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domingo, junio 26, 2016

Valencia Beach Festival: Marc Jonson, Cooper, James Taylor Quartet - Veles e Vents. Valencia, 26-6-16

La tercera y última jornada del Valencia Beach Festival nos deja probablemente el día más ecléctico y en cierto modo más alejado de las aparentes líneas generales de un festival que, como toda primera edición, cuenta con aspectos a mejorar y otros sumamente apreciables. Una apuesta de riesgo (muy, muy alto), con resultados irregulares pero a la que no se le puede negar un cartel que se salta las líneas tangenciales del consumo rápido y fácil. Motivo más que suficiente para apoyar una iniciativa que no se da muy a menudo en este país y mucho menos a esta orilla del Mediterráneo. El público, ese que no acudió al fastuoso Veles e Vents (que por fin se abre a la ciudad), sería el único culpable de que no se repitiera este festival desacostumbrado y ciertamente diferente. 

Tras dos días en los que el guion iba cumpliéndose paso a paso, con conciertos en algunos casos sorprendentes (y a estas alturas es algo que hace ganar muchos enteros a este tipo de citas), el domingo resultaba a priori la jornada más imprevisible. 

Marc Jonson es probablemente el nombre menos conocido para el público medio de todo el cartel, aunque se trate de un fenómeno de rescate musical que se da de vez en cuando. Salvando las distancias, y sin ahondar en el fenómeno mediático que supuso, podemos recordar lo ocurrido con Sixto Rodríguez gracias al documental “Searching for Sugar Man”, aunque en este caso casi todo se mueve en una escena más comedida. La reedición de “Years”, editado en 1972, más el rescate de Víctor Ramírez con la versión de “Suddenly Sunshine” y su estrecha colaboración en los últimos tiempos, han jugado a favor de la reivindicación de este cantautor enterrado en el olvido y al que dentro de unas semanas todos aseguraremos conocer a fondo. 

Para este ejercicio de reivindicación se ha formado una banda con músicos valencianos y el atrayente añadido de Ken Stringfellow (al que aunque no hemos tenido el placer de volver a ver en esta ocasión). El mencionado Víctor Ramírez, Marcos Junquera a la batería, Xavi Muñoz al bajo y Cayo Bellveser en los teclados arropan de manera resolutiva y ciertamente efectiva unas composiciones que llevan implícito el crepitar de los viejos vinilos, y que resultan en un primer momento ajenas a un escenario soleado a orillas del mar. Sin embargo, una vez pasado este instante, todo recobra su curso y no se puede hacer otra cosa que rendirse a la evidencia de ese folk barroco y acogedor de los 70 bañado de pinceladas de rock acústico y psicodelia, de la mano de una vieja gloria en un sorprendente estado de forma. Degustar en directo algunos temas de “Years”, como “Mary”, “Mother Jane” o “Fly” y otros del resto de su discografía como “Honey Boy” (interpretada hoy a solas) o “Moon” pueden suponer después de este día el acicate perfecto para ahondar más en este gran desconocido.

Continuando este ejercicio de nostalgia, y ante un calor bochornoso, llegaba lo más esperado de la jornada de cierre: Álex Díaz, Cooper, alma mater de Los Flechazos, con esos “30 Años Viviendo en la Era Pop” que suponen un recorrido detenido por toda su carrera, esencial para entender el movimiento mod en España y gran parte de la historia del pop cantado en español. Un concierto para fans acérrimos, pero también para los niños que poblaban el recinto y para aquellos que se acercaban con esa bendita curiosidad reforzada por recuerdos de adolescencia. No hace falta ser seguidor de la carrera de Álex Díaz, en ninguna de sus formaciones, para disfrutar del lenguaje universal del pop y mover la cabeza e incluso algo más al compás de unas melodías y unas letras que apelan a lo universal y a lo tremendamente humano. 

Un largo set list que comenzó con “Mi Universo” y que hizo las delicias, sobre todo, (sin exagerar un ápice) de aquellos que poblaban las primeras filas, venidos incluso de otras ciudades para aprovechar la ocasión de volver a escuchar temas de Los Flechazos en directo. “A Toda Velocidad” o “Suzette” forman parte de la memoria colectiva de una generación y conviven estrechamente con la época en solitario o con composiciones ex profeso para esta gira como “El Asiento de Atrás”

Tras la necesaria pausa para reponer fuerzas, llegaba el turno de James Taylor Quartet, ya con el público habitual de los dos anteriores días en estado de huida a rincones más frescos y (esperemos) de camino a los colegios electorales. La fauna “festivalera” más extraña jamás vista por una servidora se congregaba en un éxtasis propiciado por un showman incansable acompañado por sus tres infatigables escuderos; invitados a una comunión, gente venida de la playa con el bañador aun húmedo, niños sentados en una de las mesas de sonido, el tipo de las maracas y algún despistado guiado por la música que salía de Veles e Vents se entremezclaban con los pocos que todavía aguantábamos al pie del cañón. 

El “Blow Up” de Herbie Hancock (la primera canción que grabaron como cuarteto hace la friolera de 30 años), clásicos como el efectivo “Green Onions” o “Starsky & Hutch” desataron la locura colectiva entre un público que pasaba bastante del “valencia dialect” y de soflamas políticas y que lo único que pretendía era pasar un buen rato. Y de este asunto James Taylor sabe muchísimo; rabioso, luminoso e incansable a la reliquia que lleva entre las manos y de cuyas teclas sale todo el groove posible, en esa mezcla apta para todos los públicos en la que acid jazz, soul y funk se dan la mano en un divertimento incontenible. Es tal su energía que sus compañeros quedan convertidos en músicos de sesión (salvando destellos de Andrew McKinney al bajo), altamente efectivos sí, pero eclipsados por la magia del de Rochester. 

Hasta aquí, la primera edición del Valencia Beach Festival, alojado en las celebraciones del Día de la Música y que nos deja con el compromiso de debatir, una vez más, si realmente este es el tipo de citas que el público valenciano quiere ver. 

Y con la firme intención, una vez más, de apoyar, de un modo u otro, el riesgo en las propuestas, porque a estas alturas si hay algo que a algunos nos convence entre el maremagnun de productos de consumo rápido es el descaro y la valentía para sorprender.

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