Hoy por hoy, ir a un festival, para que merezca la pena,
tiene que ser algo más que ir a escuchar una serie de grupos. Tiene que ser una
experiencia. Y de eso, de hacerte vivir experiencias, saben bastante en Ojén
(echad un vistazo al hashtag #ojenpuebloindie), un pueblo que se vuelca el
primer fin de semana de julio, para recibir a una verdadera marea de indies que
transforman por unos días el paisaje y las costumbres de este pintoresco pueblo
malagueño.
A pesar de la sobre abundancia de festivales costeros, el Ojeando es uno de los que ha ido
fidelizando público e incorporan nuevos adeptos que llegan hasta allí para
disfrutar, no sólo de música, sino de un peculiar ambiente hecho a medida de quienes
disfrutan este tipo de música. Una vez llegas a Ojén, sólo tienes que
sumergirte en su dinámica y dejarte llevar, todo lo demás forma parte de una
estupenda organización que, a pesar de que todo siempre se puede mejorar,
hace lo posible por facilitar la
estancia a las miles de personas que van hasta allí para disfrutar de buena
música y mejor ambiente.
El viernes, con las calles llenas a rebosar y muchas ganas
de festival, tras la presentación del festival por parte de sus responsables en
el escenario Plaza, el objetivo era llegar pronto para disfrutar del escenario
Patio desde su apertura. Ésta, a cargo de los malagueños Hungry Butterfly, comenzó ya con fuerza y un público que iba
llenando poco a poco el recinto para bailar desde las primeras horas de la
noche junto a esta banda de electro indie formada por Paloma (MicroKorg,
Microbrute, loop RC50, Guitarra, Bajo y Voz) y Armando (Electribe SX, Korg
MS20, Sampler SP555, Guitarra y Voz) con todo el ritmo que imprime este dúo a
sus conciertos.
Tras ellos, primer llenazo de la noche con Carlos Sadness, que tuvo la suerte de
protagonizar uno de los conciertos más frescos y divertidos del festival. El
artista catalán, que enfoca sus actuaciones como un ejercicio de comunicación
espontánea con su público. Y precisamente eso es lo que le sobra a cualquier
actuación suya, siempre fresca y distendida.
Con un set list que contuvo todos sus éxitos, dedicatoria de
“Miss Honolulu” a las instagramers que se hacen una foto con el grupo al fondo
pero lo que menos importa es el grupo, que aparece generalmente pixelado e
incluso momentos de improvisación de letras (dirigidas al señor de la guitarra
en la terraza) para ilustrar la anécdota del robo y devolución de su ukelele,
Carlos Sadness no utiliza complejas escenografías, sino el sencillo tú a tú entre
público y artista.
Con una verdadera masa de gente que saltaba entre “Bikini”, “Perseide”,
“Groenlandia” o “Qué electricidad”, entre anécdotas e incluso baño con pistola
de agua con forma de gaviota (ya lo avisó en rrss con un “cuidado hoy en las
primeras filas”) volviendo a dejar la sensación de que todos sus conciertos son
demasiado cortos y que, al contrario de lo que suele ocurrir con otros artistas
en los escenarios, no se le deja tiempo para bises, que se echaron en falta esa
noche.
Lo que sí hizo es dejar el ambiente ya caldeado para que León Benavente se incorporaran en la
cresta de la ola y arrasaran como un tsunami musical que puso la plaza literalmente
boca abajo desde su “Tipo D” de su apertura hasta “Ser brigada”, que puso el
cierre a un actuación con una fuerza imparable. Entre medias, una buena
cantidad de temas de su segundo álbum sin dejar de lado algunos de sus otros “hits”,
que prácticamente son todos los que ha compuesto hasta ahora una banda que,
como Midas, convierten en oro todos los temas que tocan. Un segundo álbum que
salió con fuerza y sigue arrasando y que el público ya se sabe y canta junto al
grupo de memoria. Impresionante, como siempre, la fuerza y la energía que
despliega Abraham Boba en el escenario.
Sin apenas espera entre grupo y grupo, aprovechando la
inercia y el buen rollo de la gente, los irlandeses Delorentos hacían su aparición para seguir manteniendo alto el
listón de calidad musical en una primera noche que tuvo, sin dudas, un cartel
de lujo. Los dublineses llegaron, con un reducido vocabulario en español, con
muchas ganas de comunicar y hacer bailar y está claro que para ello no les
falta a esta banda, que lleva en los escenarios desde 2005 y que, desde
entonces, no dejan de sacar temazo tras temazo. Y de esos llenaron el escenario Plaza pasadas las una y
media de la madrugada porque, prácticamente todos los suyos pueden llevar este
calificativo, con lo cual el baile y la interacción estuvieron asegurados
durante algo más de una hora, que duró su actuación.
Una lástima que tras su intervención, el cambio de escenario
para L.A. fuese lento y tedioso,
dando lugar a que la gente se dispersara bastante aunque luego volviesen a pie
de escenario cuando por fin estuvo listo para disfrutar de la estupenda voz de
Luís Alberto Segura, uno de los grandes vocalistas de las bandas actuales. El
grupo, inmerso en su Ocean Tours, volvió a hacernos disfrutar con un repertorio
bien elegido para cerrar la noche.
Aunque realmente no se cerraba ahí, sino que suponía un
punto y aparte para dar paso a Elyella
Djs, que fueron los encargados de poner el ritmo y el ambiente de fiesta a
una noche que había dado ya mucho de sí y que siguió sonando hasta que el
confeti inundó la plaza para poner el punto final a la primera e intensísima
noche del Ojeando’2016.
Entre una jornada y la siguiente, la fiesta sigue en la Pool
Party de la piscina municipal, junto a la zona de acampada del festival, con Ley Dj y muchas ganas de marcha dentro
y fuera del agua puso el toque fresco a un calurosísimo día que sólo se hacía llevadero poniéndose a remojo.
Para la segunda noche el ambiente, la calle, y en esta
ocasión el escenario Plaza, se llenó
de Amor. Un amor que, como dicen Trèpat,
está en la calle. Los granadinos fueron los encargados de una apertura llena de
torturas en los bares y de esa intensidad oscura que llena el último trabajo de
los granadinos. Un grupo que evoluciona en una línea cada vez más personal pero
sobre todo coherente con la puesta en escena de los temas, en los que Juanlu,
su vocalista, se muestra cada vez más interactivo a la hora de llevar a cabo su
personal performance con la que acompaña las letras.
También desde Granada, la siguiente en salir a escena, Soleá Morente, con esa banda de lujo
en la que escuchamos también a JJ Machuca al teclado, Antonio Arias al bajo, Miguel Martín a la guitarra o Fernando
Olmedo (Mafo) a la batería. La pequeña de los Morente, que presentó disco hace unos meses,
bajo el título de “Tendrá que haber un camino”, como claro homenaje a su padre,
abrió su actuación con “La ciudad de los gitanos” con un repertorio que por
supuesto incluyó también su “Nochecita Sanjuanera”, temas que le están
funcionando especialmente bien en este trabajo.
Y, como el escenario Plaza no es el único del que se puede
disfrutar en Ojén, llegaba a esas hora el momento de cambiar de lugar y
desplazarnos hasta el escenario Plaza,
donde se alternan bandas de distintos estilos y desigual calidad donde puedes
encontrarte un poco de todo y entre lo mejorcito del escenario, la primera
noche pusieron ritmo a la noche Harakiri Beach y la segunda pudimos disfrutar
de Glaciar, un grupo de esos que,
literalmente, hacen que se te erice la piel en temas como “Leitmotiv”, que
formó parte del trabajo con el que la banda ganó el Málaga Crea Rock hace un
par de años. La banda, que sigue teniendo un gran sonido y un cantante con un
registro vocal impresionante, demostró que se merecen sobradamente abrir el
escenario Plaza en alguna de las ediciones del festival.
De vuelta al Plaza, Full
enfocaban la recta final de su concierto, una lástima que no se pueda estar en
todos los escenarios a la vez y tener que elegir de vez en cuando. El grupo, en
su línea habitual, dejaban alto el listón y a un público con muchas ganas de
fiesta a esas horas de la noche.
Una fiesta que llegó a su momento álgido con la aparición
estelar de Supersubmarina. El grupo
jienense, que está en uno de sus mejores momentos, ejerció de cabeza de cartel
con una puesta en escena a la altura de las circunstancias y un repertorio que
prácticamente no dejó atrás ninguno de los temas que todo el mundo esperaba
escuchar en la noche. A esta altura ya son muchos los que se han convertido en
imprescindibles en su set list pero sin dudas, entre los más esperados
estuvieron “Viento de cara”, “Ana”, “De las dudas infinitas”, “LN Granada”, “Arena
y sal” y tantos otros temas que no pueden dejar atrás.
Temas coreados e incluso bailados por un público tan
entregado como el propio grupo, que se mostró cercano y con ganas de hacer
participar a la gente de su espectáculo, con un repaso bastante completo de
todos los trabajos de la banda y la actitud de banda grande, de esas que saben
cómo hacer disfrutar de verdad al público, con el que llegaron a una verdadero
éxtasis en algunos momentos.
Y con ese buen rollo en el ambiente, bien pasadas las tres y
media de la madrugada, llegaba el turno a una espectacular Javiera Mena que supo crear un ambiente festivo propio de esas
horas en las que la noche aún es joven hasta que We are no Djs tomaron el relevo para llevarnos casi hasta ver
amanecer, a pesar de que la tormenta veraniega desluciera el decorado y sumara
dificultades a su puesta en escena, en ese pueblo indie en el que se duerme
poco y se baila mucho. Nos quedó por visitar, (por imposibilidad para
triplicarnos) un escenario Molino en
el que nos consta que también hubo muy buen ambiente.
Todo ello gracias a este festival que, nuevamente, colgó el
sold out durante la segunda noche y que ya se prepara para una nueva edición,
que volverá a cambiar, el próximo verano, la tranquilidad de los montes
malagueños por la marcha y la diversión que inundan sus calles durante un fin
de semana al año en el que se ganan ese apelativo de pueblo indie.
Crónica: Redacción
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