No hace falta más que un hombre, una guitarra… y tú. Si a
esto le añadimos un trabajo impecable de iluminación y un gran dominio técnico
del silencio, nos sale un espectáculo “Silente”.
El de Jorge Drexler, por supuesto.
Con dos mil almas atentas a cada movimiento del uruguayo, siempre bien iluminado
y permanentemente asistido entre bambalinas para que la luz formase parte del
espectáculo, el artista pudo dedicarse a cantar y comunicar hasta establecer
con el público una unión con la capacidad de meter a los asistentes dentro del
espectáculo.
Cantando y recitando por décimas, Jorge Drexler se apoyó en un público receptivo que le hacÃa los
coros, chasqueaba los dedos o hacÃa palmas, unas veces más rÃtmicamente que
otras, para completar lo que podÃa faltarle en escena porque, musicalmente, la
tecnologÃa hace milagros y con una buena pedalera y la debida destreza un
hombre puede convertirse, literalmente, en una banda, incluso en una orquesta.
Tras él, un juego de luces, transparencias y proyecciones
fueron subrayando los temas más emblemáticos del cantante porque, para temas
como “Tu voyeur”, Jorge Drexler prescindió de todo efectismo y se enfrentó al
desnudo escenario con la grandÃsima compañÃa del rockero granadino por
excelencia, Miguel RÃos. Entre ambos, sentados, cómplices, amigos, el tema
cobró una dimensión que rompió esa barrera silenciosa que Drexler se habÃa auto
impuesto desde el principio para coquetear levemente con el blues y el rock a
dos manos.
No faltó entre tanta música silente, el tiempo para las
anécdotas, las explicaciones y las vivencias cantadas y contadas, como la que
inspiró el tema que se estrenó en esa noche “Cuando cantaba Morente” y que, por
supuesto, recoge la esencia de la noche en la que Drexler amaneció en el AlbayzÃn
enamorándose del arte de la familia Morente.
Anécdotas y canciones que se funden también en temas como “Pongamos
que hablo de MartÃnez” (JoaquÃn MartÃnez Sabina), en la que recuerda y agradece
como una noche, años atrás, en ese mismo Palacio de Congresos, teloneó guitarra
y soledad en mano al mismÃsimo Sabina, del que dice, cambió su suerte “Haciendo
caso a tu consejo delirante, hoy que pasaron veintidós diciembres ya de aquella
noche loca que selló mi suerte".
No faltaron temas como “Transporte”, “Eco”, “Silencio”, “TelefonÃa”
o, por supuesto “Mi guitarra y vos”, himnos compartidos con sus más files
seguidores, algunos dispuestos a hacerle los coros por encima de lo que la
educación y el saber estar recomiendan. Otros, con la suavidad y la delicadeza
que requerÃa el momento, para deleite del propio cantante, encantado con la
situación.
Y es que Granada es asÃ, ciudad de música y de músicos que
acoge y recoge, a partes iguales, notas y silencios. Y hasta ahora, ningún
silencio ha sido tan bello como el de Drexler.
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