No es ningún secreto que, Granada, tras el parón de la
pandemia, está intentando recuperar su bien surtida vida cultural.
Especialmente, en lo que a música se refiere, siendo este el sector más
perjudicado por la nueva normativa y las restricciones. Uno de los ciclos que acoge
la ciudad, Granada en Básico, comenzaba el viernes en la Plaza de
Toros de Granada, precisamente con Los Secretos. Un clásico que nunca
falla.
En formato trío, dos acústicas más piano, y la cercanía de un
público que ya peina canas, distribuido por las 500 sillas que le han permitido
poner a la venta a Proexa, la empresa que ha diseñado y montado el ciclo, no
hicieron sold out, pero reunieron cerca de la banda a varios centenares de
incondicionales que no han dejado de seguirles casi desde el inicio de su carrera.
Fue, allá por los años 80, precisamente durante un concierto
homenaje a Canito, batería de la formación entonces llamada TOS, cuando surge
no sólo la banda, sino todo un movimiento juvenil que se asimiló, de soslayo, a
la movida madrileña, a pesar de que sus influencias e inquietudes no eran las
mismas que las del resto de grupos que formaban parte de la misma.Ahora, con cuarenta años de historia a cuestas, habiendo
superado el momento más duro para la banda al perder a su vocalista Enrique
Urquijo, la banda ha visto interrumpida su gira, en la que presentaban nuevo
trabajo, por motivos de sobra conocidos.
En la Plaza de Toros, un rasgueo de guitarra rompía el
silencio, fruto de la sensación de prudencia que nos deja la “nueva
(a)normalidad”, para dar paso a “No digas que no”, con la que comenzó un
setlist que sumergió Granada en la nostalgia de los recuerdos que marcaron toda
una época y que, hoy por hoy, siguen emocionando. No fue hasta que sonó “Échame
a mí la culpa”, del mexicano José Ángel Espinoza “Ferrusquilla”, popularizada
por Albert Hammond y adoptada, muy acertadamente, por Los Secretos, cuando
el público empezó a canturrear, bajito, acompañando a la banda y mostrándose
más relajado a partir de ese momento.
Tras la versión, no podían faltar temas como “La calle del
olvido” o la también adoptada “Aunque tú no lo sepas”, que Enrique Urquijo
convirtió en éxito tras su encuentro en Mallorca con un Quique González que aún
ni se había estrenado como cantautor, siendo una de las históricas de una banda
que posteriormente le dio una historia propia a temas como “Ojos de gata”, que
sacaron ‘al alimón’ Joaquín Sabina y Los Secretos en el mismo mes, tras no
haber llegado a acordar quién hacía cada parte del tema y haber sacado ambos el
tema en sus respectivos trabajos.
Anécdotas también en torno a temas como “El boulevard de los
sueños rotos”, en el que Joaquín Sabina puso la letra y Álvaro Urquijo la música.
Álvaro, en plena forma vocal y con el respaldo de la certera guitarra de Ramón
Arroyo, arropando cada acorde con su habitual destreza a las seis cuerdas y,
por supuesto, los inefables teclados de Jesús Redondo, con un sonido impecable
y una puesta en escena limitada por el formato, pero siempre a la altura del concierto
dieron pie incluso a alguna transgresión por parte de una pareja del público
que llevó a cabo algo tan absurdamente prohibido en estos momentos, como bailar
pegados.
Finalizaba el concierto, con los bises que sonaron tras “Déjame”
y sorpresa incluida ya que, a petición del público, entre “Agárrate a mí María”
y “Sobre un vidrio mojado”, de los uruguayos Kano y Los Bulldog, tocaron
también “Trenes perdidos”, para regocijo de un público que terminó la sesión
con toda la entrega que puede tenerse cuando estás sentado a dos metros del
resto del mundo y, a pesar de todo, eres capaz de disfrutar de un concierto
inolvidable.
Crónica y fotos: María Villa
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