Festival Arenal Sound - Playa del Arenal. Burriana, 1.8.14
Menú playero: primer plato. La música es lo de menos.
Reclamos comerciales. Bronceadores, cremas solares y olor a
sal. Selfies que aumentan la
vergüenza ajena. Postureo absurdo y más selfies
aún más absurdos en la zona VIP. Refrescos calientes. Cámaras de vídeo sin
batería. Empleados de prensa ineptos a los que se les olvidan las restricciones
fotográficas. Músicos que hacen doblete. Estados alterados en el momento
adecuado. Mucho ruido y pocas nueces. Estudios animalísticos que convendría
hacer en el Arenal Sound. Pensemos lo que pensemos (no, aquí no nos pagan por
hacer nada de eso, ni siquiera por intentarlo), el resumen de la jornada es tal
como lo escribimos a continuación. Mejor dicho, como nos parece contarlo.
Una buena forma de despertar a las conciencias abotargadas
un viernes a media tarde es subir el volumen hasta que los distorsionados
decibelios camuflen prácticamente la valía de unos temas que habría que
asimilar por otra vía. ‘La malicia de las especies protegidas’ es un himno
incontestable que Triángulo de Amor Bizarro, los gallegos más omnipresentes del
verano, lanzan impunemente a quien se atreva a enfrentarse a su maquinaria
pesada. ‘De la monarquía a la criptocracia’, ‘Robo tu tiempo’, ‘El himno de la bala’, ‘El fantasma de la transición’ y otros argumentos por el estilo les
bastan hoy por hoy para recorrerse la península de festival en festival y
quedarse tan a gusto. Quieren y pueden sonar bien, justo como deben, pero aquí
lo tenían complicado, para variar. Isa lució modelito estival y su habitual
atractivo delante de la escasa pero firme representación masculina que ya a
horas tan tempranas parecía decantarse por intereses ciertamente alejados de
los puramente musicales. Nos lo esperábamos.
La primera incursión en el tercer escenario, el de la
piscina y la arena para la mayoría de los asistentes, nos deparó la
satisfacción de compartir con apenas tres decenas de personas, si llegaban, el
directo de Templeton, un septeto cántabro que ha grabado uno de los discos del
año ante la pasividad acostumbrada. ‘Rosi’, el disco al que me refiero,
contiene jugosos mordiscos al pop de los sesenta como ‘Pálida camarada’, a la que envuelven de
aristas shoegaze, u ‘Océano’, un
reposado viaje al lado amable de la psicodelia con punzadas electrónicas, algo
como se podrá entender bastante alejado de lo que se espera escuchar a esas
horas si se quiere ir caldeando el ambiente. Una banda voluntariosa que va a lo
suyo sin importarle el qué dirán ni si a alguien le interesa, como a ti, que
los Beatles, Love o The Byrds sean algunos de tus grupos de referencia.
Me he planteado varias veces a lo largo de esta y otras
crónicas si no convendría obviar la presencia de bandas como Sidonie o Izal,
reiterados por los programadores de festivales que, están en su derecho, tienen
en ellos un filón que mientras ofrezca veta no van a dejar de explotar. Los
primeros, otrora reyes de la nueva-vieja psicodelia hispana, vienen de grabar
el obligado “disco electrónico” al que parece guiada irremisiblemente cualquier
banda que quiera presumir de evolución. La jugada de ‘Sierra y Canadá’ no les
ha quedado del todo redonda, pero con la bandera blanquirroja de fondo y sendas
camisetas hawaianas haciendo juego con el ambiente, el trío ampliado a quinteto
(los refuerzan Marcel Cavellé a la guitarra y Edu Martínez a los teclados) hizo
lo que sabe hacer: poner el piloto automático y crear el clima que nos
tranquiliza a todos, dando la impresión de que estamos de verdad en un festival
y que ‘Fascinado’, ‘Costa azul’, ‘La sombra’, ‘El incendio’, ‘En mi garganta’,
‘Un día más en la vida’ y ‘El bosque’ contribuyen a nuestra felicidad como
hasta ahora. En efecto, lo hacen, aunque cada vez de forma más mimética. En
cambio, las nuevas ‘Yo soy la crema’, ‘Un día de mierda’ o la que sirve para
nombrar su nueva colección dicen mucho del giro que intentan dar a su oferta. Y
nos gusta, la verdad. A ver si en la próxima ocasión (si no en este, en
cualquier otro evento parecido será más que probable encontrarlos) les
terminamos de coger el punto.
De los otros, los componentes de Izal, puede decirse que
harían bien en disfrutarlo mientras les dure. Su música está tan llena de
buenas intenciones como de decepcionantes resultados. Intentan conjugar un folk cercano al mainstream con los consabidos tics del rock independiente, y hasta
ahora la apuesta les está funcionando. El problema llega cuando surgen las
odiosas comparaciones. No todo son fuegos de artificio, los chicos han grabado
temas interesantes como ‘Extraño regalo’ y ‘Hambre’ que suenan sólidos en
directo, y ‘Asuntos delicados’ o ‘Agujeros de gusano’, pese a su
pretenciosidad, también pueden decirte muchas cosas si las escuchas con
atención, pero con ellos ocurre lo que con otras tantas medianías ensalzadas por
mor de los medios y la gracia que les hacen a las jovencitas, las mismas que en
un par de años cambiarán su objeto de adoración en busca de un nuevo Mikel Izal al que besar las barbas. Con todo y con eso, llenaron el segundo escenario sin
hacer nada del otro mundo. Es decir, lo de siempre.
Para desperezarnos un poco y prepararnos para debutar como
espectadores ante Miles Kane, volvimos a comprobar que The Right Ons es una
banda que sencillamente no nos merecemos. Esta vez, a diferencia de su última
presencia en el mismo escenario, el grueso de asistentes había aumentado (la
hora y el momento también ayudaban) y hasta se escucharon coros y se vieron
brazos en alto. Es la señal de la esperanza en el nuevo rock español que ellos
capitanean y sudan como pocos en directo. ‘Día perfecto’ es un tema brutal,‘Adiós’ politiza un discurso que por fin se hace inteligible (cantar en
castellano les ha ayudado mucho), ‘Quiere bailar’ destila negritud y ‘Pequeño volcán’ le da lecciones a Lenny Kravitz para que por fin aprenda lo que es la
fusión de géneros en el rock and roll. Los madrileños han perfeccionado sus
formas hasta el extremo y de ahora en adelante solo pueden afianzarse en su
terreno, porque preguntar por ahí si alguien ha escuchado sus discos se antoja
una tarea harto frustrante.
Venga, hablaré del inglés, de la (supuesta) estrella de la
noche. Un tipo joven, aparentemente accesible, con un gran bagaje con The Rascals y otras bandas y una soberbia alianza con Alex Turner –el otro capo del
brit pop- en The Last Shadow Puppets
no podía decepcionar. No lo hizo, por supuesto. Lo tiene fácil empezando el
show con la magnífica ‘Inhaler’ y soltando perlas tipo ‘Taking over’ y ‘You’re gonna get it’. Mr. Kane no inventa la pólvora (en su mortero se mezclan la
elocuencia de Pulp, la ambición de Oasis y el olfato de Primal Scream, entre
otros ingredientes) pero la usa a discreción con los cañonazos contenidos en
‘What condition am I in?’, ‘Rearrange’ y un ‘Give up’ empalmado con el riff de
‘Sympathy for the devil’. Pasión latente en otro de sus mejores temas, ‘My fantasy’, y vientos frescos en ‘First of my kind’. Un triunfo anunciado que
desembocó en el acostumbrado cierre con ‘Come closer’ y la rendición a un
alquimista que, de no torcerse, se perfila como una de las grandes
personalidades del rock británico de nuevo cuño, que es el mismo clásico de
antes.
Pero había otros ingleses a los que pocos conocían y a los
que aún les falta promoción y presencia por estos lares. Se llaman Peace,
vienen de Birmingham y son básicamente un cuarteto comandado por los hermanos
Harry y Samuel Koisser que exhiben buenos conocimientos del suelo que pisan.
Asimilables perfectamente con el paisano que acababa de tocar enfrente, se
muestran bailables e intensos y componen agradables melodías que en ‘Wraith’ y
‘Bloodshake’ los acercan al brillo racial de unos Clap Your Hands Say Yeah si
no fuera por la oscuridad que imprimen en otros tramos. Aún por definir, pero
dejaron buenas sensaciones y la impresión de que lo mejor es lo que les falta
por hacer.
Una nueva vuelta al tendido playero nos reencontró con los
murcianos Varry Brava, y nos alegró comprobar que estéticamente su proyecto
parece haber cuajado tanto como su cancionero. Aman los ochenta y todo lo que
tenga que ver con la década, es evidente, y lo plasman a su libre albedrío
sobre todo en un disco coqueto que han titulado, atención, ‘Arriva. 16 horas de
juego y 4 litros de bebida energética’, del que beben, valga la redundancia,
los principales tragos en sus presentaciones. Con ciertas pretensiones glam, ‘Oh, oui oui’ es el estilete que
picotea en un estilo más que apropiado para un festival de este corte. Con más
promoción y fortuna, pueden ser un nombre recurrente de aquí a no demasiadas
ediciones.
Fin de la cita. ¡Ah!, pero si me falta hablar de los Biffy Clyro. Buff… a ver qué digo. No es que este tipo de bandas me impresionen
demasiado, por mucho que se empeñen en reventar los altavoces y rasgar
guitarras y bajos como si no hubiera un mañana, pero tienen su aquel si lo que
buscas es disfrutar sin temor a quedarte a medias. Está claro que el concepto
de rock de los escoceses es diferente, por decirlo de alguna manera, y aunque
han intentado suavizarse en su último trabajo ‘Opposites’, la especialidad de
la casa son las estruendosas explosiones de ‘Biblical’, por ejemplo, y la
permanente exposición de los tatuajes de Simon Neil y los hermanos Johnston.
Tocar tan alto y tan fuerte no te hace necesariamente mejor que otros, y en
esta ocasión –creo que no es la primera en España- no congregaron a una masa
tan elevada como para describirlos en olor de multitudes. Para no extenderme
demasiado, convencen a los que ya están convencidos, pero precisan de
argumentos más amplios para atraer a otros sectores con más serias exigencias. Las
nuestras ya habían sido debidamente satisfechas en algunos casos y puestas a
prueba en otros, por lo que no aguardamos al momento de The Wombats y
preferimos leerlo en renglones ajenos o escucharlo de bocas de variada
fiabilidad.
TRIÁNGULO DE AMOR BIZARRO
TEMPLETON
SIDONIE
THE RIGHT ONS
MILES KANE
VARRY BRAVA
BIFFY CLYRO
PÚBLICO Y STAFF
Texto: JJ Stone
Fotografías: Raisa McCartney
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