Javier Ruibal + Glazz - Salón de Actos de la Diputación. Córdoba, 2.5.15.
La música como excusa perfecta y los artistas que la
engrandecen como protagonistas de un acto necesario y esperanzador. Sin hacer
mucho ruido, como a él le gusta, el maestro Ruibal se implica en cualquier
causa que requiera de su arte y su granito de arena resulta mucho más
importante cuando pone al servicio de la comunidad sus letras y su voz, en esta
ocasión amplificada por las prestaciones de una banda de virtuosos tan
discretos que casi parecen pedir perdón por gozar de dicha condición. En esta
ocasión los beneficiarios eran los voluntarios de Infancia Solidaria, con el
incansable Ángel Parejo a la cabeza, y en consecuencia los niños y niñas que
habrán forzosamente de conocer un mañana mucho más brillante del que en
principio tenían asignado. Al final del acto era obligado brindar por la salud
del mundo, al menos del que somos capaces de abarcar con nuestra humilde
sonrisa. Porque precisamente eso, hacer brotar una grande y solidaria en los
labios de quienes contribuimos de alguna manera a su expansión, es de lo que son
capaces ambas partes, músicos y organización, sobreponiéndose con orgullo al
dudoso estado operativo de las instalaciones (ni el dispositivo lumínico ni el acondicionamiento
térmico estaban en las mínimas condiciones de servicio). El agradecimiento va
dirigido a todas y cada una de las manos que allí aplaudieron y se implicaron de
principio a fin en un proyecto que pugna por perdurar el tiempo que haga falta.
En una noche complicada por la competencia (M Clan y Supersubmarina copaban los
paneles del fin de semana cordobés) y las saturadas celebraciones primaverales,
Don Javier –en ocasiones así resulta obligado el tratamiento- se erigió en
motor de la conciencia colectiva. Dos vueltas al ruedo y decenas de orejas, que
para eso supimos escucharlo tan bien, en el caso de que esto fuera una crónica
taurina al uso.
Antes, convendría hablar de los novilleros. La ganadería
lleva el nombre de Glazz y presenta a tres miuras de gran tonelaje. A saber: El
heredero del maestro, de mismo nombre e igual o superior prestancia
instrumental a la batería; el convincente Nelo Escortell a los bajos, también
enrolado en la dehesa portuense de Furia; y el estratosférico José Recacha
a la guitarra, un morlaco inconsciente de su tronío que lo mismo empuja la granulosa
arena del jazz tras de sí que enfila el burladero de la música de raíz con
abrumadora confianza. Estos bellos ejemplares han publicado un disco
instrumental digno de toda alabanza y han paseado su imponente estampa por
escenarios de varios continentes. En los ruedos patrios, como ya era de
esperar, no suelen prodigarse con la asiduidad que deberían, por lo que ya iba
siendo hora de impresionar al respetable presentando sus mejores armas, de las
que ‘Cirquelectric’ es la que más balas guarda en la recámara. En medio de la
faena, cuando el diestro los deja respirar con más fluidez, se aplican a la
tarea y se hacen querer a cada acorde. Serían indultados una vez más,
obviamente. Hasta que el hombre del eterno tocado reaparece y nos alejamos del
coso y sus símiles.
Ha grabado Javier Ruibal un espléndido trabajo –otro más-
titulado ‘Quédate conmigo’, pero esta no era la ocasión más rotunda para
presentarlo en profundidad. Prefirió rememorar los grandísimos momentos de una
discografía irreprochable que lo han convertido en una marca y en dueño de un
sello inconfundible que abre los brazos a la copla, al folk, al jazz y al
flamenco con la amplitud de movimientos que le permite su enorme sabiduría. Se
esperaban las nuevas versiones de ‘Agualuna’ (en otro alarde de generosidad invitó
al cantautor local Luis Medina a presentar una de sus nuevas creaciones después
de cederle la mitad de estrofas), ‘Ave del paraíso’, ‘La flor de Estambul’, ‘La
rosa azul de Alejandría’ o ‘La reina de África’, pero también que desgranara
las joyas de su más reciente artesanía, y así lo hizo con ‘Sueño que te sueño’,
un paso hacia adelante en busca del legado del son cubano, ‘Viñera de postín’, ‘Tu
piloto cariñoso’, con el desboque de la banda como estandarte, la perla en los
versos de ‘A Roma no quiero ir’, la apelación al desamparo de ‘El príncipe de
los parias’ y una sencillamente maravillosa ‘El pequeño Buda’. El niño sin padre
que aún recuerda lo costoso que resulta salir adelante solo a fuerza de talento
le canta al tiempo vivido en ‘Los huérfanos de la Pensión Triana’ (todavía
colea la trascendencia de aquella obra magna), se pone romántico a su manera en
‘Tu nombre’ y se lamenta jocoso de su buena/mala suerte en amores en ‘Si no me
besas’. Al principio en terreno acústico, a dos guitarras, como en ‘Bendito
veneno’, y luego cantándole a Lorca y a los poetas del corazón en ‘Por tu amor
me duele el aire’. El que sabe por dónde le viene el viento no precisa saber
nada más para encontrar el norte.
Se estira su grito en ‘Y la noche afuera’ y se queda
esperando la próxima ‘Aurora’ impasible y coqueto. Cuatro músicos en el
escenario, tan libres de ataduras como de prejuicios, y un público rendido a la
nueva (y vieja) evidencia. Estas imágenes no incluirán grandes juegos
cromáticos, pero el verdadero contraste está en la mezcla de razas y almas y en
los viajes de ida y vuelta que buscan la unión eterna. No es exceso de poesía,
es simple y llana satisfacción por el trabajo bien hecho. El de los que miramos
y escuchamos y los que hacen y saben hacer. Gracias, Ángel. Gracias, Javier.
Gracias, Glazz. La humanidad aún tiene mucho que decir.
Texto: JJ Stone
Fotografías: Raisa McCartney
Más info:
http://infanciasolidaria.org/symon-ha-vuelto-a-casa-totalmente-curado/
https://www.facebook.com/angel.parejocarvajal
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