Descubrí a Bersuit Bergarabat justo en un momento en el que el rock latino se colaba en las cavernas de nuestros cerebros de la mano de bandas como Fabulosos Cadillacs, Molotov, Julieta Venegas y Aterciopelados; el fanzine Zona de Obras y el disco de Calaveras y Diablitos. Éramos jóvenes, punkies y desprejuiciados. 

Abría para Bersuit Cecilia Pekarek y Skaparrapid caldeando a un público que fue entrando paulatinamente a la sala hasta completar más de medio aforo. Dos teloneros de altura que encajaban entre un público diverso con especial protagonismo del efusivo grueso latino que en los primeros compases de la banda argentina ya se arremolinaba en la primera fila. No tardaron en sonar los temas de Libertinaje y esa batería incontestables, aparecer las banderas y camisetas argentinas y, sucumbir a la tentación de un pogo de germanor, a la celebración de un acontecimiento que consideramos único y en nuestras cabezas irrepetible. No calculé el tiempo del concierto, quizás dos horas, lo cierto es que salvando un par de ratos que me mezclé entre el público para zambullirme en la masa y vivir esa intensidad que solo se aprecia estando en el meollo, me pasé gran parte de bolo en el foso, disfrutando desde ese espacio privilegiado y de unos músicos en estado de gracia que disfrutaron como niños enfundados en sus pijamas.