Deben tener un contrato firmado con el mismÃsimo diablo,
haber vendido su alma en cómodos plazos e hipotecado el trozo de infierno que
les pertenece, porque, cada vez que vemos a Guadalupe Plata en escena, es como escuchar la banda sonora del
inframundo. Envueltos siempre en penumbra, entre tenues luces rojas y alaridos imposible,
los de Úbeda siguen demostrando, concierto tras concierto, que son uno de los
grupos más originales y personales de este lado del Mississippi (o del Genil,
depende de dónde vengas).
En Planta Baja,
el pasado sábado, con la sala a rebosar, recién comidos casi todos en Bella Kurva, artÃfices de estos
conciertos “Noodles Music Box”, ciclo en el que se alÃan ambos para ofrecer
buena comida y buena música en horario de tarde, Guadalupe Plata hicieron un repaso por su discografÃa, revoloteando
con su “Milana” a las puertas del cementerio.
No es casualidad, que este grupo, de blues pantanoso y
oscura iconografÃa entre lo demonÃaco y lo bizarro, hayan optado por asimilar
su sonido a todo tipo de sÃmbolos infernales. Un coqueteo con la vida y la muerte
que han sabido llevarse a su terreno para construir todo un imaginario que han
hecho plenamente identificable con ellos.
Musicalmente, mucho ha llovido (sobre todo últimamente) desde
que los viéramos, apenas un puñado de buscadores de tesoros, en la entonces llamada
Sala Who, entre rejas, a buen recaudo,
para volver a encontrarlos poco después en un Tornado donde los afines éramos aún pocos, pero muy dispuestos a
disfrutar del reciente descubrimiento. Tiempo después, cuando el grupo se hizo
con el galardón del Circuito Joven Pop-Rock de AndalucÃa (2009), otorgado por
el IAJ junto a Chin Yi (por cierto,
alguien sabe qué fue de ese grupo), presentaban el trabajo grabado a ambas
formaciones en el Teatro Alhambra donde, ya sÃ, comenzaron a recibir el
merecido reconocimiento.
A partir de ahÃ, una escala ascendente les ha ido llevando por
los mejores festivales de nuestro paÃs e incluso han saltado el charco para
tocar en tierras mexicanas y visitar cementerios en otras latitudes. No en vano
se han convertido en una de esas bandas imprescindible, de culto y de cultos,
para disfrutar con uno de los grupos que más han arriesgado, musicalmente
hablando, en los últimos años.
La banda, formada por Pedro de Dios (guitarra y voz), Carlos
Jimena (baterÃa) y Paco Luis Martos (bajo y ‘contrabalde’), ha sabido no sólo
llegar, sino mantenerse, y ahora son capaces de facturar temas que, si bien
siguen dentro del estilo inicial de la banda, siguen teniendo la capacidad de
sorprendernos con cada nueva entrega.
Imprescindibles siempre, el baile y el buen ambiente que
hubo el sábado en Planta Baja, a pesar de que el concierto comenzaba a las cinco
y media de la tarde, demuestra que, cuando la propuesta es tan sólida como lo
era en esta ocasión, no hay horas, ni lugares, ni lluvia, ni excusas para dejar
de disfrutar de una buena tarde de música.
Crónica y fotos: MarÃa Villa
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