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martes, julio 28, 2020

Tagomago Fest- La Mutant. València, 24,25/07/20


Tras la finalización de cualquier festival o evento, el titular no debería nunca quedarse en un reduccionista, sencillo, aunque triunfal “se llevó a cabo”, pero en estos tiempos que nos está tocando vivir el simple hecho de ir hacia delante con un acto cultural debe considerarse un hito del que no nos podemos permitir prescindir. Sí, #culturasegura, reivindicaciones en redes, en la calle o en el bar, en enmascarillados y encarnizados debates, pero sin un apoyo real de todos los frentes implicados esto se va a la mierda y poco o nada podremos hacer para amortiguar la caída. 


Desde Alquimia Sonora creemos en la necesidad de dejar por escrito nuestras impresiones ante la valentía y esa innata decisión de tirar hacia adelante (pase lo que pase) de la gente que hace cosas más movidos por la pasión que por un rédito económico. Por eso nos parece más importante centrar el foco en cómo se saltearon los contras para salvar la esencia de un encuentro que quiere dar visibilidad y poner en relieve a la música electrónica y underground. Antonio Aura, uno de los organizadores del festival, lo cuenta con claridad: “Siempre es mejor seguir que cancelar el festival. Existía la preocupación de que al haber un número alto de espectadores se disparara o fuera un foco de contagio el espacio y el festival. Había una preocupación y un miedo que llevó a tomar la decisión de la reducción de aforo. Para nosotros ha valido la pena no tirar la toalla tanto por las bandas que han podido tener una oportunidad de tocar y de tener esa compensación económica tan necesaria, como porque el espacio siguiera con su programación. Vista la complejidad del sector privado, es crucial que haya un refuerzo de lo público para cubrir el agujero que ha generado el Covid-19” 

Para los promotores de este festival la crisis sanitaria es solo un escollo más en el camino. En cada edición han tenido su historia particular, que han sabido sobrellevar con experiencia y profesionalidad. Sin duda, seguramente, los efectos del Covid-19 serán el mayor embrollo donde se vean metidos. Aunque para Antonio Aura antes de esto también ha habido momentos realmente duros: “A falta de un mes y en plenas fallas nos anularon el espacio por tema de inundaciones. Teníamos todo contratado y no podíamos decir que fuera una causa mayor. Nos tuvimos que ir a La3. Teníamos experiencia previa de esta complicación de última hora en cuánto a festival. Hemos tenido que rehacer todo el cartel y hablar con nuevas bandas conforme se pasaban las cuestiones de las fases. Pero desde el espacio hemos tenido un respaldo total. Teníamos presente que lo primero era la salud de la gente."

Su sexta edición ha sido el primer festival celebrado en València en esta “nueva normalidad”; desde la incertidumbre tuvieron que hacer frente a la decisión de prescindir de artistas internacionales, a los lógicos cambios que han tenido que realizar en su cartel, a gestionar la producción con un mayor número de variables, y, a sufrir una reducción de aforo en la semana anterior a su celebración por un cambio de normativa. Algo que ha afectado a un público que cree en el proyecto y que ha tenido que sacrificar el no poder acceder al auditorio de La Mutant; tanto la organización, las bandas y la responsabilidad en la gestión del espacio no han obviado en ningún momento este lógico malestar, las disculpas sinceras y el pesar fueron latentes en ambas jornadas. 

Quizá en todo lo expuesto se respire más carga negativa que otra cosa, pero para vuestra tranquilidad, en la sexta edición del Tagomago Fest se respiró una corriente de energía positiva y buen rollo muy propia del ambiente en el que suelen desenvolverse este tipo de bandas. La subcultura, el sentimiento de grupo, lo colaborativo, el siempre necesario háztelo tú mismo, colocado en un auditorio para que puedan tomar otros espacios en los que poder seguir creciendo. El formato requerido por las medidas sanitarias que hizo permanecer al público acomodado en el patio de butacas a priori no es el más frecuente en estas iniciativas y seguramente repele a alguno, pero la gente tiene que entender que nuestro mundo ha cambiado. Que lo vital es que la música siga presente en los escenarios, sea como sea, y venga como venga. Pensamos que si amas la música en directo todas estas fórmulas que esperamos sean provisionales son vitales para que la cultura no pare su actividad. Aun así, desde estas líneas, creemos que recibir la música en esta posición también invita a que toda la atención sea en aquello que está ocurriendo encima del escenario. Mantenemos nuestra filosofía de que ante los problemas están las buenas soluciones. Lo decíamos antes, el trabajo duro y conjunto entre la organización y la gestora de La Mutant ha sacado a flote algo que no debemos permitir dejar morir. 
Todas las medidas sanitarias fueron llevadas a cabo a rajatabla, con un control exhaustivo en todo momento en el uso de las mascarillas, con la limpieza de la sala tras cada actuación, con nuestro nuevo amigo el gel hidroalcohólico en todas partes, y con una llamada clara a la responsabilidad individual. Si Tagomago se celebra es porque tú eres responsable. No se puede decir más claro, ¿Verdad? Ya nos gustaría encontrarnos esta actitud y seriedad en otros ambientes, creo que las cosas nos irían mejor, la verdad. Marta Banyuls, la responsable de la gestión del espacio de La Mutant, ha querido resaltar en este punto que: “Para La Mutant ha sido una apuesta colectiva de los trabajadores que realizamos nuestra gestión cultural. Pensamos que, si se hace bien, si la gente se comporta con responsabilidad, la cultura puede seguir adelante. Además, añade, que la profesionalidad de los promotores y la satisfacción con su buen hacer en todo momento, ha sido decisivo en todo momento. La cultura es vida y es nuestra pasión y dedicación.” 

La sexta edición del festival se desplegó en dos cortas, pero intensas jornadas en las que actuaron una variedad de propuestas que van entre la electrónica, el post punk o el rock instrumental, que brindó (de nuevo) a las bandas la energía de la música en directo. Se notaron sobremanera las ganas y la ilusión con que salieron a tocar; el lanzarse sin freno dejando de lado los nervios del regreso para fulgurar en la órbita mutante de un espacio que fue el perfecto refugio del público asistente. Formaciones muy recientes como Sistema fueron el claro ejemplo por la apuesta del festival de ser lanzadera para los músicos; perfectos para iniciar la jornada con algo más de reposo, un pop oscuro, contundente y melancólico, con un directo que nos hacía comenzar un viaje (iniciático en nuestro caso) hacia abajo para descubrir lo más prometedor de una música no mayoritaria pero sí cargada de personalidad propia y de una presencia contundente en el escenario. Tras ellos vendría la verdadera hostia en la cara del festival. Es muy importante que haya gente que se atreva a programar en otros espacios una música que habitualmente se mueve por zonas más bajas, más oscuras, y, sobre todo, arriesgadas. El directo de Dame Area, la propuesta de Silvia Konstance y Viktor L. Crux, fue uno de los grandes descubrimientos. Una entrega de experimentación a ratos hipnótica, a ratos de violencia extrema, algo que no puede dejar indiferente y que te pone y acelera. Ese click que tantas veces se echa de menos encontrar. Se puede programar de muchas formas, pero cuándo hay riesgo, mola mucho más. 

Un festival sentado, sí, pero con la libertad de levantarse en cualquier momento de la butaca y bailar en tu zona de confort, de modo que la energía entre público y artistas fue muy potente durante todo el festival; un verdadero feedback en un bucle infinito, sin postureos ni florituras. Aún nos retumban las bases y el ritmo incesante de la música de VVV (Trippin’ you), pero sobre todo aún tenemos impregnada el alma de Adrián en la retina. Se notaba el cariño y el efecto fan. Terminaba el viernes con Somos la Herencia y la oscuridad, que vino con ellos para quedarse también en la segunda jornada, dejando atrás esas luces y esos audiovisuales que habían sido protagonistas hasta el momento. Post-punk y una corriente siniestra que les hace sonar agresivos y pesarosos, y llevar a los extremos la experimentación con una sumersión en atmósferas marcados por ritmos tribales, por fases industriales, y por momentos ceremoniosos. 

Los primeros de la segunda jornada recogían un poco el testigo de esa ola de post-punk y techno con Alfa Estilo, con integrantes de Finale y La Plata, en el que los vimos explorar en estos estilos con soltura, contundencia, y, con una puesta en directo tan sobria como hipnótica. La sorpresa fue la del directo de Mausoleo, que era uno de los más esperados, y que fue una bestialidad, porque supieron soltar rabia y liberar tensiones en un directo con esas guitarras aguerridas, ritmos pesados y agresivos, y una oscuridad en ocasiones con algún destello de luz en la forma de cantar. 

De esas canciones que te atrapan y te elevan en un auditorio entregado por completo a la banda valenciana. Pero aún nos esperaba una recta final que se coronaba con dos propuestas arriesgadas como el rock instrumental de Gambardella que nos dejó con la mirada atónita, el corazón encogido y nos hizo soltar lágrimas de emoción. Sobre el escenario  Óscar, Jaime y Víctor, en frenética catarsis, se confundían entre la batidora de sonidos que destila su música; una brutalidad contenida en la que el jazz-rock instrumental, la psicodelia y el post rock se unen guiadas por una batería salida de otra dimensión. De Wind Atlas ya teníamos un gran recuerdo y las ganas lógicas de comprobar cómo le sentaba el cambio de escenario a sus temas. La oscuridad, los audiovisuales y la atmósfera contenida y surrealista fueron caldo de cultivo perfecto para que nos acabaran de atrapar entre ritmos hipnóticos e industriales percusiones, en sensual metáfora entre la voz de Andrea y la sensación de estar asistiendo a algo primitivo y por momentos perturbador. 

Nos gustaría terminar con las reflexiones de Daniel Cerdán, otro de los organizadores del festival: “La intensidad ha marcado esta edición. La preparación de la primera fecha, su cancelación debido a la pandemia, la asignación de una nueva fecha y su preparación, teniendo en cuenta las nuevas condiciones y protocolos. Tenemos que admitir que en algún momento hemos tenido dudas, de si iba a salir todo bien y si valía la pena…y ahora que ha pasado yo diría que sí, que sin duda ha valido la pena. A pesar de las dificultades, creo que estas cosas son necesarias, la cultura es necesaria, la música es un motor para sentir y comunicarnos. Está claro que nos hemos tenido que esforzar más, hemos tenido que estar más atentos, pero también hemos recibido más ayuda por parte de La Mutant y mucha comprensión por parte del público, que creo que han dado una lección de comportamiento, demostrando que a pesar de las circunstancias no hay motivo para parar la cultura, sí para preocuparse más y llevar más cuidado, pero no para prescindir de ella. Las nuevas condiciones requieren nuevas medidas a la hora de programar, pero creo que con buena voluntad se pueden seguir organizando eventos, siempre con cuidado y siguiendo las medidas necesarias. Nosotros hemos tenido mucha suerte, hemos tenido muy buena comunicación con La Mutant y con las bandas, y poniendo cada uno de su parte creo que hemos conseguido un buen festival. Espero que el público presente lo disfrutara tanto como nosotros. La única nota negativa es la gente que se quedó sin verlo, es algo que a todas las partes nos supo fatal, pero fue una medida totalmente necesaria para poder celebrar el festival. Pero bueno, nuestra intención es seguir montando cosas, y esperemos que esta situación acabe lo antes posible, mientras tanto disfrutemos al máximo de la música.” No podemos añadir nada más a este manifiesto sincero y honesto que ese hastag que se ha convertido en viral: #culturasegura.

Texto: María Carbonell y Susana Godoy
Fotos: Susana Godoy

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