Crónica del concierto ofrecido por la islandesa Sigurlaug Gisladottir con su proyecto en solitario Mr. Silla en el Centro Excursionista Bar.
Algunos lugares son más seguros que otros. Llegamos al local de Marques de Zenete minutos antes de las ocho para el concierto de la islandesa Mr. Silla y nos quedamos alucinados de la que se estaba montando en la calle. Un escenario de dimensiones considerables para la verbena, una barra de muchos metros y decenas de sillas y mesas nos dejaron claro que la cosa iba en serio. Olía a pólvora y a cerveza caliente y el estallido de petardos era continuo. Ya no había duda, la normalidad había saltado por los aires.
Al entrar nos recibió Xema, tan amable como siempre, - pasad, pasad, aquí estaréis bien- nos garantizó. Nos sentamos en la mesa de la izquierda, la que está junto a la maquina de palomitas y esperamos un poco. Veníamos a ver a Sigurlaug Gisladottir, una cantante de voz maravillosa que habíamos conocido en Múm y que ahora defendía su proyecto en solitario con el alias de Mr. Silla. Después de los éxitos globales de Sugarcubes, Bjork y Sigur Rós, Múm aparecieron como la nueva esperanza de de la isla de hielo, sobre todo cuando a mitad de los 2000 el prestigioso sello alemán the Thoma Morr, Morr Music, mostró tanto interés por ellos que volvió a reeditar su álbum de debut "Yesterday Was Dramatic- Today is OK". La difusión internacional estaba garantizada.
A eso de las ocho y media quien subió al escenario fue uno de los acompañantes de la islandesa, un joven sonriente de camisa holgada y vaqueros que después la acompañaría con la guitarra en algunos tramos del concierto. Intuyo que debía ser J. Tyler Ludwick, un músico con bastante presencia en el disco que venían a presentar. No se si el mundo estará preparado para poder asimilar esa media hora de techno pop festivo salpicado de rasgados de guitarra con aroma a laca y actitud rock que nos regaló sin esperarlo.
El joven de la camisa amplia saltaba y bailaba entre bases pregrabadas y guitarrazos, y algunas composiciones daban tantos giros que te perdías en los excesos. No soy capaz de describir en sus justos términos la exhibición de pop bizarro casi gimnástico que nos brindó. Había momentos en los que las melodías de base sintética recordaban hits ochenteros tipo Rick Astley y de repente irrumpía la guitarra estridente para provocarnos una disonancia cognitiva de sonrisa incomoda.
A Sigurlaug y al otro acompañante de la isla lejana les iba el tema y, en un par de ocasiones, se levantaron para bailar. La cerveza es agua de Lourdes...La actuación fue una sacudida de contrastes tan inesperada como difícil de encajar. Fueron tantas las ganas que le puso a la performance que todo lo demás quedo en un segundo plano. Sonrisas, aplausos y hasta algún grito de ¡¡¡bravo!!! pusieron punto y final a la actuación; lo había dado todo.
Pasadas las nueve llegó el turno de que la cantante nórdica defendiera el disco "Hands on Hands", recién publicado en Making Records, junto a otros temas que debían pertenecer a su álbum de debut de 2015. Las bases grabadas contenían todo lo necesario para tejer músicas etéreas, sutiles y atmosféricas repletas de pespuntes de electrónica minimalistas. Esas composiciones de paisajes amplios y cielos brumosos parecían querer conectar con lo que había sido su paso en Múm.
En su actuación no faltaron las melodías líquidas, como en el intro "Water" o como en "Look at the light", donde un piano repleto de susurros deja huecos para la exhibición de una voz dulce y poderosa. En el repertorio de la islandesa hay canciones pop de bases fragmentadas y hondura casi gospel como en "Butter on it" que recuerdan a la electrónica urbana y tensa de James Blake. También hay temas de bits acelerados e intención extrovertida como la excelente "Noruto ( say you wanna run away)", que no le tienen miedo a la pista de baile. En esas piezas de vocación dance, la artista islandesa abandonó varias veces el escenario para buscar más espacio y poder bailar con libertad, como si el Centro Excursionista fuera un sofisticado club de Dance Music. A veces sola en el escenario con su maquina de sonidos y otras acompañada de su lugarteniente a la guitarra fue desgranando canciones de una belleza rara.
Resultó pertubador como había momentos que usaban las guitarras para ensuciar con electricidad ese acolchado de bits tan romántico como seductor. Las canciones se sucedían y cada vez lo pasábamos mejor. Poco antes del final llegó "Gloria", una gema de dream pop ensoñador construida con atardeceres rojos y promesas posibles que hubiera quedado divinamente en el "Heaven or Las Vegas" ( 1990) de los Cocteau Twins.
Sigurlaug, Mr Silla, consiguió erizarnos la piel con su voz maravillosa. Ella lo sabia y sonrió feliz. Unas canciones después terminó la actuación y todos aplaudimos satisfechos. En la mesa de al lado Julio Bustamante y Juan de Pablos, cada uno en su mundo, también aplaudían. Me hubiera encantando hacerme una foto sentado a su mesa pero no me atreví. En tiempo de miedos, incertidumbre, países que se blindan, bolsas de valores que se desploman y colegios que se suspenden tener a esas dos leyendas de la música popular tan cerca daba tranquilidad. Al llegar al CEX Xema nos había asegurado que allí estaríamos bien. Y, en lugar de marcharnos, nos pedimos otra cerveza.
Texto y Fotos por Marcos Rubio
Texto y Fotos por Marcos Rubio
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