Catorce ediciones. No catorce años, no, este festival, que tuvo su origen en la celebración rockera y desmadrada de Moisés Belmonte, “alma pater” de esta iniciativa, ha tenido varias ediciones algunos años. Por sus carteles han pasado, prácticamente, todas las bandas de la escena almeriense. Desde los más noveles a los que ya iban haciéndose su hueco, con varios discos y una firme trayectoria a sus espaldas, como “The Dry Mouths”, presentes en no pocas ediciones. Incluso alguna banda no local, como “Santa Marta Golden” en su momento, tuvieron su hueco en algún “Happy Moy Fest”

Puede decirse, sin dudas, que “el Moy” es uno de los agitadores de la escena rock local con sus festivales DYM, muchas ganas y mucha implicación. Y, todo ello, sin medios ni apoyo más que por parte de las propias bandas actuantes y de La Caverna, el local donde históricamente se han celebrado estos festivales. Esta vez, los conciertos han tenido lugar en el anfiteatro de la Rambla de Almería. 

Este año, pandemia interruptus, tras presentar el proyecto al Ayuntamiento, Moisés no sólo ha conseguido llevarlo a cabo, sino que lo ha hecho con todos los protocolos COVID exigidos, para mayor seguridad de los asistentes, que hicieron sold out rápidamente tras ponerse las entradas a la venta por un precio simbólico de 3 €. Y es que, si algo “bueno” ha traído esta pandemia, es la conciencia general de que por el arte también hay que pagar. Véanse los precios prohibitivos de algunos festivales, que ya entran en la peligrosa franja del elitismo.

Mucho más democrática, esta 14ª edición del festival ha contado en esta edición con Balate, Adiós Caballos, The Dry Mouths y Gazelle Thomson, una propuesta electrónica que nos llega de miembros de bandas almerienses procedentes de sonidos más rockeros que, en esta ocasión cambian de tercio y experimentan con multitud de sampler y aparatos varios, guitarra y batería.

Tras la potente actuación de Balate y Adiós Caballos, la potente actuación de The Dry Mouths se nos hizo demasiado corta, aunque intensa. Intensa en sonidos, como ha sido siempre su música, ahora más densa incluso, al contar con un segundo guitarrista en la formación y, con él, la posibilidad de añadir más capas y atmósferas a esos sonidos áridos, desérticos y contundentes a los que nos tienen acostumbrados. Una banda que deja buena impresión desde la primera escucha y que, ahora, con bastantes años y bastantes discos en su historial, suenan redondos, impecables.

Intacta su capacidad de llegarte y transportarte, un viaje casi arizónico, cálido y a la vez salvaje, que debería tener presencia en grandes festivales para hacer justicia a una banda que ha dejado y deja impronta en la ciudad que los ha visto nacer. Y es que, a pesar de la dura pérdida que supuso el fallecimiento de su bajista, Andrés Reyes (el concurso de bandas del Pulpop lleva ahora su nombre), casi a principios de 2019, la banda ha decidido seguir adelante, casi como homenaje póstumo, casi como obligación para con la música de una ciudad en la que no sólo son músicos activos y originales creadores, sino que participan en el día a día de su cultura musical aportando personalidad y buen hacer, de ese que, por desgracia, va quedando poco.

Crónica y fotos: Isabel Alonso