Cuando supe del sold out que colgaron Rufus T. Firefly a varias semanas del bolo entendà que llegar pronto a este concierto serÃa vital para la fotografÃa. Y asà me planté en la sala Jerusalem Club cámara en mano para empezar la jornada con los maños Calavera que ya tocaron para un nutrido número de asistentes que coreaban sus canciones para sorpresa de los que poco conocÃamos de esta potente banda. Grato regalo en forma de pop atemporal para calentar a un público que ya se hacinaba para recibir a Rufus T. Firefly en cualquier rincón transitable de la sala.
La última vez que les vi fue en enero de 2018 en 16 Toneladas y a pesar de tener un vago recuerdo del bolo, viendo aquellas fotografÃas sà recuerdo la fuerza y conexión con el público. Cinco años después la evolución es estratosférica. Ahora son seis músicos encima del escenario consolidando una banda mucho más potente, perfectamente engranada, con un público incondicional que les veneran y cantan sus canciones. Y que canciones. Al frente VÃctor dirige la banda con la mirada, parece tenerlo todo controlado y todo funciona como un reloj suizo. Y asà va transcurriendo el concierto desde temas de pop sugerente hasta llevarte sutilmente a parajes donde el funk se fusiona con esa psicodelia soft o explotar en pasajes de rock progresivo en un alarde de virtuosismo con la mirada muy puesta en los 70. Sin duda uno de los mejores directos que he visto en lo que llevamos de año con una banda que con solo tres discos lleva una trayectoria imparable.
Texto y fotos: Juan Pardo
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