Fue muy emocionante volver a disfrutar de la música en directo, pero también pudimos constatar que estos tiempos enfermos terminan desgastando hasta las sonrisas. Como todos los días récord de contagios, políticos irresponsables, restricciones, amenazas de cierres perimetrales y hasta anuncios de toque de queda en algunas ciudades de Europa. En el centro de la portada del periódico dos señores mayores de aspecto inquietante, uno tintado de rubio furioso y otro con la cara estirada para borrar las arrugas, nos miraban de frente; hay elecciones en el Imperio y el futuro huele pesimista.
El cuarteto navarro se empleó con determinación para defender un cancionero donde el peso mayor caía de parte de su segundo trabajo "Días Raros" ( Trouble Mind, 2020). En su música se citan el rock de ADN indie, el garaje- pop, las melodías nerviosas tejidas con guitarras y teclados y hasta tienen momentos ensimismados y brumosos como esa maravilla con ecos de Yo La Tengo que es "El Tiempo ha pasado". La distancia social es un asco pero que aquello hubiera echado a andar era casi un milagro. Ellas lo sabían y nosotros también y por eso nos esforzamos por fingir que no era tan importante. En mi primera visita a los aseos portátiles el olor dulce del desinfectante casi me hizo llorar. Qué mala es la nostalgia.
Al salir nos cruzamos con un chico sudoroso que había aguantado toda la mañana con su gorro de lana negro calado hasta los ojos a pesar de los veintitantos grados de calor y de la solana inmisericorde. Si no desaparecemos como especie no será porque no lo estemos intentado todo. La noche fue otra cosa, el sol se apagó, las temperaturas se desplomaron y las Cariño demostraron muy pronto que el escenario es un estado de ánimo. Llevan demasiado tiempo tocando las mismas canciones y parecen aburridas. Tan sólo "Modo avión" ha refrescado un set que se repite, con pocos cambios, desde que arrancaron con la aventura en 2018. Suena todo demasiado gastado, si no encuentran pronto canciones nuevas se lo tendrán que dejar. Se las vio como con ganas de terminar cuanto antes para poder marcharse a un lugar mejor.
Cuando concluyó su breve actuación la distancia con el público era sideral. El día largo y la noche oscura. El alcohol y las ganas de socializar, moverse, ir de un lado para otro, hablar con los amigos, fumar, pasarlo bien y ser eternamente jóvenes lo hacían todo más difícil. Se seguía guardando la compostura pero costaba mantener la atención. Habían pasado las horas y todo daba más igual.
Belako defendieron con profesionalidad un cancionero que tiende a la intensidad eléctrica y al drama. La noche y el mar arañaban de frío y el escenario parecía cada vez más lejano. Los de Mungia cantaron en inglés, en vasco y hasta en francés,- Sirène-. Sus composiciones son rugosas y ásperas pero no faltan coqueteos con el pop y hasta alguna maravilla envuelta en celofán sintético como "Stranger In a Box". Ellos a lo suyo y una parte del público cada vez más desconectada. Hubo momentos en que creí reconocer, entre la tensión de las guitarras y cierta épica existencial de la voz, algunos matices que me recordaban a Dover. La noche me debió confundir. El cuarteto vasco era, a priori, el gran nombre de la cita; el problema es que para entonces el día se había gastado entre el quiero y el no puedo. El cansancio de tantas restricciones pesaba. En el triangulo para mear del Poly Klyn un chaval de treinta y tantos se sinceró con su amigo: - Quiero que vuelva lo de antes- confesó con voz pegajosa - Quiero volver a los tiempos en los que nos emborrachamos y nos drogábamos-. Pues eso.
Texto: Marcos Rubio
Fotografías: Susana Godoy
0 Comentarios
¡Comparte tu opinión!
Esperamos tu comentario