Cuando entramos el pasado viernes al Teatro CajaGranada lo hicimos sin ser por completo conscientes del espectáculo que íbamos a disfrutar. Con bastante puntualidad la noruega Vibeke Saugestad salió al escenario, si bien con poca afluencia de público (quizá unas decenas de personas) lo que marcó el tono íntimo, y algo extraño, de la velada. Con su voz firmemente plantada en el registro del power-pop clásico y una actitud demoledora, puso en marcha un set muy adecuado para afinar el ambiente; ella, con sus raíces en el rock noruego y la pop-melodía, conocedora del oficio.
Vibeke interpretó un puñado de canciones que, aunque no rompieron el techo acústico del teatro, sí lograron conectar con el público, especialmente cada vez que bajaba a cantar enérgica entre los asistentes. Con una banda que se mostró precisa, sin excesos, transmitió una poderosa elegancia. En un concierto con poca afluencia, esa cercanía fue bienvenida y permitió que quien estaba allí disfrutase de la experiencia de una forma más íntima e intensa, dejando un gran sabor de boca a quienes la escuchamos por primera vez y, esperemos, no sea la última.
Tras su electrizante actuación, poco tardaron The Rubinoos en tomar el escenario, demostrando desde el primer compás que son profesionales con varias décadas de oficio. Haciendo gala de armonías vocales pulidas, guitarras que remiten a los cincuenta-sesenta y ese toque de “pop burbujeante” que les caracteriza, los de Berkeley se hicieron rápido con el público.
Arrancaron con “Java” y, tema tras tema, pudimos escuchar algunos de sus clásicos más reconocibles, otros quizá menos, pero todos cargados de nostalgia bien gestionada. En un teatro que no estaba lleno, la banda no pareció arredrarse: al contrario, dejaron claro que el show era para los que estaban allí con momentos estelares como su versión de “Mediterráneo” que fue coreada incluso por los no anglo parlantes que estábamos disfrutando del espectáculo.
Temas como “Honey”, “Do I love you”, “Carrie Anne” o “Pretty Face” no faltaron en un setlist que destacó por la solvencia de una puesta en escena donde brillan las voces en conjunto, ese sello de armonía que les hizo grandes, voces que se mantuvieron vivas y con fuerza. Una guitarras con un brillo limpio que también sonaron especialmente bien en el recinto y, si bien, la banda bajó en algunos momentos su velocidad para presentar canciones más tranquilas, la tónica general fue el carácter jovial del repertorio.
El viernes 24 de octubre en Granada fue una noche de contraste: calidad artística alta, pero público escaso, bien sea por la enorme oferta que siempre tiene nuestra ciudad o porque la banda no había generado la expectación suficiente. Esa dualidad genera sensaciones encontradas. Por un lado, para el aficionado que sí asistió, fue casi un privilegio: buen sonido, buena visibilidad, sensación de “acto exclusivo”. Por otro lado, el espectáculo no tuvo la efervescencia que se alcanza cuando un teatro rebosa y vibra con la música.
En cuanto al formato, abrir esta gira con una artista como Vibeke Saugestad fue más que acertado, sintonizaba bien estilísticamente con la banda principal, adelantando la atmósfera de pop-guitarra y melodía que venía después. Personalmente, me quedo con la impresión de que, aunque la noche no fue histórica, sí fue coherente: un concierto de banda veterana que no ha olvidado su oficio, tocando para quienes aún valoran las armonías, los estribillos bien construidos y la honestidad pop.







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