Altas cotas de densidad sonora y de oscuridad en el segundo trabajo de la británica 

Hace ya unos meses que la “comida rápida” de Nadine Shah se sirvió sobre una cubertería distópica de tonos grises. Las consecuencias de sus orígenes quedan plasmadas en sus dos trabajos: la eterna “outsider”, la inglesa con sangre paquistaní y noruega, la voluntaria que se involucra en campañas como “No en mi nombre” contra el ISIS, o la que toma consciencia de lo trágicas que son las enfermedades mentales (como quedaba constancia en “Love your Dum and Mad” a raíz de las muertes de dos de sus ex). Seriedad en un trabajo de producción impecable en el que Nadine Shah se ratifica como una de las mujeres a tener en cuenta en este 2015. 

Sin embargo, y aunque esos capítulos vitales marquen su trayectoria artística y el relato de su psyche, no caigamos en el dramatismo recurrente de pensar que la banda sonora que hila en este decálogo de “Fast Food” adolece de esos efectismos. Al contrario. La apuesta de Nadine Shah quizás esconda el germen de su propia imagen artística, pero más allá de eso, revelan un universo denso que hechiza en algunos de sus pasajes. 

Laberínticos encuentros los que se esconden en este trabajo, como ese “Nothing else to do” prácticamente mántrico, como si de una nana se tratara, que repetirá ese “…and then was nothing else to do but fall in love…”. Uno de los cortes en los que la instrumentación cobra más fuerza (metales en el puente musical). Y es que “Fast Food” pone el foco en esos momentos instrumentales que terminan de dotar a los temas de ese halo de misticismo y también de transgresión. Y en esos recovecos es donde Nadine Shah se distancia de otros nombres con los que seguro que se le ha comprado. Pero el universo de Shah se expande por otras galaxias sónicas distintas a PJ Harvey o Anna Calvi. La vibrato que mantiene en algunos momentos, los graves… nos remiten por momentos a los lienzos sonoros que colorea Soledad Vélez, si podemos permitirnos la comparación más cercana. 

Hablamos de la oscuridad compositiva que aparece en gran parte de sus temas. Pero también de esos momentos más épicos en los que determinados cortes se elevan por encima de cualquier apego terrenal. Y hablamos de un “Stealing Cars” que va cobrando forma a medida que la base rítmica va añadiendo intensidad. Uno de los temas en los que la propia voz de Nadine Shah deja esa indumentaria de post-punk y asciende dejando atrás la gravedad de su tesitura. 

“Divided” con esa pertensión folk que nos remite tanto a los noventa de K.D. Lang, “Washed up” cargado de intención desde ese “…go ahead…” que lo abre o “The gin one”… temas que consiguen compactar un puñado de canciones que superan a aquel anterior “Love your dum and mad” con esa apertura colorimétrica en cada tema. Un trabajo notable que, tras su gira europea hace unas semanas (que no pasó por nuestras tierras), va a subir al escenario en diversos festivales de verano en el Reino Unido. Así que de momento, nos quedamos con las ganas de verla en directo en un ámbito más cercano. 

Nada de comida rápida, sino de un menú de vísceras y de contundencia para este segundo trabajo de Nadine Shah. Nos quedamos con uno de los “must” del disco, ese “Stealing cars”. Nombres propios femeninos que consiguen movilizar a la crítica con productos nada sencillos y con direcciones bien claras.

   

Nadine Shah: “Stealing Cars” (Dir. Matthew Cummins, 2014)