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lunes, febrero 29, 2016

Segunda Persona. Deluxe Pop Club (Valencia). 26-02-2016

José Guerrero rinde tributo a la canción sin artificios en la noche de presentación de su "Faro sencillo".
Ilustración: Gerard Miquel
"Sincero": adjetivo frecuentemente arrojado a la papelera de lo gratuito, pero que yo aquí no usaré en absoluto de manera baladí. Y no lo haré, precisamente, porque si de alguien puede predicarse tal condición en esta ciudad, ése es José Guerrero. Alias Segunda Persona, alias Rastrejo, miembro de bandas fundamentales (Betunizer, Cuello, Jupiter Lion) y metido además en el complejo universo de la edición discográfica con su sello Mascarpone. Creo que su amor incondicional hacia la música queda fuera de toda cuestión. Tocar todo lo que pueda, llevar a efecto cuantas ideas se le ocurran en ese ámbito y hacer de ello un modo de ganarse la vida, es todo cuanto interesa a este quijotesco personaje, al que, si no existiera, habría que inventar, puesto que es uno de esos "agentes de la cultura" necesarios para señalar el camino a seguir.

Lo mejor de todo, sin embargo, es que él no es para nada consciente de su importancia. En absoluto: se halla completamente centrado en su arte. Lo demás (la edición, la promoción, los conciertos), son accesorios necesarios para darle salida y hacer que funcione. No lo hace para buscar relevancia, llenar su ego de elogios o coleccionar 50.000.000 de palmaditas en la espalda, no. Lo hace porque cree en lo que está construyendo y porque todo su ser, con los cinco sentidos, las 24 horas del día, necesita música.

Nadie del -lamentablemente, escaso- público congregado en el Deluxe podría dudar lo que digo porque cuando esta "segunda persona" de José Guerrero (que es la que te trata de tú) comenzó a desgranar sus enormes canciones, era evidente que algo grande estaba pasando. Otro podría haber buscado, para su proyecto en solitario, un vestido con más adorno, más rico en elementos que lo hicieran llegar de manera fácil al oyente potencial. Nada más lejos de las intenciones de nuestro protagonista, que al contrario, ha buscado el formato más crudo y alejado de artificios que ha podido encontrar. Las canciones de su disco se han grabado en el local de ensayo, buscando el ambiente de parquedad que uno encuentra cuando la canción le visita por vez primera y comienza a sonar en la guitarra, en el momento de su composición y alumbramiento.

Ilustración: Gerard Miquel
Así quiso comunicarlo a los que allí estábamos. Con su pelo desordenadamente ensortijado, su atuendo y postura cómodos, no daba sino a entender que esa noche, las auténticas protagonistas, el centro de atención, debían ser las canciones. Tal vez sea que esa "segunda persona" de la que habla es, en realidad, totalmente ajena a la suya. Quizá con ese apelativo trate de representar a unas canciones que, una vez nacen, obtienen vida propia y reclaman su derecho a existir tal cual llegaron al mundo, con ausencia de esos condimentos que normalmente se emplean para sumar y por tanto, crecer, pero que en muchas ocasiones, por el contrario, lo que hacen es desvirtuar el espíritu original y robar el alma a las creaciones.

Desde esa premisa, la de la total desnudez, es de donde partió la actuación de Guerrero, que ofreció un set concreto y austero, centrado, salvo algunas incursiones en repertorio de sus aventuras grupales ("Capando la señal"), en el disco que presentaba. Once canciones donde la rabia punk y la textura íntima se dan la mano. Ritmos y estructuras matemáticas, pero tocadas con toda el alma y unas letras que emplean a partes iguales surrealismo y razón, creando un atractivo fresco de lenta pero poderosa comunicación. Igual de lento que el despegue de un concierto, en el que como en todos los acústicos cuesta entrar, debido a la ausencia de adorno que lo haga amable, pero que, cuando a uno le alcanza el chispazo de conexión, queda hipnotizado ante unas melodías envolventes tocadas con convicción y espíritu, ofrecidas en carne viva para que contemplemos el corazón que hay tras ellas. Y puedo asegurar que yo vi ese corazón; que de repente, ese "Faro sencillo" al que alude el título de esta opera prima de Segunda Persona, me alumbró y me hizo penetrar en la esencia de canciones tan brillantes como la pegajosa "te cedo mi balcón", la delicada "Fuga colosal de mi ser rampante" o la luminosa "Un extraño en la cuneta de tu limbo". Todas inclasificables, todas genuinas, todas magníficas y presentadas con la sinceridad del que se entrega por completo a un objetivo. Ese objetivo es llegar al núcleo mismo de la música y este señor, sabe el camino. 

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