Beyoncé siempre nos ha gustado. Desde las canciones-trabalenguas imposibles de seguir pero que todos hemos intentado tararear (“Got me lookin’ so crazy right now, your love’s got me lookin’ so crazy right now…”) hasta aquellas en las que intentaba vender una imagen de artista digna, dignísima, pasando in-clu-so por algunas de sus baladas. Y nadie puede negar que, independientemente de ser un peso de los grandes dentro de la industria, Beyoncé trabaja cada nota y cada movimiento que utiliza en cada canción. Esa autodeterminación y afirmación elevada a la enésima potencia es lo que ha hecho que “la” Knowles pueda hacer lo-que-le-de-la-ga-na simplemente porque quiere hacerlo. Ya no hay modas. Ya no hay tendencias. Ya no hay miedo por no estar en los primeros puestos de las listas. Porque sin querer estar ahí va a conseguir crear moda, convertirse en tendencia y seguir aferrada a las listas de éxitos. Y si no, ya hablaremos dentro de unos meses…

Y es que la diva sin divismos, la reina del R&B del nuevo siglo, esposa amantísima, esforzada profesional y, en definitiva, mujer de su época, da varios pasos atrás en el tiempo para traernos, lejos de modas y tendencias actuales, las canciones que ha querido. ¿Por qué seguir los pasos de lo que está sonando actualmente si haga lo que haga va a convertirse en éxito rotundo? Con esta pregunta, que imaginamos no se habrá hecho la propia Knowles (aunque… ¿quién sabe?) comprenderemos entonces el por qué de esa apuesta a contracorriente.

Y como prácticamente se trata de baladas, el disco se abre con una de ellas, “1+1”, un tema en la que no hay prácticamente variaciones melódicas a excepción de los giros vocales que la propia cantante hace. Musicalmente muy plana, aunque encontramos algunos “toques” como el solo de guitarra muy al estilo del rock de los ’80 o algunos acordes con el Hammond, tan típico del funk de los ’70. Una mezcla quizás un tanto extraña pero que abre paso a lo que es este nuevo trabajo de la cantante de Houston. “I care” y “I miss you” son sendas baladas que van en la misma línea que la anterior. Atípicas musicalmente pero baladas al mismo tiempo. “Rather die young”, por ejemplo, nos deja reminiscencias de musical de Broadway, pero finalmente se encamina hacia un lado más noventero. Y así, en prácticamente 4 canciones hemos pasado de los ’70 a los ’90 sin que prácticamente nos demos cuenta de ello. Esto solo es capaz de llevarlo a la práctica alguien que quiere experimentar al margen de las modas.



“Love on the top” es uno de los temás mas destacables de este “4”. Quizá porque nos reconcilia con aquella música positiva, con el legado de Steve Wonder, con las trompetas, con los coros que con un simple “tap-tap-tap” lucen en la canción y con los ritmos de finales de los ’80: limpios, potentes y que de alguna manera consiguen que sonriamos sin más. Gran parte del repertorio típico de la Motown es así, sobretodo en sus melodías y en su musicalidad, y es algo que se deja ver en este tema desde el principio. Y, como en toda canción Motowniana que se precie, esta acaba como debe acabar: resolviendo el audio gradualmente. En una primera escucha podemos pensar que no supone un reto vocal para Beyoncé, pero escuchad bien el tema y prestad atención a cada subida de tono que hay en el mismo. Sin prácticamente hacerlo visible la canción acaba mucho más alta que comenzó, casi sin reconocer el registro tan típico de la Knowles. Una canción que se convierte en nuestra apuesta clásica de “4”.

Tras esta estela aparece “End of time”, tema que comienza con fanfarrias militares y ritmos a lo “Tambourine”. Un inicio de canción espectacular que auguramos más espectacular en su posible directo. Sigue el camino de la canción anterior, con metales, tambores,… el tipo de sonido que una orquesta de instituto americano podría conseguir con mucho ensayo.

Concluyendo, un trabajo que no termina de despegarse de los convencionalismos de la música anglosajona de los Top 10 pero que sí que comienza a abrir el camino a demostrar que en la música se puede hacer cualquier cosa. Y Beyoncé hace cualquier cosa y la convierte en espectáculo. Es ahí donde radica lo destacable de la Knowles, y no en la cantidad de éxitos, de hits o de baladas lacrimógenas que lleguen a la gente. Un trabajo que valoramos con un 7; un notable conseguido en esas 4 canciones que convierten “4” en “4”.
No os vamos a dejar con ninguno de los videoclips que de momento se han filmado de este disco. Eso sí, permítenos un consejito Beyoncé Knowles… coméntale a tu estilista que debe tener una pequeña obsesión con Shakira… Os dejaremos con el directo que hizo para los BillBoard Awards de este mismo año. Show en el que se demuestra que Beyoncé ha vuelto para permanecer en su trono. Y si no, que se lo digan al pobre Matthew Morrison (el actor que interpreta al profesor del coro en la serie “Glee”), que se cruza con ella al bajar del escenario… Y si alguno trata de emularla en casa… tened cuidado, alquimistas… esto solo lo hacen los especialistas
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