El cuarto de Beyoncé (que no su habitación): "4"

Beyoncé - "4". Columbia Records 2011

Beyoncé siempre nos ha gustado. Desde las canciones-trabalenguas imposibles de seguir pero que todos hemos intentado tararear (“Got me lookin’ so crazy right now, your love’s got me lookin’ so crazy right now…”) hasta aquellas en las que intentaba vender una imagen de artista digna, dignísima, pasando in-clu-so por algunas de sus baladas. Y nadie puede negar que, independientemente de ser un peso de los grandes dentro de la industria, Beyoncé trabaja cada nota y cada movimiento que utiliza en cada canción. Esa autodeterminación y afirmación elevada a la enésima potencia es lo que ha hecho que “la” Knowles pueda hacer lo-que-le-de-la-ga-na simplemente porque quiere hacerlo. Ya no hay modas. Ya no hay tendencias. Ya no hay miedo por no estar en los primeros puestos de las listas. Porque sin querer estar ahí va a conseguir crear moda, convertirse en tendencia y seguir aferrada a las listas de éxitos. Y si no, ya hablaremos dentro de unos meses…

Ahora Beyoncé aterriza con su nuevo trabajo, “4”. El 4º disco en su carrera discográfica en solitario, pero un número, el 4, que tiene mucho que ver en la vida personal de la cantante. Nacida un día 4, como su madre, y casada también en día 4… Quizás sea ese su número. Un disco tranquilo y melódico, muy lejos que los hits bailables a los que nos ha tenido acostumbrados desde aquel “Crazy in love”. Baladas, medios tiempos y… más baladas nutren la playlist de este “4”. Algo que puede ser no seduzca en absoluto, máxime pensando en lo que podría ser la gira de este disco… Pero más allá de quedarnos con este resumen somero de lo que es “4”, romperemos una lanza en su favor en lo que a su apuesta musical se refiere.

Y es que la diva sin divismos, la reina del R&B del nuevo siglo, esposa amantísima, esforzada profesional y, en definitiva, mujer de su época, da varios pasos atrás en el tiempo para traernos, lejos de modas y tendencias actuales, las canciones que ha querido. ¿Por qué seguir los pasos de lo que está sonando actualmente si haga lo que haga va a convertirse en éxito rotundo? Con esta pregunta, que imaginamos no se habrá hecho la propia Knowles (aunque… ¿quién sabe?) comprenderemos entonces el por qué de esa apuesta a contracorriente.

Un trabajo que, a medida que vamos escuchándolo, nos damos más cuenta de la mezcla de estilos y ritmos que Beyoncé ha introducido en el mismo. Difícil de digerir en ocasiones, pero para eso están las baladas que abren el trabajo. Baladas edulcoradas en lo que a la letra se refiere y que juegan musicalmente con características concretas de épocas pasadas.

Y como prácticamente se trata de baladas, el disco se abre con una de ellas, “1+1”, un tema en la que no hay prácticamente variaciones melódicas a excepción de los giros vocales que la propia cantante hace. Musicalmente muy plana, aunque encontramos algunos “toques” como el solo de guitarra muy al estilo del rock de los ’80 o algunos acordes con el Hammond, tan típico del funk de los ’70. Una mezcla quizás un tanto extraña pero que abre paso a lo que es este nuevo trabajo de la cantante de Houston. “I care” y “I miss you” son sendas baladas que van en la misma línea que la anterior. Atípicas musicalmente pero baladas al mismo tiempo. “Rather die young”, por ejemplo, nos deja reminiscencias de musical de Broadway, pero finalmente se encamina hacia un lado más noventero. Y así, en prácticamente 4 canciones hemos pasado de los ’70 a los ’90 sin que prácticamente nos demos cuenta de ello. Esto solo es capaz de llevarlo a la práctica alguien que quiere experimentar al margen de las modas.

Acabamos de decir “al margen de las modas” a pesar de que en el tema “Party” cuenta con la colaboración de André 3000 (Outkast) y de Kanye West. Sí, el mismo que mostró su descontento cuando premiaron a Taylor Swift en los VMA 2009. Un tema con ese toque de hip-hop de diseño muy lejos de los Snoop Dogg e incluso de los Kanye West de sintetizador y voces tratadas. No en vano este es un trabajo en el que los instrumentos suenan a instrumentos de verdad. Hasta las trompetas de “Love on top” suenan a metal del bueno… Y es que ahí es donde se nota el toque de André 3000. Incluso pudiendo incluir un tema más hip-hopero, más del estilo de Jay-Z, Beyoncé se decanta por algo más cercano a lo que se conoce como música contemporánea, intentando volar lejos del pop más convencional.

“Best thing I never had” fue single de este “4”. Canción típica y aburridísima hasta la médula que no aporta nada nuevo a este trabajo. Con una base de piano que nos devuelve de golpe a las canciones de los ’80. Sí, aquellas en las que el cantante se sentaba al piano con una americana con hombreras remangada hasta los codos. ¿Todavía siguen siendo válidos esos “riff” ambientales tan de telefilms? La canción que más ha sonado hasta la fecha (por ser el single) pero que más “tirria” nos da del disco. Y es que esto demuestra que la Knowles es conocedora de la industria en la que trabaja: atraer la atención de los fans-consumidores con una canción típica, “emocional”, en la que si bien es cierto que libera todo su potencial como intérprete rasgando las notas más bajas y sonando potente en las más agudas, lo hace acompañando a una canción típica, tópica y que quizás incluso ya hayamos escuchado en otros temas anteriores.

La última balada a destacar es “I was here”, impregnada de clasicismo en la que los violines y el piano tiñen de malva la voz más tranquila del disco. Un clasicismo que va mutando a medida que vamos escuchando la canción y que acaba transportándonos a una pieza algo más convencional y más radio-formulable… Pero siempre llegando a ese punto a través de un camino nada típico. Y un ejemplo es escuchar los primeros 15” de este tema…

“Love on the top” es uno de los temás mas destacables de este “4”. Quizá porque nos reconcilia con aquella música positiva, con el legado de Steve Wonder, con las trompetas, con los coros que con un simple “tap-tap-tap” lucen en la canción y con los ritmos de finales de los ’80: limpios, potentes y que de alguna manera consiguen que sonriamos sin más. Gran parte del repertorio típico de la Motown es así, sobretodo en sus melodías y en su musicalidad, y es algo que se deja ver en este tema desde el principio. Y, como en toda canción Motowniana que se precie, esta acaba como debe acabar: resolviendo el audio gradualmente. En una primera escucha podemos pensar que no supone un reto vocal para Beyoncé, pero escuchad bien el tema y prestad atención a cada subida de tono que hay en el mismo. Sin prácticamente hacerlo visible la canción acaba mucho más alta que comenzó, casi sin reconocer el registro tan típico de la Knowles. Una canción que se convierte en nuestra apuesta clásica de “4”.

Sí, en la apuesta clásica porque este trabajo lo cierran 3 canciones atípicas en todos los sentidos y que también destacamos desde Alquimia Sonora. “Countdown” comienza con un “Boy, killing me softly” que nada tiene que ver con la canción de Roberta Flack… Una “fantasía” musical en la que suenan ritmos reggae pero también trompetas militares, chasquidos de dedos,… que, en definitiva, construyen una canción atípica y por eso mismo, destacable.

Tras esta estela aparece “End of time”, tema que comienza con fanfarrias militares y ritmos a lo “Tambourine”. Un inicio de canción espectacular que auguramos más espectacular en su posible directo. Sigue el camino de la canción anterior, con metales, tambores,… el tipo de sonido que una orquesta de instituto americano podría conseguir con mucho ensayo.

El broche final del disco, el “Run the World (Girls)” que ya pudimos ver sobre el escenario de los premios BillBoard Awards 2011 (quizás una de las mejores puestas en escena en mucho tiempo en una gala, con permiso de las actuaciones de Madonna, claro). Un tema que incluye un sample del “Pon de Floor” de Major Lazer y que se convierte en la canción con más fuerza del disco (aunque con poco lo habría conseguido teniendo en cuenta el elevado número de baladas del mismo). Lo que necesitaba este "4" para despegar definitivamente.

Concluyendo, un trabajo que no termina de despegarse de los convencionalismos de la música anglosajona de los Top 10 pero que sí que comienza a abrir el camino a demostrar que en la música se puede hacer cualquier cosa. Y Beyoncé hace cualquier cosa y la convierte en espectáculo. Es ahí donde radica lo destacable de la Knowles, y no en la cantidad de éxitos, de hits o de baladas lacrimógenas que lleguen a la gente. Un trabajo que valoramos con un 7; un notable conseguido en esas 4 canciones que convierten “4” en “4”.

No os vamos a dejar con ninguno de los videoclips que de momento se han filmado de este disco. Eso sí, permítenos un consejito Beyoncé Knowles… coméntale a tu estilista que debe tener una pequeña obsesión con Shakira… Os dejaremos con el directo que hizo para los BillBoard Awards de este mismo año. Show en el que se demuestra que Beyoncé ha vuelto para permanecer en su trono. Y si no, que se lo digan al pobre Matthew Morrison (el actor que interpreta al profesor del coro en la serie “Glee”), que se cruza con ella al bajar del escenario… Y si alguno trata de emularla en casa… tened cuidado, alquimistas… esto solo lo hacen los especialistas



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