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domingo, septiembre 05, 2021

Rodrigo Cuevas en el ciclo "Peor para el sol" en Úbeda (04/09/2021)

 

Desde su entrada al escenario, Rodrigo Cuevas ya sorprende. Desde el coro al altar, engalanado, con actitud de ‘rock star’ que se pasea por Wembley. Así es él. Antes muerta que sencilla. Solo ver su vestuario y la puesta en escena, ya anticipa que no vas a ver una actuación normal. Estamos ante uno de los últimos inconformistas del folk. Un artista que se apoya en la tradición para darle un empujón hacia la modernidad. Atado a sus raíces astures y desatado por dentro. Maricón de nacimiento. No lo digo yo, lo dice él. Y a mucha honra.



Musicalmente, ha sabido conjugar su arte, que podía haber pasado desapercibido si hubiese optado por ser un artista de café cantante, con el de grandes músicos y productores, como Raúl Refrëe o Baiuca y ha parido ‘temazos’ (ellos sólo hacen temazos) como barcos de grandes. Porque el arte, al fin y al cabo, tiene que ser contestatario para ser arte y Rodrigo Cuevas lo es. Un hereje, un “moderno” que reclama para todos un infierno lleno de música y de baile. Un electro cupletista sin complejos.


Entre temazo y temazo, largas explicaciones y diatribas personales convierten en show en un espectáculo que bien podría haberse visto en los años cuarenta entre las “varietés” de la época. Y él, una diva, una coplera del siglo veintiuno, revulsivo de la ranciedumbre de la tradición, artistazo convencido, pero destilando humildad bajo su atuendo, a medio camino también entre el ayer y el mañana, entre el kimono y el body de encaje. Una estética queer glamurosa y con estilo.  Mucho me hubiera gustado conocerle después, por contrastar la impresión de sencillez que da, de la montera a las madreñas.


A la Iglesia de San Lorenzo de Úbeda llegó por iniciativa de la asociación cultural Peor para el sol y la Fundación Huerta de San Antonio*, presentando su espectacular “TRÓPICO DE COVADONGA”. Todo el calor tropical (ayer lo hacía dentro de la iglesia) dentro de un repertorio de coplas, rumbas astures, muñeiras, rondas y cancionero tradicional adaptado a las peculiaridades de este artista que triunfa por los escenarios con su Manual de Cortejo (Aris Música, 2020).



Con una iluminación, de iglesia y escenario, tan espectaculares como él mismo y un sonido que aprovechaba a su favor la acústica del altar, ahora transformado en escenario. No faltaron, por supuesto su “Muerte en Montilleja”, “El día que nací yo”, la hermosísima “Ronda de Robledo de Sanabria” o su bailable “Xiringüelo”. Como tampoco podía faltar “Rambalín” y su extensa explicación sobre la historia de Rambal, transformista asesinado en Cimavilla (Gijón) tras haber vivido durante años su sexualidad abiertamente, en una España que castigaba con la reclusión en campos de concentración a los que reconocían cualquier otro tipo de tendencia “no normativa”.


De ahí, su reclamación por visibilizar y hablar con naturalidad de los referentes más cercanos, tanto en lo que atañe a orientación sexual, como a lo propiamente tradicional, todo lo que nos ha rodeado y nos ha hecho herederos de su conocimiento, de ese patrimonio cultural que nos hace ser lo que somos.


Tras Rodrigo y su impresionante banda, proyecciones y fotos de una Asturias rural y tradicional fueron completando el espectáculo hasta que unos agitados bises con su “Muñeira para a filla da bruxa” y la “Rumba de A Estierna” pusieron punto final a un espectáculo en que el público disfrutó de la algarabía y sólo pudo echar de menos bailar, mezclar muñeiras con música disco, moverse y respirar ese ambiente festivo que resbala de la pandereta de Rodrigo Cuevas. Artistazo, libre y maricón.



https://www.iglesiasanlorenzoubeda.com/

https://www.peorparaelsol.es/


Crónica y fotos: Redacción Alquimia Sonora. 

 

 

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