Maria Coma. El Loco Club. Valencia, 15 – 12 – 2015


Maria Coma. El Loco Club. Valencia, 15 – 12 – 2015

Dos años después de haber lanzado su último disco, Celesta, y poco antes de mudarse, al parecer definitivamente, a Berlín, Maria Coma está dejando ver las últimas respiraciones de ese casi agotado cd, nacido en el mismo Berlín al que Maria Coma volverá, como cerrando un círculo, el cual dejó claro que la pegada de su anterior Magnòlia no era casualidad.

Y digo círculo porque la música de Maria Coma se mueve en círculos concéntricos, en cavidades de entradas y salidas cardiográmicas. No son meras canciones, sino más bien musicalidades variables de una armonía, repleta de pasajes sonoros, de pequeños gritos salidos de un pasado histórico y gotas de lluvia que, sonando como telón de fondo, dejan ver la tormenta antes del sol, el día anticipado por la noche, la paz que rompe con la guerra, el color que pinta el blanco y negro que una vez fue.

A solas en el escenario, soltera de su pareja la banda, con dos teclados y un sinfín de recursos expresivos, Maria toca con la perfección de un conservatorio, pero, por suerte, sin nada de ese conservadurismo inherente: lo que hace es, con una particular dulzura post-clásica, dar luz a sentimientos, trazar en el óleo, a través de pequeñas y rápidas pasadas de pincel, una pintura repleta de colores oceánicos, azules y verdes, de variedad idiómatica y desprogramática, que te llevan al remanso de paz buscado, la mirada del que cierra los ojos.

El lugar, convenientemente decorado con sillas sobre las que dejarse llevar, en un silencio sepulcral sólo asaltado por un ocasional aire acondicionado y alguna persona que se sentaba en el pasillo para intentar estar sólo un poco más cerca de la ensoñadora voz y pose de Maria Coma, se tiñó de otra especie de silencio, la de la música que sabe cuándo sonar y cuándo no, cuándo navegar y cuándo despegar, cuándo alzar la voz y cuándo tapar el micro, como una especie de banda sonora caleidoscópica que se apropia de nuestros pensamientos en una extrañamente cálida noche de martes invernal.

Es difícil recuperar pie después de un concierto de Maria Coma. Pero, al fin y al cabo, es eso mismo: también hay que saber cuándo alzarse, escuchando sin mirar.

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