Bien acompañada de una banda
solvente que permanece casi todo el concierto en penumbra, excepto momentos
puntuales en los que se les da la merecida relevancia y se les ilumina, con Charlie
Moreno al bajo y teclados y Echedey Molina a la
batería. El resto del tiempo, las luces la señalan como protagonista
indiscutible de la noche, la iluminan de forma puntual y nos hacen sumergirnos,
junto a ella, en ese universo “Wonder” tan personal, lleno de vivencias propias
y ajenas.
Porque Alice, joven a pesar de la madurez que muestra en escena, no sólo cuenta cosas personales en sus canciones, sino que escribe también al desamor ajeno, a las historias de los demás. Sabe pone música a lo que ha vivido ella y a lo que han vivido otros. Cuenta, entre algunos temas, las pequeñas anécdotas que han rodeado a sus canciones. Los amores perdidos de sus mejores amigas, habla de su lejana vinculación con Granada, donde ha vivido momentos importantes que, de alguna forma, han terminado en sus melodías.
No tiene aún muchos discos en su
haber, ni edad para tenerlos, pero en este entrañable concierto supo repasar su
discografía abriendo con “The world is changing me”, para después “Decir adiós”
y meterse ya de lleno en éxitos como “Corazón mármol”. Si bien alguno esperábamos
que nos sorprendiera cantando “El mejor de tus errores”, como hizo Rayden en su
paso por Granada, la sorpresa en forma de versión, realmente vino cuando interpretó
“Vete” de Bad Bunny, llevada completamente a su terreno.
Un pequeño olvido en “Por si apareces”, solventado con su enorme y sincera sonrisa acercó emocionalmente mucho más a un público completamente entregado. Lástima que los asientos aún sean pequeñas barreras que marcan distancia entre público y artista. Pero Alice, consciente de ello, prometió que en su próxima visita estaríamos de pie junto a ella.
Muy esperados y coreados con la
cantante, temas como “Bajo la piel”, “Que se joda todo lo demás” y “Quién soy”,
que fueron precisamente los tres temas elegidos como bises para cerrar un
intensísimo concierto donde la vimos disfrutar del escenario y demostrar toda
la fuerza que la hace ser especial en una escena donde ha sabido aunar recursos
musicales actuales con una musicalidad clásica, cálida y bien estudiada.
No hay más que escuchar el último tema de su concierto para sentir que con Alice Wonder se puede bailar pegados en temas como “No te vayas” o saltar en una discoteca con ese “Quién soy”, más electrónico, potente, desenfadado. De ahí su versatilidad, de ahí su capacidad para llegar a público de un amplio abanico de edades. De ahí esa sensación de que Alice Wonder es lo que necesitaba la música actual para ser mucho más amable. Mucho más sencilla, como Alice en su pequeña caja musical del país de las maravillas.
Crónica y fotos: María Villa
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