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domingo, marzo 25, 2018

Dylan sí o Dylan no?

La que quizá sea la mayor leyenda de la historia del rock and roll, con permiso de sus satánicas majestades, que aún sigue en pie, Bob Dylan, visita nuestro país por enésima vez en su autodenominada "Gira sin fin". Pese al culto casi religioso que le profesan sus numerosos seguidores, hay quien empieza a ver su figura como algo molesto. La polémica está servida. 


A raíz de un artículo aparecido en el diario El Confidencial  y firmado por Víctor Lenore (leer), el cual lleva por título "Porqué no voy a ver a Bob Dylan en España: un mesías insufrible y reaccionario", he visto casi literalmente ARDER los círculos en los que me muevo en redes sociales. Obviamente, prácticamente todos mis contactos son aficionados a la música y muchos de ellos, fanáticos del de Duluth, no han encajado nada bien los golpes a los que les ha sometido el citado periodista, por otro lado, "hater" reconocido y empedernido.

¿Y cuál es el veneno que este sujeto vierte en su artículo, por si el título no fuera lo suficientemente explícito, que ha causado la ira colectiva y el grito al linchamiento? Pues, en resumidas cuentas, acusa de cretinos a esa multitud de Dylanitas que pagan entradas "a precio de plutonio enriquecido" para ver a un viejales (mal) interpretar un repertorio que le hizo famoso en los sesenta y sesenta, el mismo que ahora se ve incapaz de emular, por más que se empeñe su caterva de enfervorecidos fans. A él le acusa de mesías orgulloso y altanero, a sus feligreses de gente que "apenas escucha otra cosa que a su ídolo" y de tribu "intransigente, soberbia y tan alienada como cualquier grupo de fans de una boyband".

No contento con todo eso, además, en un alarde de elevada cultura, nobleza obliga, cita a Pasolini para dejar claro la absurda pseudointelectualidad de la jauría contra la que arremete, tras lo cual, como dejándolo caer para aquellos necios que pese a sus sabias advertencias aún decidan malgastar sus ahorros en una entrada, lista las localidades y recintos por los que discurrirá la gira del recientemente galardonado con el premio Nobel de literatura, que por cierto, es como sigue...
  • Sábado 24 de marzo: Salamanca Multiusos Sanchez Paraíso
  • Lunes 26 de marzo: Madrid Auditorio Nacional

  • Martes 27 de marzo: Madrid Auditorio Nacional
  • Miércoles 28 de marzo: Madrid Auditorio Nacional
  • Viernes 30 de marzo: Barcelona Grand Teatre del Liceu
  • Sábado 31 de marzo: Barcelona Grand Teatre del Liceu
Realmente, desconozco a qué tipo de horribles vejaciones tuvo que verse sometido Lenore a manos de algún aficionado a la música de Dylan en el pasado o si debemos remontarnos a su infancia para conocer algún trauma que posiblemente pudiera haberle causado tal inquina como para verter una ira digna de Odín en un texto largo, farragoso y altamente pedante, al que la palabra "desmedido" queda tan corta como a un jugador del Palathinaikos un pantalón de colegial. Porque todo esto lo que aparenta ser, es una cruzada personal en toda regla. 

Conocido es por muchos el tono premeditadamente polémico que emplea este señor en su prosa, la cual ha desplegado ampliamente en diversas publicaciones, tanto musicales como no, así como en diversos libros. Hay quien no tiene otra forma de alcanzar notoriedad con sus propios medios: necesitan clavar el aguijón, mostrar lo mucho que odian al mundo. Y es que Lenore es uno de esos odiadores profesionales tan de moda últimamente, uno de libro además, que la verdad, no entiendo qué hace entre las firmas de un medio que se supone tan serio (risas enlatadas) como El Confidencial Lo innecesario no suele ser noticia y esto, definitivamente, creo que lo es. 

Ojo, no les habla precisamente uno de esos fans acérrimos del de Minessota. Bien es cierto que le he seguido toda mi vida y que puedo vanagloriarme de conocer bien su obra y biografía, pero jamás le he citado entre mis artistas favoritos y desde luego, reconozco ampliamente sus puntos flacos, que en mi opinión no son pocos. Le he visto dos veces en directo: la primera, en el Velódromo Luis Puig de Valencia (1995) fue considerada un hito cultural en la ciudad y tengo conocidos que lo reclaman como el concierto de sus vidas. A mí, particularmente, no me dijo gran cosa. Bien es cierto que era quizá demasiado joven como para apreciar a un músico maduro que en aquél entonces aún no había reivindicado de manera fehaciente su pasado y se dedicaba a vivir un poco de rentas. 

La segunda, fue en los Jardines del Real de la misma localidad, que era, si no me equivoco, la tercera vez que le recibía, bastantes años después de aquella primera. De esa ocasión sí que guardo un gran recuerdo: Dylan hacía tiempo que sacaba disco tras disco a cada cual mejor y se mostraba pletórico en escena, junto a una banda impresionante de músicos de blues que le entendían a la perfección y hacían relecturas más que  interesantes de unos clásicos hasta la saciedad versioneados y escuchados, a los cuales no les venía nada mal un refresco, la verdad. 

Personalmente, creo que Dylan no necesita tocar para vivir. Todo el mundo le acusa de mezquino, de poco menos que usurero, pero no creo que sea ese el motivo que le mueve para seguir montado en esa gira interminable que vuelve a traerle por aquí. Discográficamente hablando, no deja de revisar su catálogo y editar unos "Bootleg series" que ya empiezan a ser también interminables, pero también ha sabido editar una serie de discos que no bajan del notable, incluso cuando hace lo que le da la real gana, como es el caso de los últimos, en los que se las da de crooner cantando standards, algo por lo que ha sido muy criticado y que a mi, aunque no me epata, no me parece mal en absoluto. Creo que no tiene nada que demostrar y el hecho de que un artista como él siga en la brecha haciendo música, aunque resulte incomprensible para su público natural (o quizá por ello), se me antoja digno de aplauso. 

Por supuesto, tenemos el tema de verle cantando para el Papa de Roma todo vestidito de blanco, de su juego al ratón y al gato con la Real Academia Sueca de las Ciencias para recibir el premio Nobel de literatura hace un par de años, lo cual ha ensombrecido en cierto modo la opinión de algunos o ha venido, simplemente, a reforzar la de sus detractores, pero no dejan de ser elementos anecdóticos de una carrera impresionante. Me he hartado de escuchar, en esta vida, a gente preguntarse qué hubieran hecho los Beatles de seguir juntos todos estos años, de no haber muerto John, etc, etc. Pues bien, la carrera de de este hombre, se quiera o no, es en cierto modo un reflejo de todos los altos y bajos (que seguro que los hubiera habido) que hubieran experimentado los de Liverpool de seguir juntos tantos años como, por ejemplo, los Rolling Stones, que también, si nos ponemos, arrastran sus culos arrugados por los escenarios de medio mundo y nadie se dedica a rasgarse las vestiduras por ello. 

Y no es que con esto apele al pasado del músico para justificar nada. Ya he dicho y repito que considero su actividad artística actual lo suficientemente vigente e interesante como para justificar su empeño por mantenerla activa y actuar en giras mundiales. Indudable es que existe, como ocurre con Beatles, U2 o Stones, una caterva de seguidores en cierto modo irritante que pone los ojos en blanco ante cualquier sonora ventosidad de su ídolo, pero bueno, el fenómeno fan ha sido algo intrínseco al rock que, la verdad, no me parece tan molesto sobre todo cuando el endiosado es alguien con una carrera tan nutrida, lúcida y llena de maestría como la que ha tenido el viejo Bobby. 


Descalificar, por tanto, a toda la gente que vaya a ver, quizá, vaya usted a saber, por última vez a su ídolo, al hombre de dotó de sentido poético a la música pop, al tipo al que debemos gran parte del lenguaje que se ha empleado para comunicar cualquier mensaje relacionado con el rock and roll todos estos años, me parece cuanto menos injusto. Me parece, no tanto un intento de adquirir relevancia a costa de la broma fácil, del despliegue gratuito de bilis, como una rabieta de colegial. Una venganza del "Incrediboy" de turno contra su "Mr. Increíble" particular. Una pataleta, un botón, un berrinche de alguien que ni siquiera tiene pinta de haber profundizado lo que debería, aunque sólo fuera por ética profesional, en la materia de la que habla. 

Dylan en esta ocasión no viene a Valencia y no lo considero una prioridad tan grande como para viajar a otra ciudad para asistir a su show, pero me parece muy bien que muchos conocidos míos para los que sé que su música lo representa prácticamente todo lo hagan y si apareciera por aquí quizá me planteara, como en otras ocasiones, pagar el precio de la entrada. Creo que tal como está de overbooking el cementerio del rock últimamente, ver a una de las leyendas capitales del rock quizá por última vez es motivo suficiente por sí sólo, pero es que además, si me pongo a pensar, la verdad es que la música de este hombre es tan, tan, inmensa, tan inconmensurable, que ver a su autor dar su versión, aunque esté algo distorsionada por los años, de una obra tan importante, es algo que no se paga con dinero. 

¿En serio a nadie le hubiera gustado ver a un Cervantes de setenta y pico años leer fragmentos del Quijote? Nadie mejor que el amigo Joserra Rodrigo, quizá el mayor de todos los Dylanitas españoles, un miembro de esa comunidad a la que el citado periodista difama en su artículo, para dejar cerrado el asunto: "Hay gente que siente la lluvia y otros a los que sólo les moja". Dicho de otra forma, también parafraseándole, hoy día un concierto de Dylan no es algo recomendable porque sí, hay que haber aprendido a paladear sus canciones, como si de un buen vino se tratara. Explicar a estas alturas su grandeza o reírse de su figura son dos cosas tan banales que no deberían ni plantearse, por eso resultan tan ridículos intentos como éste de adquirir relevancia soltando heces en lugar de palabras. Que alguien así se haga llamar periodista, me hace cuestionar seriamente esa profesión, la verdad. 

En fin, que quien quiera que vaya y quien no que no lo haga. Robert Allen Zimmerman seguirá siendo tan grande como la vida. La música está para disfrutarla como se quiera y sus grandes artífices merecen un respeto y atención, aunque se trate de millonarios engreídos. Es algo casi inherente a su condición, pero su obra, su gran obra, seguirá estando ahí. Y no hay peor ciego que el que no quiere ver. Verdad, Mr. Lenore? 



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1 comentario :

  1. No aportaré mucho en mi comentario. No he leído el artículo de Lenore, pero son argumentos archimanoseados por los que no gustan de escuchar a Dylan, y que, además, ignoran su historia (Dylan toca algunos de sus éxitos de antaño, pero son muy pocos el núcleo del concierto son canciones de sus últimos discos). Así que dejaré mi opinión de forma breve y concisa(yo que además de pagar lo que me parece que merece la pena por verlo escucho músicas de todo tipo y color); como ya dijera el Aviador Dro: "Dylan sí, por supuesto, Dylan sí, por favor"

    Cisco Fran

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