La primera vez que hicimos fotos de Izal en Granada caía sobre nosotros un sol de justicia, de ese de mes de septiembre, un festival, en horas tempranas a las que tocan los grupos “emergentes”. Ya éramos entonces unos cuantos cientos de personas los que habíamos descubierto esta banda que empezaba a sonar en todos los sitios. Antes ya habían pasado por la ciudad, aunque con menos éxito, en Polaroid, una sala pequeña en la que aún eran casi desconocidos, como bien recordaron con emoción al público.
Supone, todo esto, un gran contraste con los miles de asistentes que se dan cita en los conciertos de la banda desde que, tras la salida al mercado de “Copacabana” se convirtieran en uno de los grupos de moda y comenzaran a ser cabeza de cartel de los grandes festivales nacionales. La vez anterior, en el Palacio de Deportes, con un lleno apoteósico y posteriormente, en las fiestas patronales de Baza, con el Campo de Futbol bastetano también hasta arriba.
Algo más de hora y media de espectáculo que, por supuesto, dieron de sí para tocar absolutamente todos los temas imprescindibles de la banda, innecesario enumerar ni siquiera una parte de ellos, cualquier fan de la banda conoce su setlist de sobra. Pero sí, las tocaron todas. Como corresponde a un espectáculo fuera del corsé limitante de los festivales, donde todo se debe reducir y se masifica a niveles a veces asfixiantes.
Los directos de Izal, como los de cualquier gran banda, están medidos y diseñados para absorber la atención de principio a fin, aunque, en su caso, con las tablas y el control que tienen sobre cualquier situación en el escenario, siempre hay espacio para alguna improvisación y para cambiar la forma de interpretar algunos temas a los que Mikel sube o baja intensidad, según va necesitando para estar siempre a tope con el público. Con bandas así, llenas de recursos, casi sería perfecto ver un espectáculo todos los meses.
Crónica: Isabel Alonso
Fotos: Raquel López
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