
Hay misterio y poesÃa en el nombre de ValparaÃso, valle sobre el que se erigió, frente a la Alhambra, el Sacromonte granadino. Asà se llama, desde ahora, el proyecto de tres veteranos de la música de esta ciudad. José A. Sánchez, Juan CodornÃu y José Uribe protagonizan la primera referencia de Discos Bora Bora en su incursión como sello discográfico. Canciones desde el segundo piso tiene carácter incunable desde su nacimiento y consuma el trabajo que Sánchez —productor de cabecera de la Granada musical— y CodornÃu —guitarrista original de Lagartija Nick— han desarrollado durante dos décadas en aventuras anteriores como Hareh Lareh y, en especial, Matilda. Grupos relajados, composiciones a fuego lento. Un espacio solaz al margen de sus ocupaciones. El uno, mezclando discos a otros que se han convertidos en clásicos. El otro, llegando a cincelar el muro de sonido del Omega con Morente. Al plantel se suma Uribe, baterÃa de Eskorzo, que ya coqueteó con la psicodelia en la formación de Elastic Band.
Mucho oficio y sapiencia, pues, en las filas de ValparaÃso: el salto más ambicioso en la lÃnea evolutiva del trÃo. La banda, además, funciona como colectivo abierto, como plataforma dispuesta a absorber el talento circundante. Total, si en su dÃa a dÃa se relacionan con lo mejor de cada casa, ¿por qué no invitar a los amigos? Cada detalle de Canciones desde el segundo piso encaja con precisión en su puzle grupal. Como la fotografÃa en portada de RocÃo Castilla, unas escaleras enfrentadas en fondo blanco: nadie sabe si suben o si bajan, pero se percibe el estÃmulo de la historia por escribir, de la página por rellenar. En el álbum se cuelan bajos de Julián Méndez (Los Planetas), Antonio Arias (Lagartija Nick), Juan Alberto MartÃnez (Niños Mutantes) o Carlos DÃaz; suenan guitarras de Alejandro Méndez (Lori Meyers), y teclados de Raúl Bernal (Dolorosa), J.J. Machuca (Lagartija Nick) o Banin (Los Planetas)…
No es casual que la grabación haya corrido a cargo de Elena González en Producciones Peligrosas. José A. Sánchez es un técnico reputado, pero aquà prefiere ser simplemente músico. Y se nota el flujo creativo del terceto en el resultado: lo que antaño prometÃa por el cauce del pop artesano ahora deslumbra por cuanto ha ganado en porosidad, empaque y veta psicodélica. La flexibilidad de la propuesta se palpa también en el hecho de abrir con letras de otros. ‘Estamos solos’, un arranque con empuje de power-pop, golpea con un texto de Raúl Bernal, que interpela a Gil Scott-Heron: «La revolución será televisada pronto». Sinuosa y sombrÃa, ‘Opaco natural’ adapta un poema de Juan GarcÃa Conesa, aupado por un bajo tremendo de Antonio Arias. Por su lado, ‘Valentina’ parte de las ‘Nanas de la cebolla’ de Miguel Hernández; pop de cuna con coros de Alejandro Méndez y teclados de Bernal.
La cara A del vinilo cierra con la impronta más genuinamente CodornÃu del artefacto, que canta en clave de after-punk sugerente ‘Visión fugaz’, joya destacada del lote. Y ojo con ‘Era de noche y sin embargo llovÃa’: trotona, chula, vitamÃnica… Nuevaolera.
En la cara B, sin embargo, aflora el lado autoral de José A. Sánchez. Desde el pop enérgico y voltaico de ‘La daga de Tutankamón’, que colorean los sintes de Banin y los vientos de Jimi GarcÃa (Eskorzo), a la pieza más indie-de-vieja-escuela del paquete, ‘Mientras vuelven los fantasmas’: una delicia, pura orfebrerÃa emocional, con irresistibles coros de Natalia Muñoz (Dolorosa), Natalia MartÃn y Miryam Levy. La vena caleidoscópica de Sánchez persiste en ‘Más de cien años’, que incrusta un final lisérgico apabullante, y remata el trayecto en ‘Negro invisible’, con inesperados coros de Anni B. Sweet. Un falso debut sincero, enigmático, inspirado, redimido. Peguen la oreja a la segunda planta.
Eduardo Tébar.
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