El saber popular nos dice que un concierto de rock, ha de tener lugar cuando el sol ya no alumbra. Pero la pandemia, en su afán por revolucionarlo todo, también ha cambiado los horarios. Las 15:00 del día de Andalucía fue la hora escogida para que el rock empezase a sonar en la sevillana Sala X. Cerveza en mano y sentados en sus localidades, el público, galante de camisetas negras (que ya hay que ser valiente en Sevilla), llenaba la sala poco antes del comienzo del concierto. Iba a ser un concierto extraño para ellos, pero aún mas extraño para quienes subirían al escenario. Pese a lo alejado de estas condiciones a lo que comúnmente entendemos como “concierto de rock”, músicos y asistentes disfrutaron de la velada como si este último año no hubiera cambiado tantas cosas en sus vidas.
Los afortunados que se subirían esa tarde al escenario fueron los granadinos Sölar, dentro del ciclo Elegidos de SGAE y presentando en la capital su quinto trabajo de estudio (Rompiendo Esquemas, Clifford Records, 2021). Rock con gran gusto por las melodías y armonías que se escapan sutilmente de lo que cabría esperar del genero para llevarnos a un auténtico viaje frenético plagado de sonidos y pura potencia. Junto a ellos, los anfitriones Orthodox, doom metal stoner y un denso avant garden, retomaban su agenda de conciertos. Dos propuestas que dentro del rock, son como el día y la noche, que sin embargo consiguieron agradar al público por igual.
Llegada la hora, los granadinos se subieron puntuales al escenario. Un atronador Prokofiev (Danza de los Caballeros, Suite No. 2 opus 64) anunciaba la tormenta con la banda entrando al escenario. Juegos de luces y sombras con una espectacular proyección sobre el fondo acompañaba la subida de los músicos, que se sincronizaron milimétricamente con la proyección como si fueran la misma cosa. Que todo arda, rock con mayúsculas y último videoclip publicado por la banda fue el tema escogido para dar comienzo a los frenéticos cuarenta minutos que ocuparía la actuación de la banda. La primera parte del concierto de los granadinos fue simplemente demoledora. Los temas, cada uno mas enérgico que el anterior, se sucedieron sin casi lugar al respiro con todo un espectáculo visual y musical. En el escenario no había mas que compenetración, empaque y rock, salvando los pequeños desajustes técnicos con maestría.
Tras un pequeño saludo para coger aire, la banda presentó algunos de los tema que podemos encontrar en su nuevo trabajo concatenados con temas que llevan siendo estandarte de la banda en los últimos años, mostrando lo versátiles a la par que contundentes que esta banda puede llegar a ser. Potencia, dinamismo y espectáculo, todo el concierto fue una pequeña muestra (debido a imposibilidad de desplegar todos los medios técnicos que nos han traído y traerán en otras ocasiones) de todo lo que la banda prepara para su gira de presentación. El final del concierto no fue menos, y nos mostró la garra que mas les gusta, animando a un público cohibido que hubiera estado encantado de levantarse de sus asientos para unirse al espectáculo.
El arrollador paso de Sölar dejó paso a Orthodox, que ocupó su lugar en el escenario. El trío sevillano no tardó en desatar una atmósfera sulfúrica, llena de humo y tonos rojizos: una auténtica puerta (o “autopista”) al infierno. Dada la perspectiva que el público tenía desde sus asientos del escenario, parecían gigantes blandiendo sus instrumentos, todos con largas melenas y voz ronca y profunda. Llamaron enormemente la atención, especialmente a mi, los quince o veinte primeros minutos de actuación ya que solo se interpretó un tema. Un solo tema, que consistió en la compleja elaboración de atmósferas usando los registros mas extremos de la guitarra, el bajo y la batería, sin ritmo fijo, buscando recursos expresivos por medio de golpes, distorsiones y voces guturales. Si la entrada al inframundo tuviera música, no creo que fuera muy diferente a esta...
Entre los asistentes pudimos comprobar que las sensaciones fueron bastantes similares a la par que propias de la situación, pero sobre todo fue palpable el disfrute por aquel mantra hipnótico que repetían y variaban progresivamente de multitud de formas, trabajando especialmente la exploración del componente rítmico mezclado con las capacidades interpretativas de los instrumentos eléctricos casi como podríamos esperar de determinadas corrientes vanguardistas.
Y siguiendo con el que antes llamábamos “denso” avant garden (denso, porque eran las cuatro de la tarde), tras esta gran introducción a la propuesta de Orthodox, nos obsequiaron con una rápida sucesión de temas pesados y oscuros trabajando con atmósferas muy distintas entre si, largos ambientes de reverb y un pesado rickenbacker que marcaba la difusa estructura desde el grave mas tenebroso. Tan solo una pequeña parada nos permitió escuchar el seseo sevillano para agradecer a la sala y el personal, público y compañeros de escenario, la asistencia al concierto.
Hechos los agradecimientos, daba comienzo la recta final del concierto. Estuvo caracterizada por ser mucho mas clara en cuanto a forma, con temas rítmicamente estables pero sin renunciar a lo espectral característica de su propuesta, con un estruendoso final que (casi) levantó a la sala.
Cumplidos todos los protocolos habidos y por haber, a las 17:30 de la tarde la sala comenzaba su desalojo con un radiante sol primaveral que contrastaba con las escenas que acabábamos de presenciar, dejando a todos los asistentes con un buen sabor de boca y la alegría propia de volver a las salas de conciertos, aquellos sitios en los que hemos disfrutado de tantos momentos siempre en compañía de la gran perjudicada de la pandemia, la música.
Crónica: Alonso Wonderful
Fotos: María Villa
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