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jueves, agosto 09, 2012

Arenal Sound - Playa del Arenal. Burriana, 04.08.12

Arenal Sound - Playa del Arenal. Burriana, 04.08.12

Día tres en un macrofestival. La energía y la expectación aún cerca de la cúspide y los encuentros que se avecinaban dentro del margen de lo apetecible. Si los ánimos no respondieran, afrontar el ecuador de un evento de estas características podría resultar una tarea harto desagradable, lo cual nunca es nuestro caso, aunque en diversas crónicas y sumarios se ponga a la organización en el disparadero (lo haríamos sin ningún problema, y en algunos aspectos no sería inmerecido) y se obvien las actuaciones de bandas que, por horario o emplazamiento, no coparán titular alguno y apenas rellenarán espacio en reseñas. Nosotros a lo nuestro, porque sabemos que es imposible abarcar tanta oferta y ni muchísimo menos absorber tanta información sonora entre la marabunta que, este día también, se reagrupaba por momentos a medida que la oscuridad se cernía sobre el recinto. Los que regresaban de la playa o despertaban de la resaca previa ni sabían lo que les deparaba el cartel aparte de los dos o tres nombres a los que “habían ido a ver”, y por eso los primeros shows de la tarde les pillaron desprevenidos o conscientemente ausentes. No es oro todo lo que intenta relucir, obviamente, y la selección se impone para que el reparto de alabanzas y menosprecios sea lo más equitativo posible. Me refiero al aspecto artístico, claro.

Era la primera vez que veíamos a La Sonrisa de Julia en directo, una banda ya oficialmente convertida en trío que lucha por encontrar un sonido personal al que creo que aún no ha llegado en los cuatro discos publicados. Teclados, guitarras, melodías y una voz personalísima, la de Marcos Casal, que superaron variadas dificultades de sonido y afinación ante los viandantes de la arena, algunos incluso apreciando las virtudes de temas como ‘Puedo’, ‘Grito’ o ‘Llevo tu voz’, con los que descamisaron su actuación y abrieron el tránsito a otros escenarios. Al Legendario, poco después, se subieron Grises, sin duda la sorpresa de la jornada y una de las revelaciones a nivel general del pop español este último año. Sus gritos y bailes al más puro estilo de los ochenta (‘Plástico eléctrico’ es un título que podría pertenecer a cualquier disco de Alaska y los Pegamoides) y la engañosa intrascendencia con la que tocan les hace una banda destacable que, o muchos nos equivocamos, o va a protagonizar muchos párrafos y minutos en los próximos meses. Igual que Napoleón Solo, un quinteto que pasó prácticamente de incógnito a otra hora intempestiva (tanto que no pudimos atenderlos como merecen) para sonar impecables, por lo poco que escuchamos, y unir desparpajo con buenas influencias. Ardíamos en deseos de escuchar la plasmación en directo de ‘Chica disco’, un discazo de los que crean adicción que tendrá que esperar otra detallada escucha y un próximo –espero- concierto al que hincarle el oído.

Y vamos con el triunfo de la noche. No, no fueron los Lori Meyers ni los Two Door Cinema Club, a ellos los esperaban la mayoría y cumplieron, sí, pero lo inesperado siempre estimula más. Desde Noruega, con amor y descaro, los Kakkmaddafakka pusieron patas arriba los cimientos del Arenal Sound y las anatomías de los miles de sounders entre los que nos mezclamos para ser testigos de su nervio y potencia. Con dos coristas masculinos ataviados con camisetas de camionero y aspecto de vivir a kilómetros de la ducha más cercana, combinan sin complejo alguno el punk melódico con violonchelos, percusiones salvajes y lagunas de reggae y música disco en un cóctel irresistible, increpando amablemente al público una y otra vez y provocando que un amplio porcentaje de los asistentes buscáramos sus canciones como posesos una vez la estupefacción nos lo permitía. De ellas, ‘Restless’, ‘Your girl’ y ‘Touching’ son algunas de las que más poso dejan. Unos “colgados” adorables con los que después nos topamos –literalmente, tras copas de vino, cervezas y otro tipo de licores ingeridos indiscriminadamente por los nórdicos- en el mismo escenario para ver a Two Door Cinema Club, norirlandeses poco o nada arriesgados que pusieron el piloto automático en una de las grandes decepciones de la semana. A piñón fijo, los platos y bases rítmicas de sus temas son tan similares entre sí que costaba distinguir entre los de publicación inminente (‘Wake up’) y sus más reconocibles hits (‘Undercover Martyn’). ‘What you know’, ‘Sleep alone’ o ‘I can talk’, de obligada presencia en cualquiera de sus set lists, sonaron más planos que nunca en la pasiva voz de Alex Trimble, al que no parece gustarle demasiado la arena de la playa, o a lo mejor es que lo pillamos en una mala noche. Sin concesiones lúdicas y más indolentes de lo habitual, cerraron un concierto plano al que nada favoreció el vergonzoso sonido del escenario principal.

El respiro nos lo dieron los neófitos Kenedy, de los que habíamos escuchado los fantásticos temas de su EP de debut. Confirmaron la impresión inicial: con un bagaje basado en la música americana tradicional, con Neil Young como maestro titular, es imposible que escribas malas canciones. ‘Into the wild’ y ‘Take the chance’ son pequeñas joyas que adornaron un concierto breve que sólo unos pocos apreciaron, como era la norma en el tercer escenario. Para cuando aparecieron Noni y los suyos, es decir, los omnipresentes Lori Meyers, los alrededores ya estaban repletos y la cuestión preparada: ¿aún queda alguien que no los haya visto en algún festival? Son con toda seguridad, junto a Love of Lesbian y algún otro, el nombre más repetido en los carteles colectivos veraniegos, y llevan dos años girando con el mismo repertorio, invariable de un concierto a otro y con los trajes sudados y lavados por enésima vez. Sería faltar a la verdad decir que nos cansamos de las versiones en directo de ‘Mi realidad’, ‘Alta fidelidad’, ‘Luces de neón’, ‘Dilema’, ‘Hostal Pimodán’ o ‘Tokyo ya no nos quiere’, única concesión a su inicial ‘Viaje de estudios’, pero a estas alturas dudamos de que les beneficie tanta promiscuidad en directo.

Su pop de altos vuelos apto para trasnochar convocó a los primeros seguidores de la “sección granadina”, que se desplazó unos metros para presenciar el asalto del ejército de Niños Mutantes, adaptado y preciso para la ocasión. Los otros grandes del festival, en mi opinión, una banda nunca bien ponderada si nos atenemos a su extraordinaria capacidad como compositores y a su probada valía en directo. ‘Días complicados’ para empezar y ‘Las noches de insomnio’ en la pole position de una carrera que pasó como una exhalación, menos de una hora en la que comprimieron sus himnos (‘Errante’ y ‘Te favorece tanto estar callada’ fueron los más coreados) y se comportaron como unos verdaderos ‘Náufragos’ supervivientes de la dichosa crisis (‘Caerán los bancos’), remando en direcciones políticamente incorrectas (‘Hundir la flota’), cuestionando al poder (‘La puerta’), redimiendo al mundo por la vía del amor puro (‘Dame tu mano’), soltando lastres innecesarios (‘No puedo más contigo’) y despidiéndose a grito pelado reivindicando la identidad personal (‘La voz’), la suya propia y la de cuantos constatamos que esta banda forma ya parte de nuestras vidas, queramos o no. Un pequeño concierto que crece en nuestro recuerdo.

En él no estarán tampoco Los Campesinos, unos galeses a los que tampoco les terminamos de sacar el jugo. Puede que sea porque hay mezclas que cuesta empastar o puede que se trate de una mera cuestión de conexión. Los galeses son grandes músicos, profesionales y cómplices hasta decir basta, pero supongo que su presunta grandeza está en las distancias cortas, sin tanta grandilocuencia ni acoples que empañen las buenas canciones que contiene ‘Hello sadness’, su disco de 2011. El público coreó sin pausa ‘You! Me! Dancing!’ y otras paradas anteriores en su carrera, como ‘We are beautiful, we are doomed’ y el inevitable ‘Death to Los Campesinos!’, pero nuestra impresión general, al menos por esta vez, fue que no hace falta tanto ruido para tan pocas nueces. Como el pescado más fresco estaba a punto de retirarse de la venta, optamos por tirar la caña de nuevo, y los que picaron fueron los CatPeople, otra de nuestras debilidades. Los gallegos están creciendo más y más en directo, algo fácil cuando se tiene un disco tremendo como ‘Love battle’ y se condimenta el pop bailable con teclados, variedad de pedales de guitarra y una gran intensidad. ‘Behind’, ‘In silence’, ‘Fat rat’… los incrédulos, que los escuchen (y que lean la reseña de uno de sus conciertos en estas mismas páginas) y que juzguen si merecen una mayor cobertura.

A esas horas, cuando emprendíamos la ruta de regreso, ya sabíamos que el aforo se había quedado pequeño y que los datos que daremos al final de la última crónica son cuanto menos rebatibles. O, para que nos entendamos, que a más de la mitad de los asistentes al festival les importa un pepino la música. Démosles un camping, un armamento repleto de alcohol y drogas y un entorno adecuado a sus intereses y tendremos los datos inflados que manejamos. A los organizadores, ni fu ni fa, el año que viene esto será otro “rotundo éxito” y muchas preguntas seguirán sin respuesta esta noche y la siguiente. De ella daremos cuenta en breve, ya que hemos sobrevivido para contarlo.


LA SONRISA DE JULIA





KAKKMADDAFAKKA









KENEDY





LORI MEYERS









NIÑOS MUTANTES










LOS CAMPESINOS








CATPEOPLE











TWO DOOR CINEMA CLUB






   

   

   

   


Texto y vídeos: JJ Stone
Fotografías: Raisa McCartney

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