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lunes, marzo 02, 2020

Apartamentos Acapulco + Chungking Express - Loco Club. València, 29/2/20

Los granadinos Apartamentos Acapulco visitaron de nuevo el Loco Club para dar comienzo a su gira 2020 y estrenar una nueva remezcla de "Estrella de los Mares", acompañados por Chungking Express.
 
El pasado sábado 29 de febrero volvían a la ciudad de Valencia los granadinos Apartamentos Acapulco con la intención de relanzar su vuelta a los escenarios. El motivo, a falta de nuevo trabajo, era la puesta en circulación de la canción "Estrella de los Mares" con una nueva remezcla. 

El cuarteto se subió al escenario de la sala Loco Club dispuesto a demostrar la vigencia de un discurso que, pese a filiaciones y herencias, reivindica un espacio propio. Tras las luces cegadoras que los vestían de penumbra, un ruido tenso, pausado y azul se fue abriendo paso entre las conversaciones. Hay canciones que curan, otras alivian las heridas y hay otras muchas que no son más que ejercicios de estilo y homeopatía. Hace falta mucho más que la intención para dar con esa melodía que se filtra por los poros o para encontrarse con ese verso certero capaz de saturar algo las grietas que provocan la soledad, el desencanto, o el desamor. 

Las canciones de los granadinos tienen la valentía de dirigirse a nosotros sin miedo al cuerpo a cuerpo; en su último trabajo siempre te hablan desde la franqueza del tú sin recurrir a las precauciones y las distancias que esconde el uso la tercera persona. -“ Tu no tienes la culpa ”- fue lo primero que nos advirtieron; con "Algo que aplastar o pisotear", arrancaron el concierto. Antes de los granadinos, la banda local Chungking Express se subió al escenario para vivir el vértigo que se siente cuando tocas en un lugar tan exigente como el Loco Club. Afortunadamente, las primeras filas se llenaron de incondicionales que los arroparon durante su actuación; se les veía algo desubicados y felices. Su música, en una primera escucha, tenía momentos que recordaban a Los Piratas, otras veces llegaban efluvios con olor a a Ribera del Duero y no faltaron ratos en los que parecían transitar parajes de metafísica confesional con vocación de trascendencia. 

Es siempre complicado abrir frente a un publico muy de sábado noche, que bebe, se mueve, se saluda, habla, empuja, entra, sale, va y viene. La sala se fue llenando y las conversaciones y las risas fueron ganando densidad conforme te alejabas de las primeras filas. Mucha suerte para los valencianos y su proyecto; esperemos que no se conviertan en otra de esas formaciones cuya principal aspiración creativa es tocar en un festival de provincias. Son ya demasiados los grupos españoles que componen convencidos de que los que cruzan el paso de cebra en la portada de Abbey Road son Izal. 

Si los traperos, urbanos y otras tribus de la ciudad han transitado del quinqui chic al bakala style de colorida ropa deportiva, el outfit de los granadinos, con el bajista vestido con camiseta de rayas y Angelina Herrera con una t-shirt Adidas roja, traía todo el sabor vintage de aquellos FIB del velódromo; sólo nos faltó a dos o tres del público con papel aluminio en la cabeza, protegiendo el pelo recién tintado, para que la sensación de déjà vu fuera completa. Corrientes circulares en el tiempo. Las luces densas, muy noise pop, escondían al grupo y desdibujaban sus siluetas entre azules y rojos. Se los veía concentrados en fabricar ese ruido lento con el que armaron las primeras piezas. 

Después de unos cuantos temas pausados y reflexivos llegó "Estrella de los Mares" y todo se comenzó a agitar. - “ Aquí todo esta bien, todo esta tan bien”- cantaba el publico con convicción. La intensidad había subido de repente y en las heridas del corazón se notaba cierta mejoría. En la música de Apartamentos Acapulco hay quizás más Galaxie 500 que My Bloody Valentine; tampoco faltan trazas de Slowedive, Lush, Chapterhouse, Pale Saints y otras luminarias de los sellos 4 AD y de Creation Records de finales de los ochenta. 

La arquitectura de su sonido pivota en torno a la guitarra de Ismael Cámara y los teclados de Angelina. Ambos además cruzan voces que a veces dialogan y otras se solapan creando un ensamblaje entre ambas texturas muy orgánico. Esta dialéctica vocal tan versátil aporta valor añadido a las canciones. El fluido de ruido controlado se construye en torno a la guitarra y los teclados mientras bajo y batería apuntalan la melodía con solvencia y cierta ligereza. No hay guitarras abrasivas y desafiantes, tampoco baterías cargadas de tensión y dramatismo. Todo esta contenido, sin aristas ni rugosidades, es un ruido pulido y armonioso. Los subrayados de emoción quedan reservados al valor confesional de ciertas letras y a la velocidad de una melodía que, llegado el momento de la verdad, desborda su intensidad y acelera las pulsaciones. Algo más de una hora de actuación, con alguna que otra visita al álbum de debut y unas cuantas canciones con vocación de himno generacional, fue suficiente para resolver la cita con solvencia. 

Con "Canción de Angelina", incluida en su single de 2018 Las Cuatro Esquinas, volvieron a involucrar a todo el publico en ese ruego - “ lo que quieres que te diga, lo que quieres que yo haga, lo que quieres que yo insista, a dónde quieres que yo vaya, me lo tienes que explicar, me lo tienes que aclarar”-. Había en el publico ganas de participar y de pasarlo bien. Debe ser reconfortante para una banda que arrastra como un fardo su origen granadino, su vinculación con el Ejercito Rojo y unos presupuestos musicales cercanos a los que marcaron los tres primeros álbumes de Jota, Floren y compañía ver cómo surgen y ganan relevancia propuestas como Linda Guilala, Las Ligas Menores o El Mato a un Policía Motorizado con los que han confraternizado y con las que tantas cosas tienen en común. Igual creando escena consiguen desterrar definitivamente las preguntas reiterativas que siempre vuelven sobre lo obvio. Los lugares comunes son nuestra perdición. 

Casi en la recta final se marcaron una deliciosa "Camino de Ronda" que devino en un tema casi synth pop en la mejor tradición New Order. De repente, el Loco Club era la carpa pop del festival de verano y algunos volvíamos a bailar con ligereza. En esa canción excelente hay un mundo nuevo por explorar. Aún hubo tiempo para una más y después la despedida de un concierto que supo a poco y alivió algunas magulladuras y moratones. 



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