Bien querida y “Bienhallada”, Ana Fernández-Villaverde
‘vino, vio y venció’ en el primer sold out del ciclo “Conciertos en la
cuarta fase” que nos está ofreciendo Wild Punk en la Plaza de las Culturas,
dentro del edificio “pantalla” de CajaGranada. Un lugar que, desde su
inauguración, ya se vinculó a la cultura a través de varios ciclos de
conciertos. Este año, con un formato adaptado a esta “nueva normalidad” que
parece ser necesaria, pero coarta a un público que tiene que estar
permanentemente sentado, la música ha vuelto a la plaza a pesar de las muchas
trabas que se está poniendo a la cultura para seguir su camino.
Ana Fernández-Villaverde, la niña buena del pop melódico,
llegó a Granada junto a uno de los mejores guitarristas actuales, el músico y
productor Manuel Cabezalí (Havalina), que lo mismo le tocaba la guitarra
que le hacía unos coros, todo con el buen gusto y el buen hacer que le caracteriza.
Mucho Cabezalí ahí arriba, junto a la cantante, para llenar sólo, entre ambos,
todo el espacio escénico y ofrecer un concierto, corto en duración, pero adecuado
en intensidad.
A estas alturas, no se nos escapa a nadie que la influencia
de su padrino y mentor, J. (Planetas) sigue estando presente en cada uno de los
temas que publica, y este último álbum, “Brujería”, que presentó en
septiembre de 2019, tan a punto para ver su “gira interruptus”, como tantos
otros artistas, no iba a ser menos.
Lánguida y tranquila, con una magnífica voz que parece susurrarnos
permanentemente, su repertorio se ha ido llenando de temas que uno se aprende sin
pretenderlo y que, por supuesto, no faltaron en su setlist, junto a una
buena cantidad de temas de este último trabajo que sonó mucho más cercano en ese
formato acústico que ha debido adoptarse para poder llevar a cabo conciertos.
Temas como “Muero de amor”, “De momento abril”, “Voy a salir
a buscarte” o “A veces ni eso”, imprescindibles en su repertorio en el que
también era de obligado cumplimiento cantar “Un gatito”, el single que
estrenaba justo un día antes y que tocó, esta vez en solitario y dándole un
toque diferente a lo que podemos escuchar en la grabación presentada.
Hay que reconocer que, si bien hay conciertos en los que uno
puede “sufrir” por estar sentado y en silencio, en el caso de La Bienquerida,
casi se agradecía el silencio y la intimidad, sólo rota en algunos momentos por
algún fan algo más emocionado de la cuenta que se sentía en la necesidad de
cantar, dar palmas y acompañar con el tacón a la artista. Disfrutamos así de
uno concierto posiblemente irrepetible, en el que, si bien las circunstancias
mandaban, Ana y Manuel Cabezalí supieron sacarle todo el partido para hacer de
su actuación una experiencia que se convirtió en un lujo al alcance de sólo
unos pocos.
Crónica y fotos: María Villa
0 Comentarios
¡Comparte tu opinión!
Esperamos tu comentario