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domingo, octubre 27, 2013

Band À Part – Deluxe Pop Club. Valencia, 26 – 10 – 2013


Band À Part – Deluxe Pop Club. Valencia, 26 – 10 – 2013

Cuando anoche estaba a punto de llegar al Deluxe (lo reconozco, me perdí a lo largo del camino desde mi casa, en el sentido más literal del término, no en el dantesco), a lo largo de la calle que da al local, iba siguiendo los pasos de Coral y Javi, los componentes de Band À Part. Se me podrá preguntar qué coño importa, o si lo hago sólo para llenar líneas de crítica (¡un párrafo menos!), pero creo que, al menos de manera metafórica, su curiosa manera de andar, casi desapegada de la realidad del resto de la calle, era todo un símbolo adecuado de lo que es Band À Part.

Y es que es ésta una banda que mezcla su inmediatez como grupo indie pop de características totalmente desprejuiciadas, con sus más intelectuales y afrancesadas referencias (muchas veces incluso explícitas, tanto en las letras como en el diseño de sus fotos) a películas de Truffaut, Godard o Marker (del que rescatan casi exacto el título de una de sus películas, Souvenir de l'avenir), con su aspecto mixto entre estudiantes de filosofía y métodos de bellas artes, lectores de libros, viajantes de la cultura pop más colorista (“ésta es la era pop”, rezaba una de las canciones que después pinchó Toxicosmos, el anfitrión de la velada), compradores compulsivos de entradas para la Filmoteca, que, entre esperanzadoras citas, besos robados, viajes a Portugal, meriendas picnic al ritmo de Henry Mancini y, finalmente, rupturas y desprecios que son como el escopetazo de salida a toda una serie de diversas reprimendas, nos dicen que es una lástima, pero que la Europa que pudo ser ya no lo será jamás: el romanticismo y las cuitas sentimentales, poderosos campos de batalla, han quedado en manos de no menos poderosos conglomerados de ricachones protoeuropeos: un mundo que se desmorona.

Así, la promulgación disfrutable del acto “anticuado”, tantas veces degradado, pero todavía irreverente en sus mejores y más lúcidos momentos, de ponerse unas gafas de metal y hacerse unas fotos de color chillón con polaroids de textura Instagram, al amparo de Nick Drake, deviene revolucionario. Sus pequeñas historias, muchas veces más necesarias de ser sentidas que comprendidas, son como pequeños y sensibles recortes nostálgicos por el tiempo que se fue, editados en nuestra memoria pop de manera abrupta, mekesiano, como momentos de belleza que nos fuimos encontrando de cuando en cuando a lo largo del camino. Sueños en Super 8 de eremitas que se niegan a crecer, que son lo peor para ellos mismos, pero que se niegan a dramatizar.

La merienda, No sé por qué (megahit: para mi su canción más arrebatadora, junto a Cosas que nunca te dije porque no me dejaste hacerlo, la mayor ausencia de la noche), Spútnik mi amor, El chico del norte, Postales desde la Costa Este,... Todas cayeron con alegría y fluidez (el concierto duró menos de una hora), hasta desembocar en un bis inesperado (hasta para la propia banda, que no se había preparado ninguno porque aseguraron que no les gustaban) de una de las joyas de Family, colorida, primaveral como el vestido de Coral, que cerró el concierto que Band À Part recordará como aquel que se dio a escasos doscientos metros del lugar de la calle donde se inició su aventura original como banda, cinco años después de haber tocado por última vez en Valencia, a la que llegaron de nuevo con una renovada y mejorada maleta de canciones. Una carrera de fondo en pro de la alegría, reflejada en la sonrisa, lejano el cansancio, de los rostros de, me atrevería a decir, todos los asistentes anoche al Deluxe (bastantes, pero personalmente muchos menos de los esperables): su concierto fue, al final, uno de esos poemas de los que mayores nos reiremos, cuando seamos más sabios y serios... También más tontos y descreídos.

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