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lunes, junio 10, 2013

Nube Nueve. Café-Pub El Volander. Valencia, 8 – 6 – 2013

Nube Nueve. Café-Pub El Volander. Valencia, 8 – 6 – 2013



“Cuando tienes pasta, no tienes tiempo para tocar. Cuando tienes tiempo para tocar, no tienes pasta”. Esa sería la frase, expresada por una de los componentes de Nube Nueve, que define el estado de una cierta forma de vivir la música indie. Es la música, no sólo como hobbie, sino como necesidad, incompatible, de alguna manera, con la vida, pero necesaria para poder experimentarla en la justa medida.



Nube Nueve se definía a si misma, por otra parte, como la segunda parte de Imago, o la cuarta de Intravisión, grupos en los que antes militaban los miembros de esta vieja nueva banda, que dicen tocar las mismas canciones de Imago, pero más bonitas, aparte de alguna que otra nueva. El “líder”, digamos (aunque odio esa palabra), de Nube Nueve es Raúl Moreno (la formación se completa con Ana Santos, Mónica Sánchez, ambas actualmente en Ártico, y Héctor Masía, de Automatic Sushi), que vuelve después de un pequeño periodo de experimentación electrónica (que dio un magnífico concierto en Deluxe Pop Club y un excelente disco de descarga gratuita en su bandcamp... que según parece no se lo ha descargado ni Dios) en solitario. Llevo un tiempo conociendo a Raúl, y me suele contar que ahora sólo quiere hacer canciones bonitas (de ahí las mismas canciones de Imago, pero más bonitas), empeñado en abandonar las letras tristes y oscuras, alejándose de la negatividad que sólo trae malas cosas, según asegura él (otra cosa es que, precisamente, esa oscuridad sea la que da artísticamente mejores frutos, lamentablemente).



Y es que así es el recién iniciado proyecto Nube Nueve, imprevisible, practicante de música para el final del túnel, cuando todo se transforma en viento, una brisa que despeja las nubes más grises sobre nosotros. Nube Nueve es pop, pop indie, para más señas, pero del denso, del que no es fácil de escuchar, del que huye del adocenamiento, del que es rico en imágenes metafísicas. Intenso, como esa música que te golpea en los oídos y te abotarga en medio de las noches de insomnio, encontrándole sentimientos ocultos desde esa extraña y algo privilegiada posición de vigilia, hasta el punto de creer comprender el vacío, o no asimilar lo llena de cosas inasibles que puede estar.



Pero los miembros de Nube Nueve no son precisamente personas únicamente obnubiladas u ofuscadas, sino que siguen poniéndose nerviosos como niños antes de salir a tocar, y, cuando acaban, piensan en los fallos que han podido cometer más que en el rato que nos han hecho disfrutar de verdad. Conforme avanzó el concierto de Nube Nueve, el camino hacia ninguna parte, ya perdidos, tristes y a la vez contentos de ir vislumbrando el final, las canciones, poco a poco, se aceleraban, perdían parte de su pesada densidad. Todo se fue llenando de luz, esa que nos puede cegar, como mirar al Sol en el cielo azul, rodeado de pequeñas nubes con formas de teclados, panderetas, castañuelas y cajones flamencos, como peceras urbanas que reflejan en su cristal recuerdos de tiempos pasados. Y salir así de un concierto, más allá de cualquier posible fallo, es algo especial. El día 15 vuelven a tocar en La Llimera, y esperemos que haya más público (después me llaman llorón y dicen que me quejo: para nada, en verdad) que esa pequeña reunión de músicos, arriba y abajo del escenario, que hubo el pasado sábado en El Volander.









Nube Nueve - "Al final del túnel"

Nube Nueve - "Ven"

Nube Nueve - "Especial"






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