Arenal Sound - Playa del Arenal. Burriana, 2.8.14
Menú playero: segundo plato. La música es lo de menos.
Tormentas secas. Humedad variable pero constante. Bebidas
energéticas contra baterías descargadas. Peleas por dirimir el portador del look más cool. Medianías musicales. Duchas frías sin despojarse del bañador.
Llamadas sin respuesta. Listas de invitados cerradas con derecho solo a queja. Matones
despreciables paniaguados para despreciar. Cabezas de cartel de presente ajado.
Egocentrismo e indignación. Miremos a donde miremos (dicen que no hay peor ciego
que el que no quiere ver), los apuntes del recorrido son como debían ser. Y si
diéramos detalles que nadie se atreve a dar, no volverían a permitirnos explicarlos
aquí.
Esta vez empezaremos por el final, para dárnoslas de
originales. Placebo se presentaba en esta edición del Arenal Sound como cabeza
de cartel, y si miramos con lupa el listado de nombres puede que eso no admita
demasiadas réplicas. Por significado, currículo y unanimidad, los londinenses tienen
claro a lo que vienen y su estado de levitación les permite hacer y deshacer
normas para prensa y público (las sufrimos conveniente e injustamente) sin ser
demasiado conscientes de que los (sus) buenos tiempos ya pasaron. Brian Molko
sigue siendo el líder absoluto, con algo menos de carisma, de un trío
reconvertido en sexteto en vivo que maneja los resortes de la actuación con
profesionalidad y frialdad a partes iguales. Al grito de “we are Placebo and we come in peace” (una máxima que ignoran por
completo los implacables sicarios que desgobiernan su road management), los hombres de negro encendieron las luces rojas
y transformaron el escenario en su propia casa. Ahí, tocando una perfecta ‘B3’
y comenzando a dar profundidad a las canciones, empezaron un trayecto que haría
la siguiente parada en ‘For what it’s worth’ y el tema que bautiza a su último
álbum, ‘Loud like love’, del cual también desgranaron la que para mí es la
verdadera joya, ‘A million little pieces’, la que más recuerda a la banda que
una vez amé incondicionalmente. Sobre todo disfruté el recuerdo a uno de mis
discos favoritos, ‘Meds’, con la inclusión de ‘Space monkey’ y la turbiamente
plácida ‘Song to say goodbye’. Claro que el subidón que todos esperaban llegó,
obviamente, con la infalible dupla que forman ‘Every you, every me’ y la
imprescindible ‘Special K’. A partir de ahí, cosa rara (el cansancio también
tendría mucho que decir), se me antojó suficiente, como si los bises que les
concedieron –la versión del ‘Running up that hill’ de Kate Bush no estuvo nada
mal, y la despedida con ‘Infra-red’ debería haber sabido a más- no fueran en
absoluto necesarios. ¿Molko ha perdido parte de su gracia? ¿Han pasado
demasiados años y ha habido demasiados cambios en la música? ¿Renovarse o
morir? Sinceramente, no estoy interesado en encontrar respuestas. Placebo, hoy
en día, son esto, y o compras el abono para la nueva temporada o te cambias de
camiseta y buscas algo que te vuelva a motivar tanto como antes.
Antes, bastante antes, empezábamos a ahuyentar los fantasmas
de una posible tromba de agua sobre la playa del Arenal con el ‘Estado provisional’ al que nos someten de vez en cuando los cuatro musicazos que
componen León Benavente. En esta empresa en la que los autónomos se unen para
prestar sus mejores servicios, Abraham Boba, el discreto teclista de Nacho Vegas, se desmelena como un líder eficaz y escribe sobre la decadencia de
Occidente en ‘Las ruinas’, destroza monarquías en ‘El Rey Ricardo’, se lamenta
de la desidia moderna en ‘Ánimo, valiente’ y se convierte en biógrafo apócrifo
en ‘Ser brigada’, el culmen de un pequeño concierto intensísimo en el que
también revisan, como es habitual, ‘Europa ha muerto’, un clásico cantado por
Jorge Ilegal cuando la cosa empezaba a torcerse, y dedican canciones a Jordi
Pujol ahora que tanta falta le hace un poco de ayuda. Una banda respetabilísima
que suena impecable hasta cuando prescinden de las guitarras (en 'Avanzan las negociaciones' mandan los teclados y el bajo se convierte en el motor de la
máquina) y les reservan el peor horario de la jornada. Esto parece una cuestión de 'Todos contra todos'.
Dinero es lo que hace falta. Del musical también. Tres tipos
dándole duro a sus instrumentos en un escenario nada estimulante defendiendo
temazos como ‘Duelo de titanes’, ‘Purasangres’ y seguramente el más conocido de
su repertorio, ‘Trastorno bipolar’. Es sorprendente que grupos de estas
características no tengan mayor repercusión en un festival al que se los relega
a un escenario secundario donde su brillo, quieran o no, pasa mucho más
desapercibido. Se les nota que están acostumbrados y que son capaces de
adaptarse a lo que haga falta con tal de que se les escuche como es debido.
Tienen una canción bonita, muy bonita, que se titula ‘En invierno’, y otras más
nuevas como ‘Tiene que parar’ que presentan con dedicación y esfuerzo, y es
indudable que merecen mucha mejor fortuna. La misma que los más toscos pero
igual de ilusionantes Sexy Zebras, otro trío madrileño de power pop enfurecido con
mucho más que ofrecer de lo que esconden tras sus pintas de hippies colgados. Los ‘Vagabundos’ de
los que hablan en uno de los temas que mejor les funcionan en directo pueden
transformarse en unos ‘Caníbales’ que son otra de sus grandes apuestas. Una
guitarra, un bajo y una batería pueden mover el mundo, y hay mil ejemplos de
ello, y tal vez los suyos no lo harán, pero mientras mueren en el intento van
dejando notas en el cuaderno para que no nos olvidemos de completar su tarea.
El trío de “pequeñas-bandas-que-deberían-ser-más-grandes” lo
completaban horas más tarde en el mismo escenario otros insistentes madrileños,
Layabouts, que han grabado discos más que interesantes, han versionado a
The Damned, han girado con Idealipsticks y, en definitiva, se han abierto un
merecido hueco en los límites del rock
and roll sin aditivos. Su EP ‘Monsters’ contiene otra dosis de relevante
caña, explícita en ‘Electro rocker move’ y los salvajes movimientos de sus
componentes. Entran ganas, muchas, de reivindicarlos cuando los oyes tocar ‘Outta love’ e incitar a la congregación playera a otro baño bien diferente entre
cuerdas, amplis y pedales. Lo suyo no es la moderación, está claro.
Todavía no he hablado de Russian Red. Pues bien, como ya
supe de las bondades y carencias de su directo hace unos días en el 101 Sun Festival malagueño, tampoco es que encontrase grandes diferencias. Por fuera,
una presencia muy atractiva; por dentro, unas canciones igual de atrayentes
pero de escasa fuerza para volcarlas en un público presuntamente masivo. No es
porque a ‘Casper’ o ‘Michael P’, de lo mejor que ha grabado, les falten
prestaciones, pero las tienen para otros entornos. Ni que ‘Every day, every night’ no sea otra grandísima canción, lo mismo que ‘I hate you but I love you’,
pero… un artista tiene que defender lo que siente y sobre todo saber
transmitirlo, y a la buena de Lourdes le falta justamente eso, capacidad para conectar con la gente. Y no será porque no lo intentamos. Su negativa a
conceder entrevistas y ese aire de impostura que exhibe a menudo no le
benefician en absoluto, al menos de cara a quienes pensamos que es una artista
que tiene mucho y bueno que ofrecer. Le concederemos otra oportunidad, aun
reconociendo que su banda es ejemplar, lástima que ella se esfuerce lo justo.
Ahora hablaré de Supersubmarina… ¿eh?... ¡ah!, perdón, de
Miss Caffeina –menudo error más tonto-. Bueno, pues eso, que el cantante es muy
guapo, que ensayan mucho y que se han ganado el sitio que tienen gracias a la
radio, la televisión y las tendencias que muchas jovencitas siguen sin
plantearse por qué. Y hasta tienen algún tema salvable como ‘Mi rutina preferida’ o ‘Lisboa’, pero el resto es solo un intento de estar a la altura y
un quedarse a medias con títulos rimbombantes como ‘Ley de imposibilidad del fenómeno’, ‘Gigantes’ y ‘Hielo T’, con la que suelen despedirse. Sí, pueden ser
una banda de festivales, no lo niego,
pero habría que saber de cuáles. Y no tengo nada en contra de sus fans, que todo
o casi todo es respetable en la vida, pero a estos (estas) se les quedaría cara
de tonto, por incomprensión sobre todo, cuando inmediatamente después vieran
salir al escenario principal a los dos frikis
que pondrían patas arriba el recinto en cuestión de minutos.
Una banda negra para envolver la base del estrado en el que
se colocaron una batería y un teclado. No necesitan nada más. Desde Brooklyn,
Matt Johnson y Kim Schiffino hacen suya la aconsejable filosofía del menos es
más. Tienen canciones, actitud y ganas de liarla, y ante eso, por mucho que su
propuesta a veces parezca de lo más raquítica, no puede nadie disentir. Ella se
sienta, le da duro a la pandereta y a la caja y él enchufa las programaciones y
la olla comienza a hervir. ‘Overexposed’ es la primera burbuja. La cosa no
decae, como bien explica el ritmo machacón de ‘Don’t slow down’, y
boquiabiertos vemos cómo Kim se sube al bombo una y otra vez, se desmelena
negándole sexo a su compañero y pidiéndoselo a la gente, lanzándose a las
primeras filas como una mártir del pop, repartiendo globos para hacerlos
explotar en la increíble ‘Now’ y fagocitando los ritmos, efectos y loops que dispara Matt como si allí hubiera mil máquinas
sonando a la vez. Lo suyo a veces parece un corta y pega amplificado y
disfrazado de talk show, pues
aprovechan samples archifamosos (Salt’N’Pepa
y R Kelly, entre otros) y no esconden más cartas que las que se ven, pero lo
llamativo de su espectáculo, los constantes agradecimientos y la impresión
generalizada de que están en esto para divertirse hicieron que el enamoramiento
fuese instantáneo. Estamos aún en la primera fase del mismo, aún tenemos que
darle más escuchas y ver si en grandes dosis no llegan a cansar.
Como me gusta llevarme a casa una sorpresa cada noche, la de
esta jornada, y muy grata, fue sin duda la de los daneses The Asteroids Galaxy Tour, a los que no les tenía mucha fe por aquello de que mezclar soul con electrónica y pop de los
setenta no es algo que requiera poco esfuerzo precisamente. A mezclarlo bien es
a lo que me refiero. La banda encabezada por Mette Lindberg, una rubia de buena
madera artística, agita en su coctelera ingredientes variados que resultan en
una receta fresca y radiante. Han grabado música para grandes marcas, series
televisivas, y sus servicios son requeridos en eventos por todo el mundo, pero
les faltaba consagrarse. Para mí, cumplieron su objetivo sobradamente con
canciones como ‘Heart attack’, fácilmente tarareables a poco que se escuchen
con calma, y en ‘The golden age’ demuestran por qué la añorada Amy Winehouse
los eligió como teloneros a su paso por la capital nórdica. Si no conectaron
más fue porque el amperaje todavía debe ser acondicionado a su cableado. Nuestra
propia reserva energética ya había sido convenientemente exprimida, por lo que
a The Royal Concept no pudimos ponerles nota, ni tampoco a los bulliciosos
Buraka Som Sistema, a cuya fiesta habíamos sido invitados con suma ilusión.
Pedimos disculpas por nuestra renuncia.
Como segundo plato, a la salsa cocinada en la tercera noche
“grande” del Arenal Sound se le unieron demasiados nutrientes, pero nada que no
pueda arreglar un postre bien surtido. La digestión promete ser reposada, y
solo por eso habrá merecido la pena.
LEÓN BENAVENTE
DINERO
RUSSIAN RED
MISS CAFFEINA
SEXY ZEBRAS
MATT AND KIM
THE ASTEROIDS GALAXY TOUR
LAYABOUTS
PLACEBO
Texto: JJ Stone
Fotografías: Raisa McCartney
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