La última noche espacial fue, sin dudas, la más variopinta y variada en cuanto a estilos musicales. Que no se diga que aquí no se escucha de todo. Fue también la gran noche del flamenco renovado, reconvertido y reinventado, la de María Jose Llergo, una artista cordobesa (de Pozoblanco) que ha sido comparada con otra artista que comenzó su andadura interpretando, también, un nuevo flamenco que está llamado a gustar a todos los públicos, aunque posteriormente no haya conservado esa esencia. La pela es la pela, ya se sabe. No ha sido este el caso de la de Pozoblanco, mucho más conservadora y, a la par, más capacitada para recoger un testigo que ha sabido enarbolar con orgullo andaluz.
En el mejor espacio que uno pueda imaginar, no sólo para acogerla a ella, sino para todos los conciertos que han pasado tanto por el idílico escenario del Palacio de los Córdova, como por el Palacio de Quinta Alegre, ambos coquetos y acogedores, con magníficas vistas y espacios preparados con buen gusto. Para que la experiencia del concierto no resulte incómoda, sino un momento musical que recordar tiempo después como algo agradable. Ha cuidado mucho también, este ciclo que ha sustituido al En Órbita, la presencia de grupos granadinos emergentes, por los que siempre se ha apostado en el festival y, en esta ocasión, han supuesto prácticamente dos tercios de un cartel ya de por sí muy interesante.
La apertura del sábado, por parte del trapero Antony Z traía nuevos sonidos a un festival que se caracteriza, especialmente, por la presencia de grupos indies locales y nacionales. Rompía así una lanza a favor a otros sonidos que se han posicionado con fuerza en el panorama musical aunque, objetivamente, el público seguidor de este tipo de grupos no es el que más asiste a estos festivales. A pesar de todo, la presencia del trapero se justificaba de sobra con la necesidad de apertura y variedad que deben tener todos los festivales para no encansillarse y dejar abiertas puertas por las que no se sabe bien qué puede entrar y quedarse.
En la parte central del cartel, los granadinos D’Baldomeros, una banda que data de 2015 y que presentó en este festival su último EP “Dejándonos la piel”. Con presencia de nuevo vocalista y la de Paco Romero a la batería, ambos, incorporaciones recientes a esta banda.
Entre banda y banda, Alex Garvin a los platos para amenizar los cambios de escenario en una improvisada pista de baile covid situada tras los últimos asientos del aforo. Un rato de baile, separados y con mascarillas, por supuesto, pero baile al fin y al cabo, que tanta falta nos hace en los tiempos que corren.
Lugar estelar en el cartel, menuda, simpática y cercana, María José Llergo acompañada del murciano Paco Soto a la guitarra y de Miguel Grimaldo a los teclados y sampler varios. Un trío de ases que se complementó a la perfección sobre el escenario para ofrecer toda la riqueza musical de la que hace gala esta mujer que tanto se crece en el escenario.
Fue el año pasado, en 2020, cuando su álbum “Sanación” vio la luz, como bien dijo ella, sin saber lo que se nos venía encima tras la publicación del mismo. Figura emergente en el mundo del flamenco, a medio camino entre la tradición y la renovación, lo mismo canta sobre el toque dulce del la guitarra que sobre unas bases grabadas. Digna heredera, por lo que a experimentación inter géneros supone, de grandes flamencos como Morente, a quién mencionó por el honor que suponía tocar en su tierra, Ketama, Ray Heredia o el mismísimo Camarón de la Isla. Artistas inconformistas todos ellos, que quisieron explorar un paso más allá de lo aprendido y aceptado. Respetuosa, cuando debe serlo, con la tradición más cerrada, se adentró magistralmente en temas como “Niña de las Dunas”, acompañada solamente por la guitarra de Paco Soto. En ese mismo registro, temas como “Soy como el oro”, para dar fe de sus grandes capacidades vocales.
Más de lleno ya en el resto del disco, ya con Miguel Grimaldo en los teclados y las bases, un paseo rico entre ese pasado y este presente dieron luz verde a ese torrente creativo donde María José Llergo acude a las raíces para crear una obra rabiosamente contemporánea. Tocando temas controvertidos, desde la reivindicación cantada, en “Nana del Mediterráneo”, que habla del drama de la inmigración y la muerte en el mar. Electrónica y modernidad en “De qué me sirve llorar” o “El hombre de las mil lunas”, donde su voz se desgarra y se deshace en quejíos electrónicos en una propuesta con mucha personalidad y un discurso artístico bien asentado, para que el flamenco no cambie, cambiándolo todo.
Crónica: María Villa
Fotos: José Manuel Grimaldi (para Noches Espaciales)
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