El de Nueva York demuestra una vez más que la corona de rey del power pop no cabe en la cabeza de nadie más.
No hay ni que decir que para el Loco Club, precisamente para el Loco Club, esta era una noche especial. Siempre que el californiano les visita la sala se viste de gala y todo toma visos de celebración. El staff directivo de este club y su alter-ego en forma de promotora, "Alta tensión", nunca han ocultado su gusto por los sonidos nuevaoleros y el pop de irresistibles melodías y salvajes guitarreos, ése que muchos conocen por el sobrenombre de "power pop".
Paul Collins, tal como se auto proclamaba a través del título de su anterior largo, es "El rey del power pop". Y no sólo porque lo diga él, sino porque su trayectoria así lo ha dejado claro. Tras formar parte de Nerves, el trío de Los Angeles que probablemente dio carta fundacional a este subgénero con su primer y único EP, supo facturar, al frente de The Beat uno de los Lp's de debut más increíbles y vitamínicos jamás editado. "The Beat" (CBS, 1979) contiene, efectivamente, la fórmula magistral del pop poderoso en doce canciones increíblemente adictivas, energéticas y apabullantes, que jamás envejecen ni se olvidan. A partir de ahí ha seguido, incombustible y con altibajos, ofreciendo siempre canciones que, aunque coquetearan con otros géneros, siempre conservaban esa capacidad asombrosa para conjurar melodías de las que agrandan el alma.
Por supuesto, podría perfectamente vivir de rentas, pero Paul Collins sigue en la trinchera, ofreciendo cada vez más acertados lp's, el último de los cuales, "Feel the noise" (2014), es un auténtico trallazo que nada tiene que envidiar a pasadas glorias. Sí, puede ser que su voz esté bastante cascada y que la edad no perdone, pero nadie puede dudar de su entusiasmo, puesto que lejos de abusar de una nostalgia que seguramente obraría las mil maravillas en un público valenciano entre el que cuenta con una reducida pero más que entregada legión de fans, mantiene la cabeza bien alta presentando un repertorio que, cómo no, tira bastante del pasado, pero que cuenta también con apuestas recientes perfectamente a la altura. Ir a ver a Paul Collins sigue significando ir a ver un espectáculo mayúsculo de rock and roll.
Así fue: tras una apertura por parte de los valencianos Serie B, banda que ya empieza a ser mítica entre los aficionados al rock and roll con melodía de la ciudad y alrededores por sus arrolladores shows en los que caben tanto las canciones propias, extraídas de sus brillantes dos primeros discos y otro que está por venir, como de versiones de grandes clásicos a los que saben sobradamente rendir honor. Esta noche no fue una excepción y supieron hacer explotar el escenario del Loco Club, sonando excepcionalmente bien y dándole al respetable allí congregado exactamente lo que quería. Supieron ser perfecto primer plato de la noche y acertaron en su concisa revisión de un repertorio propio cargado de referencias new wave, psicodelia y rhythm and blues, atacadas con creíble actitud punk, que combinaron con certeras versiones, de las que, por destacar alguna, lo haría con ese siempre complicado de emular "I am the walrus" y un "Pinball wizzard" incendiario con el que cerraron una actuación que dejó al público en el estado de ánimo perfecto para recibir al protagonista de la noche, que no se hizo esperar.
Collins, que las últimas ocasiones en que había actuado en nuestro país, en el que ha residido largo tiempo, se había hecho acompañar por experimentados músicos nacionales, por el contrario para esta ocasión trajo consigo a unos chavales irlandeses (al parecer integran una banda llamada The Number Ones), que a duras penas alcanzaban la mayoría de edad y con los que dijo no haber tenido casi tiempo de ensayar. Pese a ello, e imagino que el rodaje en las fechas anteriores de la gira tendrían que ver en ello, la compenetración entre los cuatro fue perfecta. Los muchachos le echaban todo el entusiasmo que su edad les brinda y un Paul Collins con la voz mucho más en forma que en anteriores ocasiones (y eso que se disculpó porque la tenía "a little fucked up", un poco jodida) y un vitalismo envidiable para alguien de su edad, atacaron sin tregua un repertorio basado sobre todo en sus clásicos, pero también con recuerdos a su grupo primigenio, The Nerves ("Hanging on the telephone", "when you find out", "Paper dolls"...). Por supuesto, cayeron muchos temas de su primer disco junto a The Beat -"Rock and roll girl", "Working too hard", "I don't fit in", "Walking out on love"-, siempre imprescindibles, pero también otras joyas de su repertorio posterior ("That's what life is all about", "The kids are the same", "C'mon let's go" o la grandiosa "Many roads to follow"). Así, sin tregua, sin hacer prisioneros, como debe hacerse. Una tras otra fueron acelerando más y más el pulso de un personal que se lo agradeció. En pocos conciertos he estado últimamente con un público tan entregado y es que el americano supo hacer gala de maestría y actitud sobradas como para metérselo en el bolsillo. Terminó con un soberbio "Different kind of girl" que fue la guinda perfecta para dejar recuerdo grabado a fuego de una noche que muchos retendremos como el mejor paseo (con permiso de The Rubinoos) del power pop por nuestra ciudad.
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