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sábado, septiembre 10, 2022

Texas (Palau de les Arts) 06/09/2022

 




El paso de la gira de Texas por nuestro país para celebrar los 30 años de la publicación de su primer trabajo “Southside”, se convirtió en una de esas citas maldecidas por la pandemia, por lo que, por fin podemos decir aquello de que, a la tercera (la segunda en nuestra ciudad) fue la vencida. Toda espera merece la pena si es para ensalzar como bien se merece una carrera de más de tres décadas; la efemérides y la noche se dividió en dos partes, una más reposada, elegante, dónde la emoción quedaba un tanto contenida, y dónde ya pudimos comprobar que la voz de Sharleen Spiteri sigue teniendo esa fuerza que le dio una identidad desde hace ya un tiempo reconocida mundialmente. 

El reencuentro de Texas con su público tuvo lugar en el majestuoso Palau de les Arts; con todas las localidades agotadas, una puntualidad necesaria en estos tiempos que corren (el tiempo que perdemos esperando los fotógrafos… una historia que contar), la expectación previa de lo que allí iba a ocurrir, y por delante, un acontecimiento importante en la ciudad de València, a veces tan escasa en la visita de grandes nombres. En nuestras infinitas reflexiones en torno a la música en directo, desde la redacción pensamos que, aun teniendo los espacios, para los promotores es difícil arriesgar a llevar según que tipo de producciones. Desde estas líneas siempre nos alegramos de estos triunfos, y creemos y apostamos por ellos. 

En esa primera parte, Sharleen se escondía detrás de su atril, nos entregó una versión de ella misma más tímida, aunque ya fuese acortando la distancia con su público con el que no paró de interactuar duranta las más de dos horas de concierto (selfie con una fan, defendiendo a su público, ¡Gracias!, llamando la atención con ternura a los que se quedaban sentados o escribían mensajes). También iba teniendo esos guiños de complicidad con su banda y su equipo técnico que hacen que se traspase la barrera de estar delante de una estrella, para darnos cuenta de su calidad humana, de su sencillez y de su encantador sentido del humor. A su derecha el único compañero original de la banda y fundador de ésta, Johnny McElhone, con esa elegancia y clase que caracteriza a los bajistas, ya fue mostrando alguna pequeña sonrisa, esas de satisfacción, que hacen ver el cariño y respeto que se profesan. 

Una actuación que Sharleen describió como que íbamos a ver a sus propios teloneros, pero sentados y más relajados, en comparación con el torbellino vital que fue la segunda parte. Tras un receso de veinte minutos, retirada de taburetes, subida de los pies de micro, y un setlist a primera línea del escenario para que todos pudiéramos guardarlo en la memoria de nuestros móviles, por si, por lo que fuera, dentro de unos años se nos olvidase aquella noche. Creo que esto nos va a ser imposible a los que allí estuvimos presentes, la nostalgia no siempre es mala compañera, sobre todo cuándo se vive con vitalidad, con sonrisas, con todos los bailes que nos pegamos, las palmas, y con un montón de recuerdos de juventud regresando a tu cabeza. 

Una segunda parte con toda la electricidad de sus canciones descargada, y en la que, su banda brillaba y encajaba a la perfección, con espacios de protagonismo para todos (los solos de guitarra, aporreos de teclados o la bestialidad rítmica que nos dejó en muchos momentos extasiadas y maravilladas). Sonaron entre otras, Summer Son (esas miradas que se cruzaban en la pista de baile en aquella discoteca…), The Conversation, o las más soul como "When we are together” o Mr. Haze (con la euforia desparramada por todo el escenario). Generosos con el tiempo, la ocasión y la espera bien lo merecían, no paró de moverse y animar al público, momento memorable cuándo subió toda la escalinata para bailar junto a ellos mientras un halo de luz blanca les iluminaba (¡Qué bello hubiera sido captar ese momento!), al bajar y poder volver subir al escenario, ya se guaseó a si misma, diciendo que en su cabeza creía que aún era joven pero luego su cuerpo le decía que no tanto. Aunque, la verdad, lo que demostró el otro día, es para admirar y vanagloriarse de un aguante físico excepcional. La despedida (la del bis, que ya todos estamos curtidos…) fue con I Don’t Want a lover (con ese sonido metálico y fronterizo de la guitarra que te eleva hasta el séptimo cielo) y “Supicious Mind” de Elvis cerrando una noche altamente hipnótica y enérgica.

Galería Fotográfica: María Carbonell

















































































































































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