Sokolov + Fanáticos + No-Frosth. 16
Toneladas. Valencia, 30 – 5 – 2014
Iniciativas como las de ver tres grupos
locales en una misma noche, por desgracia, no se suelen ver. Por eso,
es una suerte poder gozar con pequeños maratones de ruido y gracia
como el que pudimos contemplar ayer en la recientemente inaugurada 16
Toneladas.
Que abrieran la noche Sokolov,
cuando los cuerpos aún no están, quizás, lo suficientemente ebrios
para una propuesta tan arriesgada y que desentonaba tanto como la de
Sokolov, no nos debería preocupar. Suena fatal lo de
“desentonaba”, pero no es una maldad, ni la de Sokolov era
una mala propuesta: simplemente es que Sokolov, realmente,
desentona con todo. Y ahí precisamente está su gracia: en ese
espíritu punk profundamente asimilado, no sólo de pose (que es más
bien surrealista), mezcla sarcástica de rabieta social gritona con
intrascendencia absoluta, mayor, seguramente, de la pretendida en sus irónicas y, ahora sí que sí, maliciosas letras. Sokolov es, qué duda cabe, una banda transgresora. Quizás le falta
apuntar en alguna dirección más, quedando autolimitada y
sobreactuada (de nuevo, más de lo que pretende), pero, desde luego,
Sokolov llama la atención, y tiene esa particular capacidad de,
topicazo va, no dejar indiferente. Anoche ofrecieron una
interpretación solida e intensa, perjudicada por algunos problemas
con un sonido casi tan saturado como las luces (preciosas, por
cierto) de la 16 Toneladas, y que a veces recordaba,
temerosamente, al de una orquesta durante las fiestas del pueblo. Sin
duda, dados los dardos que lanza inequívocamente Sokolov contra eso tan vulgar que se suele llamar idiosincrasia española (bueno, cualquier idiosincrasia nacional es vulgar por deriva propia), si
algo así estuviera hecho adrede, sería la gran broma definitiva, la de esa cabra subida a la escalera mientras los estúpidos humanos pisan suelo firme.
La noche cambió completamente de
tercio con Fanáticos. De lo surreal se pasaba a lo más
tradicional posible. Y sí, en este caso tradicional rima con
convencional, música dirigida puramente a buscar un huequecillo en
ese circuito comercial que sonó en boca del propio grupo, pero
también ritma, no hay que obviarlo, con una imparable, inasible,
capacidad para la diversión. Lo de Fanáticos es un rock levemente
nostálgico (más en estudio que en directo, también hay que
reconocerlo), clasicote al menos, que rememora el interés por las
melodías al estilo pop español de los 80 y principios de los 90. Es
música comercial supersana, que, por desgracia, en el panorama
musical actual, donde lo vendible debe salir en La voz o
chorradas similares, queda reducida, digamos, y sin serlo por ningún
lado, a los ghettos de lo indie, por suerte para los que los
transitamos, desde luego, que nos encontramos finalmente con una
variedad que los diales de radio prefieren desconocer. El continuo movimiento del
cantante de Fanáticos, a tono con la entrega de prácticamente todo
el público y un repertorio casi sin altibajos, no sólo durante las
canciones que conforman el primer cd de la banda, “Bichos raros”, sino
en sus versiones de, por supuesto, los Ramones, los Strokes
o Iggy Pop, más vistas que el tebeo, pero que todavía
resultan, a tenor de la reacción que provocan en los espectadores y
del sentimiento exultante que te dejan, tan efectivas como
efectistas. Y es que, si Sokolov
izan la bandera del distanciamiento, Fanáticos abogan por lo
contrario: la sintonía absoluta, facilona pero respetable, con,
valga la redundancia, el respetable al completo.
No-Frosth creo que podría
definirse la conversión actualizada, perfeccionada y realmente indie (lo que no es sinónimo de que no pretenda llegar a la gente: lo que pasa es que, quizás, no toma atajos) de lo que pretende Fanáticos. Aquí el rock es la envoltura,
pero en el interior luce un corazón (porque aquí las historias sí
que nos llegan... y duelen) todavía más pop (con momentos realmente
felices en estudio como su lp “Las diez mil horas” prácticamente al
completo), que dejo a todos los asistentes “casi sin voz”,
como dirían los propios No-Frosth. Acabar, por fin, con un
poco (un mucho) de pop guitarrero, dejó el poso de los momentos más
bellos y vitamínicos de la noche. “Vacío”, “Resurrección”,
“La chica del accidente”, y una versión, ésta sí mucho
más original, de una de las canciones de bajo (por debajo del radar)
recorrido de Dylan, entraron feroz y dulcemente en nuestro
regazo a altas horas de la madrugada (eran cerca de las tres),
alejando, jodiendo, cualquier posible cansancio, en un encorbatado,
pero nunca encorsetado, más difícil todavía realmente memorable,
de esos que te hacen llegar a casa con los pies reventados, pero también con el
mejor sabor de boca.
Por cierto, otra cosa es el local donde
se celebró el concierto: que en un momento como el que estamos
viviendo ahora en Valencia, donde la música en directo, con
alguna excepción, se realiza en un sotto voce acústico bajo pena de
multa, aparezcan nuevas salas como 16 Toneladas, o, también,
el Jerusalem Club, hace pensar que algo debe estar cambiando.
Ahora a apostar por las tanto tiempo desfavorecidas bandas de la
ciudad. Mencionando de nuevo a No-Frosth, “yo quiero ser
como todos, pero nadie como yo”.
Más info:
Sokolov
Fanáticos
No-Frosth
No-Frosth - Vacío
No-Frosth - La chica del accidente
Fanáticos - Dame un segundo más
Sokolov - Teles
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