Desde su condición de músico indie de culto en Estados Unidos defendido por musicófilos tan respetados como Cameron Crowe hasta su transplante de cuero cabelludo (tejidos cerebrales también podría decirse) valenciano tras quedar fascinado con Altea, la “ciudad tranquila”, la biografía de Josh Rouse es bien conocida. De hecho, en tierras levantinas es poco menos que un mito (y no seré yo quién diga que en esa consideración pesa no poco el sentimiento eterno de superioridad chovinista europea por encima del modo de vida norteamericano), y su música ha ido perdiendo parte de sus sonoridades y ecos profundamente estadounidenses (Rouse es de la parte profunda del país, la fría Nebraska) frente a esa lumínica vitalidad mediterránea, de la que se ha acabado convirtiendo en un puntal (de fuera vendrán...), más por asimilación que por forzada adaptación, lo que dice mucho, y bueno, de él.
Porque sí: Josh Rouse ha seguido conservando esa perspectiva de turista, por muchos años que esté asentado ya por estos lares y aunque haya aprendido a hablar un, cuanto menos, pintoresco español. Pero, ¿para qué voy a seguir contando la historia del genial autor si él mismo lo va a hacer mejor que yo? Y es que Josh Rouse se ha montado una nueva gira, que pinta muy bien, llamada Storyteller, una práctica común en Estados Unidos, muy aficionados a estos conciertos más o menos íntimos (que siempre se llenan, así que quizás cercano sería un adjetivo más acertado) en las que un músico, generalmente de renombre, va definiendo su biografía, su mentalidad, sus experiencias, sus anécdotas, como introducción a unas canciones generalmente desprovistas de demasiada instrumentación.
No sé los que lean ésto, pero pocas maneras se me ocurren (bueno, alguna, vale, pero por generalizar) de pasar mejor la noche de este sábado 15 de diciembre (a las 22:30 horas) que yendo a este pequeño espectáculo, porque Josh Rouse, incluso cuando las luces se apagan, sigue siéndolo, un paseo, turístico, claro, a un universo personal y brillante, nostálgico y melancólico, tanto como la añoranza del hogar durante el transcurso de la mejor travesía posible. Precio del pasaje: 18 euros en taquilla, 15 de entrada anticipada. El destino: la Sala Matisse (Valencia).
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