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miércoles, octubre 12, 2011

Entrevista a Louisiana: "Hacer música supone traficar con tus emociones"

Hace nada os traíamos lo nuevo de Louisiana. Luís y Ana son Louisiana. También lo son el resto de la banda, pero incorporarles en el nombre del grupo habría dado como resultado un trabalenguas. Un Louisiana que nada tiene que ver con ese estado sureño en el que el jazz, la santería y los vampiros inundan las tiendas de souvenirs. Souvenirs, como Louisiana son términos franceses... quizás sea casualidad o solo causalidad... Pero en estos términos navega la nube sonora llamada Louisiana, entre el azar de las palabras, la poética de sus letras y el arraigo emocional (y emocionante) de las melodías. Incluso en aquellos momentos en los que la letra desaparece, su propio silencio se adueña del lirismo escrito; y es en los pasajes cantados cuando la voz de Ana Muñoz se desvincula de la letra y se convierte en instrumento. Hoy compartimos un poco de ese peculiar universo y viajamos a Louisiana acompañados de Ana sin necesidad de facturar... ¿o sí?

Alquimia Sonora: Louisiana sois los culpables de un primer trabajo editado al que muchos hemos mirado dos veces por lo asombroso de su factura. Una producción impecable gracias a Rafa Domínguez en la que las letras y la melodía cobran una dimensión abierta. ¿Cómo fue el proceso de gestación de este trabajo?

Ana Muñoz (Louisiana): Muchas gracias por tus generosas palabras. Rafa Domínguez posee una mente privilegiada, es un auténtico genio. Desde que lo conocí, primero como músico (Guisante es el nombre de su proyecto actual -¡Rafa, saca ese disco ya!-), hubo algo que me cautivó. Cuando nos pusimos en contacto con Virtualbum, Luis y yo teníamos claro quién queríamos que fuera nuestro productor. Y Rafa accedió pero, puesto que se hallaba trabajando en su nuevo estudio de grabación, La Cafetera Atómica II, no pudimos comenzar a grabar hasta pasado un año largo. Creo que nos vino muy bien ese periodo de tiempo porque, de otro modo, el resultado del disco habría sido distinto, por supuesto precipitado. La citada circunstancia nos permitió “instalarnos” en un proceso de pre-producción en el que trabajamos las canciones casi exhaustivamente, prestando especial atención a los detalles y con el horizonte de la grabación siempre en nuestras cabezas. Además, conforme iban pasando los meses, fueron surgiendo nuevas canciones que finalmente incluimos, en detrimento de otras que en un principio iban a formar parte del disco. Para mí supuso prácticamente mi primera vez en un estudio de grabación y resultó una experiencia muy estimulante, intensa y positiva. Me gustó muchísimo. Fue como hacer un paréntesis en nuestras vidas, como si me hubiera ido de vacaciones a la luna. Duró unos dos, casi tres meses. Y también fue “duro”. Recuerdo cuando llegó el momento de grabar voces, por ejemplo: sufrí el famoso (y hasta entonces desconocido para mí) “síndrome REC” y me vi aquejada de una laringitis apocalíptica que me impidió cantar durante varias semanas. Al volver a cantar sentí vértigo, ¡uf! Del mismo modo, recuerdo salir a correr todas las mañanas con las premezclas sonando una vez tras otra en el mp3, atenta a aquellos puntos que hubiera que tratar con Rafa en la producción. En cualquier caso, confiamos en él plenamente. Y valoro lo bien que nos hizo sentir y nos trató. Él, antes que productor, es siempre músico, de modo que empatizó con todos nosotros y nos ayudó a combatir inseguridades y miedos. Además de comprender, en la medida de lo posible, nuestras rarezas. Una vez grabado el disco, pudimos emitir nuestro grito de guerra: “¡A masterizaaaaar!” y dar los pasos siguientes, en relación al diseño gráfico, por ejemplo. La verdad es que cuando pienso en el disco me doy cuenta de que supimos rodearnos de grandes artistas y profesionales (Javier Roldón, Javi Polo, Jorge Fuembuena...) que además eran personas cercanas a nosotros.

Vamos, grandes profesionales pero mejores amigos, ¿no?. Algo que sin duda influye en el resultado final. En este disco homónimo (también “Louisiana”) se incluyen 7 temas en los que podemos descubrir influencias del indie estadounidense de los '90 (el inicio de “No hay valor”), del indie patrio como el de La Buena Vida (en “Que me Desamor”) pero también rastros de un pop progresivo o de un folk en el que las melodías los sobrevuelan sin detenerse en estas etiquetas. Escuchamos “Louisiana” y es evidente que tenéis un estilo propio pero, ¿cómo sobrevivir al margen de estilos manidos o de etiquetas asignadas?

Se sobrevive si se tienen unas buenas tijeras a mano. Supongo que eso es todo. Aquellos que se acerquen a un disco cualquiera deberían actuar como hago yo (y como hace cualquier mujer) cuando me compro una falda: en cuanto llego a casa quito todas las etiquetas. Son incómodas, pican. En cuanto se adquiere la prenda ya no sirven, si las etiquetas cumplen algún tipo de función informativa, su “existencia” es limitada. Además, nadie puede pasearse por la calle con ellas puestas, provocan extrañeza en los demás. Pero te agradezco que opines que tenemos un estilo propio y que recurras a la denominación de “pop progresivo”. Me encanta.

Aunque seguro que a más de uno se ha encontrado en mitad de la calle con la etiqueta de la camiseta pegada a la misma... Ja, ja, ja... Si hay algo que nos llama la atención de vuestro debut es lo compacto de los temas. Algo que es difícil encontrar en grupos con una trayectoria tan corta: o bien la voz no empasta correctamente, o las distorsiones se convierten en recurso usado sin control, o las letras se quedan en la superficie,... Sin embargo desde la primera escucha de “Louisiana” nos damos cuenta de que estamos en otra escala. ¿Hay más trabajo y esfuerzo que corazón e inspiración... o es al revés?

Hay una sucesión lógica de distintas fases: para mí, la composición de lo estrictamente musical supone un proceso muy intuitivo y casi visceral. Sigo una dinámica de trabajo, es decir, que no creo en la inspiración a no ser que las musas me descubran con la guitarra en la mano, pero obviamente me muevo por pulsiones e im-pulsiones. En ese sentido, intento que la música no sea algo tan matemático como nos enseñaba el profesor de solfeo hace años. Dicho esto, no creo que corazón y esfuerzo-trabajo sean incompatibles. Más bien al contrario. De hecho, cuando compongo una “canción” (el proceso concluye al compartirla con Luis y más tarde con la banda), me sumerjo en un estado de absoluta dedicación y casi obsesión, no puedo hacer nada más hasta que más o menos la siento cerrada. El trabajo y el esfuerzo son indispensables. El nivel de renuncia y sacrificio que nos exige este proyecto, no solo a nivel creativo..., el precio que hay que pagar es tan alto que a veces resulta desalentador. Al fin y al cabo, hacer música supone traficar con tus emociones y eso es algo delicado que puede hacerte daño o acabar por quemarte. Por eso hay que disfrutar de todas y cada una de las fases del proceso. Disfrutar del trayecto y dejar de quejarse (“papá, cuánto queda”, “papá, me hago pis”), porque puede ser que nunca lleguemos al destino que más o menos de manera inconsciente todo creador se fija.

Hablas de “tráfico de emociones”, y en vuestras letras el dolor, el amor, los desencuentros o las historias inacabadas lo impregnan todo de ocre, pero también de luz y de distancia. Tú eres la responsable de arañar al alma para crear las letras de este álbum, algo que debemos explicar viene de tiempo atrás, de su trayectoria como poetisa y de la fascinación por la creación literaria. ¿Dónde aparece la necesidad de añadir música a tus poemas?

En realidad, cuando me mudé a Zaragoza llevaba años componiendo y deseando concretar mi proyecto musical, algo que no sucedió hasta que conocí a Luis (precisamente al término de un recital de poesía en el que participaba) y me convenció de que, con las canciones que me callaba, podíamos hacer algo juntos. Yo había realizado alguna prueba para un par de grupos de la ciudad pero, cuando me preguntaban si componía, respondía negativamente. Me daba mucha vergüenza y me costó “emanciparme” de ese pudor. Dicho esto, las canciones son canciones y los poemas son poemas... me refiero a que las canciones no son poemas musicados. Puede suceder que un poema me lleve a componer alguna canción o viceversa, por ejemplo, este verano he estado trabajando (y sigo, aprovechando ratoncicos libres) en una colección de poemas que nacieron a partir de una canción. Dicha canción se llama “A-mares” y se refiere a los prolegómenos de una historia de la que fui co-protagonista y que necesitaba expresar de manera más “ambiciosa”, por así decirlo. Porque ella sola no bastaba para el desahogo. Emocionalmente hablando, hay necesidades que se caracterizan por su insaciabilidad. Volviendo a tu pregunta... ji, ji, ji..., hace poco leí una entrevista a Fon Román en la que afirmaba que “Las melodías no necesitan palabras para ser canción; en cambio, las palabras necesitan melodía para ser cantadas”. La música es lo primero que genero cuando comienzo a componer una canción. Quizá tenga algún verso en mente que me interese incorporar, pero funciono mucho guiada por el famoso método del “guaching guor, guaching güel”.

Se ha dicho que son letras angustiosas, que tu voz, Ana, recorre lugares más lúgubres y que, en definitiva, hay una tendencia a la oscuridad. Sin embargo no creemos que sea así, sino que se trata de un álbum luminoso en conjunto, quizás por la ceremonia de supervivencia que en él se esconde, o quizás por el olor a pesadillas superadas que se destila. “En la oscuridad os perdéis para encontrar otras miradas...” ...

Desde luego, quien opine que Louisiana es un grupo oscuro, está en su derecho de hacerlo, a mí no me molesta... pero no me lo parece. Al menos no en este disco. Si el léxico utilizado en un poema connota oscuridad, éste será oscuro, en cambio, una determinada melodía puede iluminar cualquier letra oscura. A mí, este contraste me resultó muy importante en “Louisiana” y, sobre todo, productivo. Cuando soy feliz, no experimento esa necesidad imperiosa, como suele decirse, de expresarme, de dejar constancia de lo que siento. Sí, es eso, dejar constancia. Compongo desde el dolor y, a medida que voy concretando una canción, también voy lamiéndome las heridas. ¿Exorcismo? Absoluto. Suelo regodearme de que no lloro, pero todos necesitamos llorar. Y, para mí, cantar es una forma de hacerlo. Desde un impulso vitalista, además.

Siempre acabamos expresándonos de alguna u otra forma, ¿no es cierto?. Y junto a las composiciones de Ana, Luís Cebrián como la mitad indivisible de Louisiana. Un encuentro surgido de ese punto en común que podría ser la poesía... ¿Sois como los Zooey Deschanel y M. Ward de Zaragoza?

Efectivamente, Luis es la mitad indivisible de este proyecto, aunque ahora mismo no esté aquí respondiendo a vuestras preguntas para demostrarlo. Puede parecer extraño, pero creo que contamos con lo mejor y lo peor de un matrimonio, sin existir entre ambos ningún tipo de vínculo erótico-festivo. Luis y yo nos conocimos, descubrimos que éramos prácticamente vecinos y pusimos en común algunas de esas pequeñas canciones que yo guardaba. Aquel verano habría sido muy aburrido sin él. Pasados unos meses, después de haber ensayado horas y horas frente al espejo de mi habitación y haber ofrecido un par de conciertos, nos dimos cuenta de que necesitábamos una banda que nos reforzara y fue entonces cuando se incorporaron tres músicos, de los cuales ahora solo prosigue Dani, nuestro batería (espero que por mucho tiempo). Entonces pasamos a ensayar en el salón de casa. Afortunadamente, ahora ensayamos en unos locales destinados a ese fin... y seguimos sin tener problemas con los vecinos. Hemos ido muy pasito a pasito. A finales de este verano, iniciamos una nueva etapa, considero. Ah, puedo asegurarte que, si conocieras a Luis personalmente, no lo habrías comparado con M. Ward, sino con otro músico... y hasta aquí puedo “leer” (se supone que esa excentricidad suya no me hace ni pizca de gracia).

Ja, ja, ja... Pues queda pendiente desvelar ese “secreto” en la próxima entrevista... Musicalmente este trabajo se desliza por aguas en las que lo habitual queda desterrado. La melódica, el clarinete y el metalófono -xilófono, para entendernos- dotan a cada una de las composiciones de una profundidad sonora cristalina. Hay grupos que intentan introducir toques más folk -el xilófono de Russian Red o la melódica de Los Seis Días, por ejemplo- pero, ¿por qué os decidisteis por incluir estos instrumentos?

Supongo que, más allá de la formación canónica de guitarras-bajo-batería, la incorporación de otro tipo de instrumentos contribuye a enriquecer las canciones. Se puede expresar más y mejor. La melódica, el metalófono, el clarinete (si supiéramos tocar la gaita, también)... incluido el silencio: de cara al próximo disco, nos gustaría potenciarlo, investigarlo. Creo que en la música contemporánea los silencios están infravalorados. Y cada vez me gustan menos los grupos cuyos integrantes se empeñan en exhibir su virtuosismo por encima de una canción, en tocar todos a la vez y todo el rato. Lo importante, más allá de los individuos que las componen, son las canciones. Y en ese sentido, hay que mirar siempre por aquello que es mejor para las mismas.

Este es un aspecto que todos los grupos que comienzan olvidan y sí, es cierto que en muchas ocasiones se olvida de la entidad de la canción en sí, algo que sí que está presente en vuestras canciones y que, reconozcámoslo, nos encanta encontrarnos por el camino. Pero sigamos... Uno de los temas que más nos ha llamado la atención es ese “Daddy” de apenas 50 segundos, que se convierte en el preludio de “Reformulación de Daddy” y en el que despliegas tu clarinete muy al estilo de las composiciones de Alfonso Vilallonga. ¿Por qué este pequeño regalo instrumental?

Porque no me permitieron que durara más de 50 segundos (nota mental: hay que mirar siempre por aquello que es mejor para la canción, Ana).

Ja, ja, ja... No te preocupes, si es necesario toda la redacción de Alquimia Sonora hablaremos con Luís y con el resto para convencerles... Uno de los temas más que más nos han sorprendido ha sido “Feliz daño nuevo”. Con una melodía que parte de lo clásico pero que luego va adaptando modos y ademanes más complejos acabando en la distorsión final de la voz. ¿Con qué canción os quedáis cada uno de “Louisiana”?

Es curioso, pero canciones que dejan de tener sentido, de repente lo recuperan de nuevo. Me sucedió este verano con “Que me Desamor” o “Feliz Daño Nuevo”, pasé de no querer interpretarlas en directo (las sentía lejanas en el tiempo y la experiencia, y pensaba: “para qué voy yo ahora a revivir todo este dolor, si ya lo superé”) a necesitarlo. Y en los ensayos. Y en mi habitación. Sentí que la distancia y el silencio volvían a ahogarme, algo que había cantado en aquellas dos canciones. Pero mi preferida de ahora mismo se llama “¡Hola!”, que compuse hace una semana y que ya he podido compartir con Luis, incluso con Dani. Incorporar una canción a la banda sonora de tu vida de una manera tan inmediata resulta muy sanador. Y compartirla en el local de ensayo cuando está en su punto álgido (porque se refiere al presente más inmediato) es una experiencia muy intensa, una auténtica catarsis que viene a confirmar el sentido de la música. De sanación, de terapia de grupo, casi. Luis y yo solemos bromear con que las canciones son partes “cardiológicos” que reflejan nuestra enfermedad o nuestra salud en ese aspecto. Yo con estas cosas soy muy callada, así que en realidad no es broma.

Luis me contó ayer en el ensayo que su canción favorita del disco es “Circo / El Cuento de la Princesa y el Guisante”, también conocida como “Rafa Domínguez”... ¿en su honor?

De los 8 temas que forman el disco, hay uno que nada tiene que ver con melodías sonoras o con partituras. Se trata del diseño de la portada, una canción más en vuestro tracklist. Un avión, un paisaje donde perderse y el abrazo de dos niños... ¿Cómo llegáis hasta Jorge Fuembuena?

¡Ajá! Nos gusta pensar que la portada del disco es la octava canción. Se trata de una fotografía de Jorge Fuembuena: forma parte de su colección “Kids”, que ha obtenido numerosos y muy importantes premios y que fue tomada en Islandia en el verano de 2009. Fue Marta, hermana de Jorge y amiga mía, quien me sugirió que echara un vistazo a “Kids” (puede hacerse desde www.jorgefuembuena.com). Me aseguró que estaba en la línea de la obra de fotógrafos como Ellen Kooi, que me maravilla. Con la obra de Jorge Fuembuena flipé. En seguida deseé que aquella foto se convirtiera en la portada del disco. Me apasiona porque tiene cierto componente onírico muy poderoso y creo que refleja un juego de contrarios muy preciso, el más evidente entre la inocencia de esos dos niños que se abrazan y el avión de guerra.

La prensa especializada ha hablado bien de vuestro debut desde que apareciera a principios de este 2011. Sin embargo de las buenas críticas no se vive, al menos de momento. Que “Louisiana” haya sido editado por www.virtualbum.es online dice mucho del estado de la industria musical. Sí que es cierto que editar un CD o un vinilo en formato físico es darle forma a un trabajo, pero implica unos costes que no se pueden afrontar. ¿Cuál creéis que debería ser el camino a seguir por la industria musical para salir del bache en el que está inmersa?

En bachillerato, mi profesora de Economía nos explicaba que la crisis respondía a un comportamiento cíclico de la economía, que era parte de un proceso circular. Para avanzar hasta el siguiente estado, en la industria musical como en todo, supongo que lo importante es no quedarse quieto, luchar contra el inmovilismo, ir siempre hacia adelante. Desde luego, no podemos esperar a que alguien nos saque de ésta porque nadie lo hará. Nuestras competencias son muy básicas y se reducen a lo que nosotros mismos podamos hacer por Louisiana, por burlar ese bache en el que se halla este maldito negocio. Editar nuestra primera referencia discográfica a través de una plataforma virtual nos pareció la manera más inmediata, directa y cómoda de llegar al grueso del público potencial. Ignoro cuáles serán las cifras de descargas en este momento pero, cuando sacamos el disco, se sobrepasaron las mil en cuestión de cuatro o cinco días y esto no habría sido traducible en ningún caso por discos vendidos en formato físico. A mí me gustaría que la gente nos escuchara y que viniera a escucharnos también a los conciertos, ése es digamos el objetivo, el sentido último y más gratificante de todo esto: sentir que ese ambiguo ejercicio de exhibicionismo, que para una persona más bien tímida supone sacar a la luz sus canciones, no ha sido en vano, que los esfuerzos se ven recompensados porque las canciones que deseamos compartir trascienden y llegan al público. Volviendo a lo expuesto hace unas líneas, es necesario mantenerse activo, hacer cosas, componer, grabar, tocar... Para mí, la verdadera herramienta contra la frustración es el trabajo constante, sentir que se avanza hacia algún lugar.

Descargas, presencia en las redes sociales,... Internet permite utilizar herramientas con las que antes no se contaba y que permiten difundir cualquier tipo de actividad. Una promoción y difusión que ha pasado de estar en manos de las grandes empresas a democratizarse. De hecho Louisiana está presente en las redes sociales de forma activa. ¿Os da pereza tener que actualizar páginas y estados o os sentís cómodos con esa cercanía con vuestros seguidores?

Bueno, considero que la cercanía con los seguidores no nos la proporcionan las redes sociales sino, más bien, el contacto directo con ellos. En los conciertos, por ejemplo. A mí lo que me gusta es componer y tocar. Interactuar con la gente, en principio, también. Pero no pasar las horas muertas frente a la pantalla del ordenador. Internet es muy frío. No obstante, entiendo que se trata de un elemento importante de exposición y promoción que ningún grupo que quiera darse a conocer puede obviar. De todos modos, somos víctimas de una sobrecarga informativa que llega a saturar (los grupos en general no tenemos piedad ni respeto cuando de “spamear” se trata) que algún día debería hacer “boom” y acabar con todos nosotros.

...un “zas!, en toda la boca” informativo por todo lo alto... Por lo que a los shows en directo se refiere, ¿qué ofrece Louisiana sobre el escenario?

Yo no sé venderme, es algo que me incomoda. Y puedo decirte que me horroriza la palabra “show”, aunque no debiera, porque no estoy segura de que ofrezcamos un espectáculo... Sí canciones, en distintos formatos, dependiendo de si quienes nos subimos a un escenario somos Luis y yo o si lo hacemos acompañados por algún miembro de la banda, incluso por la banda entera. Puedo decirte que ofrecemos canciones en las que intentamos mimar mucho tanto letra como música aunque sé que habrá infinidad de grupos que respondan de la misma manera... También puedo decirte que somos un grupo de comunión de contrarios, eso es muy cierto, a todos los niveles. ¡Ah!, si algo he aprendido desde que comenzamos a ofrecer conciertos fuera de Zaragoza, es que interactuar con el público es necesario. Porque no te conoce, no sabe quién eres. Quizá para otros grupos no sea tan relevante, pero a Louisiana no creo que nos beneficiara (de hecho, ya lo hemos constatado) el hecho de bajarnos del escenario sin haber dicho prácticamente cómo nos llamamos. Cuando traficas con emociones (y me repito) hay que ganarse la confianza del público, qué menos que esforzarse por establecer una conexión con aquella persona que ha pagado por escucharte. Mostrarse agradecido es sagrado. En ese aspecto, en el de la conexión, la siento mucho más intensa cuando vamos Luis y yo solos. Emociona a la vez que impone tocar ante un grupo reducido de personas, en una sala mediana o pequeña. Nos sentimos como desnudos y sin barreras. Podemos mirar a los ojos de la gente e interpretar el brillo o la sequedad de sus miradas. Obviamente, cuando vamos con toda la banda las sensaciones que nos invaden también son una pasada. Además de que el formato me permita llevarme la guitarra eléctrica y el pedal de distorsión, ja, ja, ja,... Si somos 5 sobre el escenario se muestra de manera más exacta cuál es el sonido que nos interesa, con la batería y un set de percusión alternativo, por ejemplo, o con todos esos instrumentos (clarinete, melódica, metalófono, teclados... gaita) sonando. Sentir que la banda se involucra en una canción hasta hacerla de todos y sentirla como uno solo es genial, a mí me emociona durante los ensayos y en los directos me vuelve loca. Me gusta mirar a Dani y comprobar que estamos sintiendo acompasadamente, a la vez. Es una sensación indescriptible. El paso siguiente y más elevado es eso mismo traducido en el público. Yo quiero sentirlo alguna vez, pero de verdad.

Quizás sea sobre el escenario de El Veintiuno el próximo noviembre en Huesca... Y ya que nos hemos acercado a Aragón, Zaragoza es más que Héroes del Silencio o Amaral...

Seguro que Luis contestaría de otro modo a esta pregunta, pero a mí no me gusta hablar de escenas locales. Puedo decirte que en Zaragoza hay muchos grupos de música, una barbaridad. A mí me gustan gente como Big City, Bigott, Bronski, Copiloto, Da, El Brindador, Guisante, Haiku, Picore, Slogan o The Fractal Sound... Sin olvidarme del Sergio Algora de El Niño Gusano o Muy Poca Gente (del que Rafa Domínguez formó parte). No porque sean de Zaragoza o residentes en, sino porque son buenos. ¿Un sello? Grabaciones en el mar. ¿Una sala de conciertos? La Lata de Bombillas.
¿Hay que salir de Zaragoza para que se conozca más a Louisiana?

Sí, quiero.

Y antes de acabar la entrevista y de llegar finalmente a nuestro destino en Louisiana, conozcamos un poco cuál es el desayuno sonoro y continental de Ana...

En mi caso, no puedo parar de escuchar el nuevo disco de Bon Iver. Si pudiera, me sumergiría en una canción como “Perth” y pasaría en ella el resto de mi vida. También “Brotherocean”, lo último de Syd Matters, que me chiflan y en otoño más. Llevo semanas prestando atención a los discos de God Is An Astronaut, hay algunos que tenía olvidados. Lo próximo, “Metals”, de Feist.

Te recomiendo desde ya (desde un YA mayúsculo) el “Metals”. Y hasta aquí puedo leer ahora yo... ¿Y para el almuerzo, tan typical Spanish?
¡“Adelante Bonaparte”! Me emociona. Es fascinante la capacidad creativa de los miembros de Standstill. Su inquietud, en el sentido de estar siempre haciendo cosas y planteando nuevas vías de expresión para llevar a cabo sus proyectos. “Adelante Bonaparte” es una obra de arte ambiciosa y abarcadora, que lo transciende todo. Y el directo es impresionante. Con amigos que compartan esa pasión por la música, lo mejor. Ahora mismo estoy deseando que salga lo nuevo de Egon Soda.

Para los que anden algo despistados, la voz de Egon Soda es Ricky Falkner, miembro de Standstill... La cuadratura del círculo... Y a partir de aquí, ¿qué otro destino le espera a Louisiana?

Gracias a Kike (nuestro manager) y a Marisa (Promociones sin Fronteras) estamos cerrando fechas para seguir tocando fuera de Zaragoza. De modo que proseguir con la gira es lo más inminente. Por otra parte, hemos acordado con Rafa el momento de entrar a grabar las canciones del próximo disco. Y, en cuanto termine de contestar a tus preguntas, saldré a dar un paseo. Estos son nuestros proyectos a corto plazo (los que podemos confirmar).

Ja, ja, ja... Sí Ana, te has ganado salir a dar un paseo reparador después de esta entrevista... Gracias por dedicarnos estos minutos y por regalarnos “Louisiana”, uno de los trabajos iniciáticos más interesantes que hemos escuchado en la redacción de Alquimia Sonora en lo que llevamos de 2011. Y como nos hemos enganchado a ese tema “Feliz daño nuevo”, os dejamos con la canción para que la escuchéis y, como siempre, la comentéis. Además, un presente de Louisiana: si queréis asistir gratis a cualquier concierto del grupo, solo tendréis que enviar un correo a louisianamusica@gmail.com.



“Feliz daño nuevo” (Louisiana, 2011)

Próximos conciertos:
11 noviembre – Huesca (El Veintiuno)
17 noviembre – Madrid (Sala Costello)
25 noviembre – Zaragoza (Sala López)
01 diciembre – La Rioja (Alfaro)
15 diciembre – Toledo

Más info:
http://www.louisianamusica.blogspot.com/
http://www.virtualbum.es/louisiana/
http://www.myspace.com/louisianamusica

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