NOVEDADES

lunes, octubre 10, 2011

"Pina" o cómo crear emociones con la danza

Hay películas que se nos incrustan en las retinas y nos atraviesan en canal a medida que transcurren. Hay vidas filmadas a las que nos gustaría pertenecer o haber pertenecido por ese carácter fanático que, en definitiva, todos tenemos. Hay personas que se convierten en nombres esenciales a nivel teórico, artístico o conceptual. Y hay recuerdos que miran de frente, a los ojos, y que siempre nos van a dibujar lo más atractivo de sus vivencias. Así es “Pina”, el último trabajo de Wim Wenders, en formato documental y con el aliciente-repelente del 3D.

Vayamos primero a lo aséptico, a lo más técnico de este film: un recorrido por el trabajo de la coreógrafa Pina Bausch tras su muerte en 2009. Nada de crespones, nada de recorrer su obra,... nada de lo que podríamos suponer que encontraríamos en un documental sobre la vida y creación de la directora del Tanztheater Wuppertal. Win Wenders, amigo de Pina, tenía este proyecto en marcha cuando ella todavía vivía, pero las agendas de ambos no permitieron que el guión comenzara a rodarse. Quizás porque Pina no podría imaginar cómo Wenders retrataría su propia visión de la danza... Tras su fallecimiento Wenders comprendió que no debía seguir adelante con ello... hasta que los propios bailarines de su compañía le convencieron par que ese sueño incumplido viera la luz. Una luz que en este film irradia en gran medida de todos los bailarines que aprendieron con ella, estrella de ese sistema de emociones y expresión.

Llegados a este punto, alquimistas, comprenderéis cómo este documental se convierte en una obra preciosista e indispensable y para la que hay que ir preparados. ¿Qué vamos a encontrar? El aura de Pina Bausch en cada momento del film. El cómo la artista, que no aparece directamente (sí en grabaciones antiguas que se incorporan en la película), se convierte en la esencia de todo lo que sucede, de todo lo que se baila y de todo lo que se siente. Porque, ahora sí que pasamos a la parte más subjetiva, se trata de una cinta que transmite más allá de la pantalla. Claro que para esto entendemos que debemos estar convencidos de lo que vamos a ver... Aunque no conozcamos toda la obra de la alemana, hay algunas piezas que están en el colectivo cultural de todos nosotros. Los más cinéfilos recordaréis la escena inicial del film de Almodóvar “Hable con ella”, esa representación de “Café Müller” que emociona hasta las lágrimas al protagonista, un Darío Grandinetti que absorbe la esencia más sangrante de la pieza junto a un Javier Cámara que no lo termina de comprender. Ahora, volviéndola a revisar, somos capaces de reconocer a una de las bailarinas que aparece en el film de Wenders y que lo convierte todo en realidad.

Quizás se trate por ese aspecto ficcional del cine, distanciador a la vez que contagioso, por lo que incluso en los documentales las personas se convierten en personajes. Personajes de una vida vivida o contada. Seguida o imaginada. Así los bailarines que aparecen, que nos dejan todo lo que de Pina Bausch hay en ellos (que es todo), se convierten en personajes... Y no es así. Volver a ver la actuación del “Café Müller” en el film de Almódovar, con la impactante “O Let Me Weep For Ever Weep” del barroco Henry Purcell, nos devuelve a una realidad no contemplada fuera del documental de Wenders... Y es que sus personajes no son tales, sino bailarines que se han subido a un escenario y lo han sentido.

Esa extraña sensación, entre absoluta admiración y dolor constante en el pecho, es la que encontramos en cada plano filmado de “Pina”. En las piezas rodadas sobre la escena (las piezas “Le sacre du printemps” o “Kontakthof”, por ejemplo), pero sobretodo en las piezas que toman las calles, los escenarios naturales en los que la propia Pina vivió en Wuppertal. Momentos tan geniales como el baile de los enamorados en una rotonda o la pieza dentro de la sala de cristal en medio de una colina... Imágenes que creíamos a priori que iban a ser más bucólicas, pero que de forma contraria expresan todo lo que Pina quiso expresar en ellas.

Wenders realiza con este documental un magnífico trabajo en el que la pintura con sangre es su máxima técnica. La sencillez en la planificación de algunos de los bailes (en algún caso incluso plano secuencia) se convierte en el mejor recurso para poder sentir la esencia de todo lo que sucede, de lo que los bailarines sienten y de lo que nosotros mismos llegamos a sentir-sufrir con sus piezas. Tema aparte es el 3D. Las ganas que teníamos de ver el film ganaron por KO a la incredulidad y reticencia del 3D. ¿Qué aportaría el 3D al baile? ¿Era necesario? Quizás no fuera necesario, pero dota de una dimensión totalmente nueva al baile, sobretodo en esa coreografía inicial, “Le sacre du printemps” en la que el espectador consigue sentirse dentro de la propia coreografía y sentir lo mismo que están sintiendo los bailarines. En este film, aún siendo un documental, aún tratando el tema de la danza, aún convirtiéndose en objeto de devoción de muchos entendidos del cine, tiene totalmente justificado el uso del 3D, ya que permite eso que Pina Bausch intentaba en cada uno de sus montajes: llegar a cada espectador de la forma más directa y visceral posible. A los 3 minutos nos hemos olvidado de las gafas y hemos dejado de fruncir el ceño pensando que es un error... No solo la Bausch fue una innovadora en el mundo de la danza... sino que Wenders ha innovado en la visión que de la danza todos podríamos tener.

En el film hay 4 piezas que marcan su estructura. 4 piezas que Bausch y Wenders habían pactado que debían aparecer y convertirse en la piedra angular del documental. La espectacularidad de “Le sacre du printemps”, la ironía de “Kontakthof”, la belleza extrema de “Vollmond” o la sensibilidad rota de “Café Müller”. En estas 4 coreografías está presente su propia compañía, tanto los bailarines que más tiempo estuvieron junto a Pina, como a los miembros más jóvenes. La vertebración de todo el film a través de estos 4 bailes hace comprensible muchos otros aspectos que también aparecen: la ironía, la crítica, la belleza, la reflexión,... pero sobre todas las cosas, sobre todos los elementos narrativos o descriptivos, sobre cualquier tecnicismo usado en el film, la emoción y la sensibilidad. Wenders ha conseguido emocionar sin recurrir a lloros ni dramas. Ha conseguido transmitir la emoción sin que nadie hable de emoción. Y eso, amiguitos alquimistas, eso es cine. Cine en mayúsculas y danza en estado puro.

Con permiso de nuestro compañero Trepamuros, el experto en bandas sonoras, solo nos queda recomendaros un score que transmite todos esos aspectos comentados del film. Bien es cierto que algunos de los tracks son los temas utilizados en las propias piezas, encontramos los cortes de Thom Hanreich (extrañamente fue vocalista de la banda pop Vivid) y Jun Miyake (que ha trabajado en la composición de música para danza). Una banda sonora que nos deja también lo mejor de las obras de Pina Bausch pero también estas joyas que a simple vista no deslumbran pero que nos ciegan en cada escucha.

Os dejaremos con un fragmento de una de las piezas, “Vollmond”, en las que no solo podemos llegar a sentir a los bailarines o a creer que nos mojamos con su misma agua, sino que les escuchamos correr por el escenario, les oímos respirar... Esa sensación supera incluso a la del 3D, supera a la de los artificios del cine en sí. Esa sensación solo puede ser la de Pina a través de los ojos de Wenders. "Pina", además, es la película candidata para representar a Alemania en la categoría de mejor película de habla no inglesa.



“Vollmond” (Pina Bausch)
Más info:
http://www.wim-wenders.com/movies/movies_spec/pina/pina.htm

Share this:

Publicar un comentario

¡Comparte tu opinión!

Esperamos tu comentario

 
Copyright © 2014 ALQUIMIA SONORA. Designed by OddThemes