Han vuelto a España, tras interrumpir su gira por enfermedad
de su guitarrista Ahmoudou Madassane,
músico habitual de la banda de Mdou Moctar y lo han hecho multiplicando la expectación
que se ha creado en torno a esta banda para nada convencional. Al frente del
trÃo Fatou Seidi Ghali, una de las escasas
mujeres guitarristas de NÃger, acompañada de las otras dos componentes del
grupo, Alamnou Akrouni y Amariam Ahme.
Como cuarteto, con claras diferencias estilÃsticas y de
protagonismo entre los componentes del grupo (por un lado, delante, ellas, detrás
él), se hacen llamar Les filles de
Illighadad y su carta de presentación en Granada ha sido llenar hasta
arriba Planta Baja un domingo por la
tarde.
Su debut, con “Eghass Malan”, un disco de blues arenoso y
desértico que sonaba incluso “indie” si tenemos en cuenta la capacidad de adopción
sobre todos los estilos musicales que ha mostrado la música independiente, tuvo
una gran repercusión tras ser editado por Sahel Sounds, sello propiedad del norteamericano
Christopher Kirley, musicólogo y mentor también de artistas como Mdou Moctar o Mamam
Sani.
El tÃtulo del álbum, curiosamente, da nombre en un vocablo
sin traducción literal, al número de camellos que corresponde a la futura
esposa por la dote, costumbre aún vigente en Illighadad, un pueblo del desierto
donde aún no ha llegado el agua corriente ni la electricidad y que vive de una
forma tradicional y apegada a la tierra que vive principalmente de la
agricultura de subsistencia y el pastoreo nómada. Duras condiciones para
mostrar un interés tan profundo por la música.
“Les Filles”, vienen desde un mundo
musical que siempre ha estado dominado por hombres y una de las claves de su
éxito es la capacidad que muestran para transmitir las canciones tradicionales
de su pueblo a través del uso de instrumentos modernos (guitarra eléctrica) sin
restar por ello la emotividad rÃtmica y contenida de los cantos tuaregs.
Riff hipnóticos, frases cortas repetidas en bucle y la
polifonÃa de unas voces que cantan melancólicamente a temas tan universales
como el amor o tan personales como la religión. Nada que no se hubiera hecho
antes, pero hecho de una manera completamente distinta. Para Ghali, lo más
complicado fue decantarse por tocar la guitarra eléctrica en una sociedad donde
las mujeres, a lo sumo, tocan el tendé (percusión tradicional fabricado con
membrana de piel de cabra sobre una caja de resonancia cubierta de agua), pero
el reto, sin dudas, fue aprender a tocar un instrumento que, si no prohibido, sÃ
está mal visto (en manos de mujeres) en su cultura.
En Planta Baja,
ataviadas con ropas tradicionales, el espectáculo estaba en ver la capacidad del
trÃo para contagiar al público con su
rÃtmica y hacerlos adoptar sus ritmos a pesar de la distancia cultural entre ambos
mundos. Comenzaron sentadas en el suelo, con cuatro temas de origen rural que
se asemejan poderosamente a los cantos del pilón venezolanos o a los cantos de
siega de nuestra meseta, repetidos hasta la saciedad como ‘mantra’ mientas se
realizan las faenas más rutinarias del campo.
Perfecta introducción para dar
paso a la entrada en escena de Ahmoudou Madassane, que se situó tras ellas para
completar la formación con la otra guitarra y dar paso al repertorio más
eléctrico, contenido en el álbum que están presentando, lleno de temas largos y
repetitivos que consiguen llevar al público casi hasta el trance.
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