas fue fácil reconocer a algunas y a algunos de los sospechosos habituales. Ver a María y a Susana con unas amigas en una mesa, bien pertrechadas con sus cámaras y objetivos, también subrayó la sensación de territorio recuperado. 

Armado con su guitarra eléctrica y dispuesto, si hacia falta, a golpear el suelo, como proclama en su tema "Hit The Ground" , arrancó el señor Baker con todas las ganas del mundo. Aquello tenía que salir bien sí o sí. Nos contó, en un español atropellado pero solvente, que el confinamiento lo había sufrido en Madrid. Durante ese tiempo infinito lo único que había podido hacer era tocar frente al ordenador. En YouTube hay algunas versiones deliciosas de esas interpretaciones. Enfermos de esperar, "Sick Of Waiting", como reconocía en uno de sus temas de 2018, estábamos todos. Habíamos vivido una eternidad sin disfrutar de todo lo que la música en directo te puede proporcionar. 

El señor Baker iniciaba las canciones con concentración, tomaba velocidad y se acomodaba sobre la guitarra para ser todo uno en sus escorzos y contorsiones. Se le veía esforzado, multiplicándose para llenar los huecos que dejaba la falta de su grupo detrás. Vamos, como intentar atrapar el agua con las manos. Con cada canción un nuevo intento de conseguir lo imposible. Tampoco hacía falta, lo estábamos pasando bomba. Se sabía arropado por las miradas y las sonrisas cómplices de sus amigos de Alta Tensión y por un público que sabía porqué estaba allí. 

El escenario del Loco Club se erige en una colina de estratos repletos de recuerdos de cientos de conciertos memorables. Como el The Twisted Wheel de Manchester para los amantes del Nother Soul, el Dublin Castle para los seguidores londinenses de Madness, el The Good Mixer, también en Candem, para los amantes del Brit Pop o el 100 Club de Oxford Street para la incipiente escena Punk, el Loco Club es uno de los templos de referencia en la geografía global del Power Pop. Kurt Baker sabía todo esto y por eso tocaba como si estuviera salvando el mundo. 

Durante más de una hora repasó temas de su repertorio y tuvo tiempo para adelantar algunas piezas que recogerá su próximo trabajo. Tocaba en casa y su español le permitió revelarse con un fantástico entertainer a la altura de Jonathan Richman o Billy Bragg. Cantaba y hablaba, nos animaba, nos hacía reír y nos volvía a regalar otra gema de pop vibrante. 

Tan dentro de la actuación estábamos que llegó el final del set y el mayor sorprendido pareció ser él. Volvió a salir con más ganas y fue en ese tramo final cuando decidió regalarnos algunas versiones memorables, se acordó de Redd Kross y nos acarició el corazón con el "Cruel to Be Kind" de su admirado Nick Lowe. Una maravilla. 

No hubo guitarras alegres de acompañamiento, ni una batería de latido adolescente, tampoco pudo contar con el ritmo de un bajo trepidante, ni con esos coros nuevaoleros tan eficaces. Sin embargo, sólo ante el peligro, demostró que su compromiso, su ejecución solvente, su amor al catálogo de Stiff Records y a los clásicos del género y esa maravilla de fraseo, colorista y algo rugoso, como un joven Elvis Costello, eran suficientes para salir bien parado del desafío. Había costado tanto llegar hasta allí que todos éramos conscientes de que saboreábamos una pequeña victoria en medio de los rebrotes y la incertidumbre. Si vuelve pronto con toda la banda, como nos prometió, estaremos más cerca de ganar la guerra. 




Texto: Marcos Rubio

Fotografías: Susana Godoy 




 

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