Hay viajes que llevan muy lejos, otros que nos enseñan mundos más cercanos y viajes hacia la madurez y la reflexión sobre un sistema que, poco a poco, se nos va de las manos. Ese podría ser el “Viaje épico hacia la nada” de Love of Lesbian. Y, ese viaje épico, largo, intenso y maravilloso, los llevó ayer ante unas mil quinientas personas, al Teatro del Generalife, en Granada, donde Proexa está produciendo, exquisitamente, un ciclo que promete nada menos que “1001 músicas”.

Desde la propia escenografía, propia casi de representación teatral, tanto como lo son ellos mismos a la hora de concebir sus espectáculos, hasta la luminotecnia, estudiada al milímetro para resaltar cada vídeo proyectado en las pantallas, que servían a su vez para ocultar las estructuras donde se situaban los músicos a distintas alturas. Todo diseñado para ofrecer una experiencia que recordar junto a su música.

Como podía esperarse, al tratarse de un concierto presentación de su nuevo disco, una apertura estelar, con el tema que da nombre al propio trabajo, un par de temas más del mismo y salto sin red hacia una parte importante de la historia de la banda con temas como “Bajo el volcán”, “1999” o “John Boy”, temas que son ya imprescindibles en sus actuaciones.

Intercalando con elegancia los nuevos temas que componen “VEHN” y con un Santi Balmes muy comunicativo con el público, un repertorio elegido expresamente para interpretar fuera de la vorágine festivalera nos permitió disfrutar de temas mucho más tranquilos que, quizás de otra manera, no escucharíamos en directo.

Como siempre impecable una banda en la que destacan la siempre imponente compostura de Ricky Faulkner al bajo y Marc Clos, inquieto y dinámico a las percusiones varias. Aunque, en esta noche tranquila y pausada, con el público respetuosamente sentado, fue Julián Saldarriaga quien tuvo sus (abundantes) minutos de gloria esbozando un discurso que, por momentos, parecía no iba a llega a ninguna parte, pero concluyó entre las risas de un público poco acostumbrados a verle tan locuaz.

Un público que, a falta de poder bailar coreó, a petición de Santi Balmes, el potentísimo “El sur”, que en el disco cantan con Enrique Bunbury y encendieron las linternas, también a petición suya, en “Planeador”, otras formas de participar, más pandémicas y menos arriesgadas. Aunque, en un alarde de pretendida irreverencia, la petición de hacer una ola al público fue recibida con total algarabía por los presentes, que, por unos segundos, pudieron levantarse de las sillas.

Maravilloso en directo el sonido de “El mundo” donde pudimos escuchar una mandolina que, por momentos, cogía tintes de guitarra portuguesa, por el timbre dulce y melódico que le sacó Jordi Roig al instrumento.

Y ya, tomando carrerilla al final, una apertura de bises muy visual, que dejaba ver el fondo arbóreo del Generalife, envuelto en neblina y con una sensación atmosférica muy conseguida, para dar paso a “Cosmos (antisistema solar)” y a ese lugar común que tanto gusta a sus seguidores, “Allí donde solíamos gritar”, para cerrar con “Irrompibles” y el “Paso”, dando con ellos la vuelta a esa rueda que girando alrededor de su propio mundo nos dejó viajar junto a ellos también, hacia ninguna parte.