Hay días que hacen historia, que escriben una página más en el gran libro de la música. Uno de ellos ha sido, sin dudas, el concierto ofrecido por Patti Smith en el Teatro del Generalife, dentro del ciclo “1001 Músicas – Caixabank”. En formato cuarteto, con una sencillez desbordante, la artista de Chicago llegó a Granada para hacernos partícipes de este trozo de historia que ha quedado impresa en nuestra ciudad.
Reivindicativa y enérgica, Patti Smith ofreció un concierto emocionante, potente y especial en el que no sólo cantó, sino que hizo referencias a la injusticia social y el medio ambiente, especialmente a la riqueza que nos rodeaba en forma de árboles en todo el recinto y alrededores del monumento que acogió tan magno momento.
Sencilla y conmovedora a partes iguales, desde que salió al escenario ataviada con un pantalón vaquero oscuro, una camiseta blanca y una chaqueta negra, pero con un enorme pañuelo estampado con grandes y llamativas granadas que desplegó a modo de bienvenida, hasta su despedida final, llena de amor y agradecimiento por estar allí con todo su público. En una actuación memorable, Patti Smith arrancó con “Dancing barefoot”, “Redondo beach”, “Ghost dance” y “Man in the long black coat” de Bob Dylan, como ella misma comentó con el público.
En una siguiente tanda, siguieron “Cash”, dedicada a Johny Cash, “Nine” y “Summertime sadness” en la que versionó a Lana del Rey y en la que, aunque olvidó parte de la letra, dio pie a uno de los momentos más cercanos al reconocer su olvido momentáneo y dejar que su hijo (Jackson Smith) se la fuera cantando bajito para recordársela, protagonizando un emotivo momento madre-hijo. La artista, que en todo momento se mostró llena de vitalidad tocó también dos temas acústica en mano,“My Blakean Year” y “Beneath the Southern Cross”.
Otro gran momento de la noche llegó accidentalmente cuando Tony Shanahan (bajo y teclados) interpretaba “Fire Of Unknown Origin” y su amplificador de válvulas empezó a echa humo (literalmente), causando la pérdida de sonido del resto de voces e instrumentos. En ese momento, mientras el equipo técnico lo arreglaba todo con gran rapidez, el público empezó a esbozar un “People have the power” que ella acompañó en acústico mientras gran parte del público se levantó de sus asientos para rodearla bajo el escenario y cantar junto a ella tan esperado himno que terminó con una explosión de sonido en eléctrico, tal como merecía un tema tan emblemático.
No faltaron en su actuación lecturas de poemas de Federico García Lorca y Patti Smith nos regaló dos lecturas maravillosas, llenas de intensidad y emotividad con la “Casida de las palomas oscuras” y “Llagas de amor”, en inglés, con su profunda y sentida voz de mujer poeta.
No faltó su parte más reivindicativa, esta vez con “Peaceable kingdom”, mientras se deshacía las trenzas dejando al viento su melena plateada y adoptando un aire mucho más salvaje, para terminar con la imprescindible “Because de night” y regalar un bis que nos supo a gloria, su “Gloria: In Excelsis Deo”, que terminó de revolucionar a un público que tenía ya muchas ganas de demostrar su pasión a la “madrina del punk” y una de las mujeres más significativas en la historia del rock.
Y, mientras ella se despedía del público no podía evitar reflexionar sobre la enormidad de la experiencia compartida esa noche y sobre la intensidad de una vida como la suya, con una biografía de estrella del rock, una vida de reivindicación y una forma de enfocar las cosas donde sólo tenía cabida la lucha por la libertad personal. Qué gran mujer. Qué gran noche.
Fotos 1 y 5: 1001 Músicas / Resto de fotos: María Villa.
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