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domingo, enero 06, 2013

El Ser Humano – Café Cronopio. Valencia, 5 – 1 – 2013

El Ser Humano – Café Cronopio. Valencia, 5 – 1 – 2013

Anoche, en pleno maremágnum de la noche de Reyes, El Ser Humano se descolgó con un concierto por la chimenea del Café Cronopio (creo que he mezclado conceptos navideños, pero no importa). Lo hizo no sólo sin alhajas monárquicas, sino que también sin equipo de sonido, sin micrófono, sin enchufe, sin nada: sólo con su voz y su guitarra.

Quizás fuera lo indicado y especial de la noche de ayer, o que hace poco tocó también durante las jornadas del Ruzafa Loves Kids (en el Arquitécnica Ruzafa, donde en los próximos meses van a intentar revivir, una mañana al mes, el éxito y las sensaciones de tocar para el público infantil; entre otros músicos, también lo hará el propio El Ser Humano), pero nunca se me había ocurrido ver a Gonzalo Fuster, la persona escondida tras el omnipresente y particularmente general seudónimo artístico, como una especie de niño travieso, a pesar de que, si me hubiera fijado un poco más, ya había dado muestras de ello, tanto en su música como en la práctica totalidad de sus conciertos. Desafiando la norma de estar pronto en la cama para poder recibir el regalo prometido durante los últimos meses, El Ser Humano y su guitarra revoltosa, siempre presta a desafinarse, jugueteaban con sus canciones como si éstas fueran muñecos articulados (en la versión de estudio de una de sus canciones, también llamada, de nuevo, El Ser Humano, ya sonaban efectos sonoros como de juguete electrónico, robótico), en un enfrentamiento imaginado en el que cualquiera, según se le fuera ocurriendo, podría ser el escogido, siendo el bueno o el villano de una historia que se trenzaba, paso a paso, ella sola.

En la música de El Ser Humano parece estar presente todo un proceso de maduración, desde la huidiza naturaleza adolescente hasta el adulto plenamente comprometido con sus sentimientos y sus logros como persona, aunque nunca de una forma consolidada. Una existencia marcada por las dudas: somos tan pequeños que sólo queremos vernos grandes, afirma él mismo. El pasado y los cambios de velocidad en nuestra travesía por la vida aparecen continuamente en sus composiciones, y ayer, nuevamente puede que por lo indicado y especial de la noche, no tardó en asomar la nostalgia. En un lugar idóneo, una extraña y espaciosa elevación del Café Cronopio que se podría considerar un escenario nato para una banda numerosa, decorada por ilustraciones de cuentos para niños, El Ser Humano ofreció un directo libertario y melancólico, valiente (afinar la guitarra es de cobardes, le espetaron en un parón), a veces precipitado (como en su adaptación de Decirte que no), otras plenamente emocionante (su interpretación de De pie fue la más emotiva que le he visto nunca, y ya lo he presenciado en alguna que otra ocasión), en el que recuperaba canciones de Ontario, su anterior banda, al mismo tiempo que ya empezaba a pensar en los juguetes que quería pedir el año próximo, en forma de un par de canciones nuevas, más rápidas, como las definió él.

La norma era hacer partícipe de sus juegos al público. Claro, no todos estaban dispuestos, y nos encontramos a los típicos compañeros de pupitre con los que pasas parte de la infancia, pero que nunca llegan a ser amigos, y que cuando desaparecen de tu vida, poco queda, ni en ti ni en ellos: todo ha importado un bledo. Su desinterés, ayer, fue particularmente sonoro, ante un Ser Humano no amplificado ni enchufado al equipo musical pertinente, e incluso se le acercaron a pedirle que tocara algo de Silvio Rodríguez. Sobre gustos no hay nada escrito (después del concierto, Gonzalo recordaba que le habían recomendado días antes que escuchara precisamente a ese cantautor), pero delataba que la pobre demandante de peticiones al oyente no estaba entendiendo nada. Y ahí se me ocurrió pensar que realmente no era todo culpa de ella (sí una buena parte, ¿eh?), sino que la música de El Ser Humano, si no estás iniciado en sus texturas, puede resultar compleja y abstraída, cuando después, en realidad, es bastante concreta y detallista: es sólo que rehuye las grandes frases, los sentimientos encapsulados, las moralejas políticamente correctas, dejándote en una batalla (muñecos articulados) de canciones deconstruidas, sin nada exactamente visual u olfativo a lo que agarrarse. Sí, estoy definiendo un proceso intelectual, pero ahí es donde depende de cada uno de transformarlo en lo que creo que es: un delicioso Viacrucis por un paisaje de sensaciones internas, de camino a una dolorosa maduración. Dolorosa pero bella, tanto como lo que quedó atrás.

Más info:
http://malatestarecords.bandcamp.com/album/el-ser-humano






                                                               El Ser Humano - "Roma"
El Ser Humano - "Canciones de Dwomo"

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