Cuando en los años más
oscuros de la dictadura se ordenaba la forzosa recuperación del
folclore “español” de la mano de ilustres musicólogos como
Agapito Marazuela o Manuel García Matos (con trabajos de tal
envergadura que aún hoy no han sido completamente catalogados), se
hacía con la intención de ensalzar los símbolos de un pueblo que
no existía. Desde luego no era el primer intento de “recuperar”
y unificar un repertorio como el único de un territorio concreto (a
colación del centenario del Concurso de Cante Jondo de Granada,
1922), pero lo que es innegable es que permitió la transformación
de una cultura viva, oral, en piezas de museo inalterables. Y como
piezas de museo, testigas de una política cultural concreta, el
ejercicio de reapropiación, reinterpretación y (re)difusión del
mismo, nos permite hoy día no solo conocer ese repertorio, sino
también saber apreciarlo en un entorno neo-folclórico
donde las músicas populares urbanas beben más que nunca de sus
raíces.

Si bien hay decenas de
propuestas que abordan la revisión del patrimonio musical (Califato
¾, La Plazuela, Rodrigo Cuevas, María Arnal i Marcel Bagés,
Baiuca, El Niño de Elche y afortunadamente un largo etcétera, por
citar algunos) La Maravillosa Orquesta del Alcohol, el septeto
burgalés por excelencia de la escena indie, llega a granada un 29 de
Octubre de 2022 para presentar en Industrial Copera su propio
ejercicio folclórico, bajo el título de Nuevo
Cancionero Burgalés,
inspirado en los textos del Cancionero
Popular de Burgos
(Olmeda, 1903). Físicamente inalterables y aún ataviados con sus
camisetas blancas, su propuesta se ha ido alejando lentamente de la
irlanda obrera para acercarse a su tierra natal de campos amarillos,
como decía Machado, esta vez mas rockeros que nunca gracias a la
mano de Gorka Urbizu.
Puntuales y precedidos del
rey de la música country
a modo de intro, irrumpían atronadores en una sala con el cartel de
sold out en
la puerta. Quedaban por delante la nada despreciable cantidad de
veinticinco temas a modo de repaso de los hitos de su carrera,
acompañados de siete de los ocho cortes de su último trabajo. “Un
Lunes” abría el espectáculo y la sala se llenaba de móviles
inmortalizando el momento. Un sonido pulcro, como nos tienen
acostumbrados, los hacía llenar el espacio con su fuerza
característica. Casi sin tomar aire, los temas se van sucediendo uno
tras otro: “La Molinera” (letra lo bastante bastante antigua como
para haberla escuchado en la voz de mi propia abuela), “Una Canción
Para No Decir Te Quiero”, “La Inmensidad” y “Mil Demonios”
confeccionaban un primer bloque de puro espectáculo y horror vacui
que dejaban a los asistentes más que calientes. Era el momento para
que un agradecido David Ruíz, más de cantar que de hablar, saludara
a un público que no lo veía en la ciudad de la Alhambra desde el
Granada Sound 2019, y en “sala” (realmente, teatro) desde 2018.

Lo bueno se hace tan esperar,
y tan buenos son, que tras el breve discurso de bienvenida arrancaron
de nuevo con otra ristra de temas sin descanso: “Miraflores”, el
tema con el que presentan oficialmente su último trabajo y la
primera ocasión de ver a David enarbolando una flamante jazzmaster
(acostumbrados a la crudeza de su guitarra acústica), precedía a
saltos temporales en sus 10 años de carrera con “Vasos Vacios” y
“Vieja Banda”. Si bien estos ya clásicos de la formación tenían
a la sala en lo alto, el estallido llega con “PRMVR”, cantada con
más fuerza por el público que por los de Burgos, dejando a
“Catedrales” como un pequeño interludio antes de la calma.
Afinadas las guitarras, llega el momento de bajar la intensidad con
un bloque que presenta su registro más acústico camino del
intimismo, a ojos de la puesta en escena, quizás con el que se
sienten más cómodos. “Canción de Cuna”, “Mes de Mayo” y
“No Canto Yo” (en el disco a la voz de Gorka Urbizu, en directo a
la voz de Alvar de Pablo, vientos de la formación) iban preparando a
los fans para la llegada de “Hay un Fuego”, la balada por
excelencia, interpretada en el más profundo minimalismo. Pero los
ánimos había que levantarlos de a poco, gracias a un viejo “Miles
Davis”.

Pasado el ecuador del
concierto, ya solo podíamos esperar una traca final, repleta de los
principales éxitos de la banda. “Himno Nacional”, “La Vuelta”,
ideal para la ocasión, “Gasoline”, “Colectivo Nostalgia” y
“Los Lobos” repasaban sus últimos trabajos y enfoques, algunos
más separados que otros de la línea de la banda. Pero aún faltaba
ese último empujón que nos alejara de la nostalgia, y para sorpresa
de unos pocos, los siete magníficos se bajaban del escenario. Aunque
los veteranos saben que no es el final del concierto, dudo que como
músicos haya un momento mejor que cuando el público grita que
quiere otra y otra y otra canción más.
Y así, complacientes y
complacidos, vuelven a las tablas para ese final que todos estaban
esperando: “Nómadas”, “1932” y su atemporal y procedente
“Héroes del Sábado”, como nos sentíamos todos. Y con el
público en todo lo alto, era el momento de recordar sus raíces,
despidiendo dos horas de concierto con “Mañana Voy A Burgos”. Y
es que sus raíces son las que los han llevado en esta aventura que
les dura ya más de diez años, llevando a los escenarios de toda
España y parte del extrangero su particular visión de la música y
la identidad cultural de la que se sienten deudores, su particular
cancionero.
CRÓNICA: Víctor Alonso (Graduado en Historia y Ciencias de la Música).
0 Comentarios
¡Comparte tu opinión!
Esperamos tu comentario